Un cartel dice en la entrada del estadio más grande del mundo: “Aquí Brasil construyó su historia”. Construido para la Copa del Mundo de 1950 era hasta hace poco el estadio más grande del mundo, con capacidad para 200 mil personas. La remodelación para la actual Copa lo redujo a 78 mil. En las calles de Rio de Janeiro se comenta que los privados ganaron al patrimonio público por goleada.
Luciano Teixeira, morador de la favela Metro Mangueira, ubicada a una cuadra del estadio Maracaná, en Rio de Janeiro, estaba acostumbrado a ir a ver a si equipo Vasco de Gama pagando una entrada de de 15 reales ($3.700). “Cruzaba la calle y estaba en pocos minutos en el Maracaná”- nos cuenta. Pero desde el año pasado, para la Copa de las Confederaciones, el promedio de la entrada subió a 45 reales ($11.250) y se empinó aún más tras la Copa del Mundo realizada en Brasil.
La reforma al estadio Maracaná costó U$ 2,7 billones, un 48,8% más que el presupuesto inicial. Donde antes había un gimnasio y una escuela pública se construyeron estacionamientos. La historia ahora la construye el Consorcio Maracaná, formado por IMX de Eike Batista (quien planeaba la construcción de la Termoeléctrica Castilla en Totoral), la constructora Odebrecht y la estadounidense AEG, quienes se ganaron la concesión del Maracaná por los próximos 35 años.
UN SET DE TELEVISIÓN
La conversión del Maracaná para convertirlo del estadio más grande del mundo en el Nº 22 fue un proceso iniciado hace más de una década. En 1999 sufrió las primeras reformas asociadas al primer Mundial de Clubes de la FIFA. Su capacidad pasó de 140 mil bancas a 103.022.
La reforma para la Copa del Mundo 2014 que lo dejó en una capacidad de 78 mil espectadores sentados 2014 también tuvo metida a la gigantesca televisora Globo. Las 200 mil personas que sentadas o de pie llenaron el Mundial de 1950 era una imagen que no querían repetir. Los planos para la transmisión de los partidos, el gran negocio del fútbol, por sobre las entradas, exigen en la nueva gramática audiovisual espectadores disciplinados, preferentemente de clase media, y unos planos de cámara más cerrados. El estadio parece hoy un estudio más de la televisora Globo, la que no acostumbra a grabar sus teleseries en locaciones abiertas.
Además, el fútbol como espectáculo provocó en Brasil, y Chile también, en los últimos años un reordenamiento de la hinchada desplegado a través de nuevas leyes que criminalizan cuando no prohíben diversos elementos de la cultura de hinchadas, como los bombos y la algarabía, muy propia de los hinchas más populares.
Así operó una reducción del tamaño de las tribunas, dejando al estadio de Rio de Janeiro con asientos numerados y la exclusión tácita de los hinchas más pobres o muy alborotados. Así, gran negocio para las televisoras, la mayoría de la hinchada se queda viendo los partidos en casa.
También el modelo de negocios asociado al fútbol ahora no es vender sólo vender entrada de un espectáculo, sino que cada evento de muchas opciones para gastar dinero a los fanáticos. Andrés Sánchez, quien fue presidente del equipo paulista Corinthians, decía hace poco que el Itaquerão, estadio sede de la abertura de la Copa en São Paulo, es un shopping center con una cancha en el medio.
En una publicidad de circulación limitada la FIFA promocionó entre 250 personas ricas del mundo las suites exclusivas del Maracaná. Lo que después desataría un escándalo de corrupción por la reventa de entradas, la gestión de los ingresos VIP eran negocio de VIP Hospitality durante todo el campeonato y ofrecían disfrutar de una vista privilegiada en las alturas del estadio bebiendo champagne Maison Taittinger. El precio de dicha ‘hospitalidad’ antes del evento deportivo era de tan sólo de 2,3 millones de dólares.
Detrás del negocio está MATCH Hospitality e Infront Sports & Media, de propiedad de Philippe Blatter, sobrino del director de la FIFA, Joseph Blatter, y el grupo mexicano Byrom PLC, accionista mayoritario. Juntos manejan los negocios de la FIFA de entradas y alojamientos VIP.
ENTRE INMOBILIARIAS Y CONSTRUCTORAS
Los estadios en la nueva jerga neoliberal se llaman ahora arenas. En São Paulo el estadios de Corinthians, ahora es llamado Itaquerão y fue ‘concesionado’ al Fondo de Inversión Inmobiliaria (FII), hecho por Odebrecht y BRL Trust. El equipo paulista cedió todos los derechos de uso comercial futuro por el estadio hasta que el consorcio devuelva el dinero de los gastos de la reforma al BNDES, unos U$ 892 millones. Se calcula que demorará 16 años.
Tras las remodelaciones de los estadios, que por demoras terminaron costando mucho más que el presupuesto original están las constructoras Odebrecht, Andrade Gutierrez y OAS. De los 12 estadios sedes, están al menos en nueve.
En Minas Gerais el estadio fue concesionado por 25 años con una cláusula que asegura un mínimo de facturación de U$ 8,25 millones mensuales. Las empresas tras la remodelación, Egesa, Construcap y Hap Engenharia, según una investigación judicial, donaron U$ 13,4 millones en las últimas elecciones al PSDB, partido del candidato a presidente para las elecciones de octubre Aécio Neves.
La reforma de los estadios se calculó en febrero pasado en U$ 19 millones. De esa cifra sólo un 1,5% es de origen privado. El cuestionamiento al excesivo gasto se sustenta en que varios estadios quedarán como elefantes blancos tras el Mundial, el caso de Recife, Cuiabá, Brasilia o Amazonas. Este último costó U$ 1.350 millones, siendo rediseñado para 42.374 personas, pese a que tiene una media de público de 807 hinchas por partido.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
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