Política poética

Desconfiar de los poetas políticos -o políticos poetas- es imperativo para desmitificarles y desencriptar sus intenciones -que regularmente buenas no son, en una inclinación de bienestar colectivo-.

Política poética

Autor: Jorge Reyes Negrete

Hace algunas entregas hablaba de aquellos políticos que quieren ser intelectuales y de intelectuales que aspiran a ser políticos.

Pero también hay políticos que sé (mal) asumen como poetas y poetas que en su distorsionada sensopercepción se piensan como políticos.

Poesía y política, política y poesía.

En una de las siete conferencias que dictó el brillante Borges allá en el lejano 1977 en el Coliseo de Buenos Aires, señaló que la poesía no era, en absoluto, conocimiento científico, pues este tiene una tendencia prospectiva, es decir, mira del presente al futuro; caso contrario a la poesía, cuya finalidad es recoger el recuerdo, las historias de lo cotidiano, la intimidad del narrador; la poesía va del presente al pasado.

Son dos direcciones opuestas.

Lo mismo sucede entre el dualismo política y poesía. Una -la primera- es prospectiva, la segunda -la poesía- es retrospectiva.

Siendo, pues, antagónicas, ¿qué componente les orilla a fusionarse?, quizá sea sólo el petulante narcisismo de los políticos que aspiran a ser poetas. O tal vez la imprecisión en la comprensión de ambas derive en confundirlas.

La poesía, con el auxilio del lenguaje gramatical, da cuenta de la belleza estética mediada por el arbitrio subjetivo de su creador(a). No es que, como decía Platón, la poesía pinte un maravilloso mundo inexistente, sino que retrata el mundo que la emocionalidad de su narrador(a) evoca.

Esta idea platónica arropa sentido en el contexto político. La transformación de la realidad objetiva a través de narrativas que, al ser nombradas, configuran realidades -políticas, claro-.

Discursos sesgados -como los de la poesía-. Inferencias inductivas que se presentan como afirmaciones absolutas.

La distinción es que la poesía sí se responsabiliza de sus sesgos al hacerlos explícitos; la política no. Los utiliza con total intención de alterar la percepción de la realidad.

Manipulación conceptual que aparenta acercar a la política con la poesía.

Desconfiar de los poetas políticos -o políticos poetas- es imperativo para desmitificarles y desencriptar sus intenciones -que regularmente buenas no son, en una inclinación de bienestar colectivo-.

Poesía, la vía idónea de hacer uso de nuestro derecho a develarnos; presentando nuestra cotidianidad como elemento revolucionario de cara a la Historia –con H mayúscula-. Esa Historia construida por el poder político que se expone como objetiva -recordemos, como apuntó Foucault, poder y verdad son costados de una misma moneda-.

Política, riel del poder para estandarizar formas de experiencia en el mundo -un relatarnos desde las palabras de otros-.

La poesía es contarnos desde nosotros mismos. La política es decirnos desde la otredad.

La distancia entre una y otra es abismal.

Cuidado con aquellos que no les distinguen y utilizan para atolondrar.

Foto: Archivo El Ciudadano

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