Habíamos guardado silencio en torno a la polémica por los actos racistas que recientemente sufriera nuestro compatriota venezolano Emilio Rentería, futbolista de la vinotinto que presta sus servicios en el club San Marcos de Arica de Chile. No obstante, se han emitido tantos comentarios en redes y foros sociales, que quienes condenan tales actos terminan haciéndolo con los mismos calificativos o hasta peores. Recordemos que el 7 de noviembre del año en curso, el delantero criollo sufrió ante O’Higgins una serie de insultos alusivos a su color de piel, evento que repetiría la barra del Deportivo Iquique, aun cuando estaban en condición de visitante. Vimos el video donde Rentería celebra el gol marcado, y a decir verdad no nos parece que un baile y golpear su pecho con la mano, sean elementos que justifiquen la indignante respuesta de los hinchas iquiqueños.
Los que amamos el fútbol sabemos que estas situaciones -por mucho que duelan- siempre van a estar propensas a repetirse, porque sencillamente se hacen debates pero no se concretan los mecanismos que permitan de una buena vez acabar con este flagelo que se propaga por el mundo con más fuerza que el Ébola. Las federaciones o asociaciones de cada país, sancionan a los clubes con multas cuyo dinero nadie sabe a dónde va a parar, y lo lamentable es que quienes incurren en estas graves faltas siguen vagando por los distintos campos de fútbol haciendo de las suyas dentro y fuera de las tribunas. Veo con suma preocupación las opiniones que se han emitido tras el caso de Emilio Rentería, primeramente porque se está hablando de Chile en términos generales como una nación racista o xenófoba y eso es un grave error.
Condenamos lo que sucedió, nos duele profundamente; pero no podemos pretender combatir racismo con más racismo. No puede ser que al grito de «Negro de mierda», respondamos «que se habrán creído esos indios chilenos de mierda». No se trata del color, en todo caso protestaríamos igual si el insulto es al blanco, al pelirrojo o al de diminuto tamaño. Cualquier agresión que intente subestimar al individuo por sus características físicas merece ser rechazada. Los nacidos en La Patria Grande, somos orgullosamente indios. Nos sentimos Mapuches, Wayuú, Aymaras. Alguien publicó algo así como: «¿qué te pasa chileno, acaso te crees gringo?». Allí nada más deja su impronta de ignorancia al subestimar su propio color anteponiendo al blanco como superior. Lo sucedido a Rentería no deja de preocupar, sin embargo el racismo no es el único mal que afecta al fútbol (dejando de un lado la violencia física entre barras, la corrupción de la propia FIFA, los horarios de televisión para los juegos, el incumplimiento en los compromisos salariales de las directivas con sus jugadores, entre miles de males más), la xenofobia también merece un trato especial. En Argentina este fenómeno se presenta regularmente, en donde las barras suelen arreglar cantos contra los bolivianos y paraguayos tildándolos de «bolitas y paraguas» como sinónimos de inferioridad. Mí país -La Patria de Bolívar y el Comandante Chávez- no escapa de este virus, solo que como el fútbol acá está todavía en construcción de su identidad, estos casos tienden a pasar desapercibidos, lo que no quiere decir que no existan, siendo por lo general el jugador colombiano quien carga con la cruz.
«Dentro de la cultura del pueblo figura el fútbol como una posibilidad más de expresión», así lo dice el profesor Ángel Cappa en el libro Chávez es Fútbol. Por eso consideramos necesario que desde el ámbito cultural se den las batallas de ideas que permitan acabar con toda clase de discriminación, y conlleven a que el fútbol sea el reflejo de una sociedad más justa. Uno pudiera pensar que esas conductas inapropiadas no solo salen a relucir en las canchas en cada jornada de fútbol, sino que de la misma manera se manifiestan en los hogares, escuelas y en el ámbito laboral. Es un problema mundial y acá hacemos un breve recorrido de los casos más sonados en cuanto a discriminación:
En España -en la llamada liga de las estrellas- se han registrado graves episodios contra diferentes jugadores. En febrero de 2006 el delantero camerunés Samuel Eto’o estuvo a punto de abandonar el terreno de juego del estadio La Romareda, luego que desde las gradas imitaran a un mono cada vez que el tocaba el balón, en un encuentro donde Barcelona visitaba al Zaragoza. https://www.youtube.com/watch?v=gQv4aIXaGQ4
El brasileño Dani Alves, también del Barcelona, respondió a un acto racista durante un partido de su club ante el Villareal. Cuando se preparaba para cobrar un córner, le lanzaron una banana desde las tribunas y para asombro de todos, el jugador agarro la fruta, la peló y se la comió. https://www.youtube.com/watch?v=OhtRKlX7B2Q
Del mismo modo en Italia el racismo ha dicho presente. A Kevin Constant, jugando para el A.C Milan, le arrojaron dos plátanos en un partido ante Atalanta. En un amistoso entre el Milan y el Pro Patria (club de cuarta división) Kevin-Prince Boateng se llevó los insultos de los ultras del modesto equipo italiano, quedando seis hinchas detenidos. Si hay un jugador que ha sufrido cualquier cantidad de ataques racistas, ese ha sido el polémico Mario Balotelli https://www.youtube.com/watch?v=rUKQ1iRfB7Q. Los seguidores del Nápoles promocionaron una camiseta con la escritura: «Milanistas, aunque Balotelli se lave con lejía, seguirá apestando». En Roma y Catania, el «negro de mierda» fue una frase que persiguió al delantero a lo largo de sus encuentros.
Lo de Italia es más grave aún. Carlo Tavecchio, presidente de la Federación italiana de fútbol, fue sancionado por el Comité Disciplina de la UEFA por un comentario racista. Tavecchio profirió: «Inglaterra estudia si los futbolistas que llegan al país cumplen con la profesionalidad necesaria para poder jugar. Aquí, en cambio, llega un ‘Opti Poba’ (nombre hipotético africano) que antes comía plátanos y ahora juega de titular en el Lazio».
Nuestro continente no es ajeno a esto. Ronaldiho ya sabe lo que significa el racismo en el fútbol mexicano, luego que Carlos Manuel Treviño, un político de la ciudad de Queretaro expresara lo siguiente: «En serio trato de ser tolerante, pero detesto el fútbol, y el fenómeno idiotizante que produce…Lo detesto aún más porque la gente estorba e inunda las avenidas para hacer que tarde dos horas para llegar a casa… Y todo para ver a un simio… brasileño pero simio aun».
Tendríamos que hacer un libro de 22 volúmenes que representen a los 22 jugadores en cancha, para poder hacer mención de todos los casos de discriminación en sus distintas manifestaciones. Ocurre, lo repetimos, en toda la geografía mundial. No solo en los escenarios del fútbol sino en la cotidianidad de nuestras vidas.
Psicológicamente Rentería se derrumbó, no es para menos. Un gran número de hinchas imitando a un mono y gritando improperios le hizo aflorar lo sentimental y las lágrimas rodaron. No la agarremos con Chile que es un pueblo hermano, cuna de personajes que admiramos: Salvador Allende, Víctor Jara, Pablo Neruda y Lautaro. El año entrante la pelota rodará en una nueva edición de La Copa América de Fútbol, entre tantas canchas veremos el mítico estadio Nacional de Santiago, donde por citar al camarada Arturo Alejandro Muñoz: «Aun claman justicia los miles de chilenos que la dictadura allí masacró». Pareciera ser que esa parte de la historia la olvidan esos hinchas, para quienes el racismo es su máxima expresión.
Por: Gilberto Carrillo
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@hablamos_futbol
El autor es: Miembro de Hablamos Fútbol, un colectivo de personas amantes del fútbol, comprometidos con los cambios sociales que demandan nuestros pueblos. Autores-Compiladores del libro Chávez es Fútbol.