El trabajo publicado en el último número del ‘Journal of Clinical Investigation’ se realizó en ratones, en los que detectaron un mecanismo que permite al cerebro cuantificar los niveles de glucosa de que dispone el organismo y ayuda a los animales a buscar más en caso de detectarse un déficit.
Algo que, en el caso de las personas, puede determinar la predilección por alimentos dulces. «Nuestros cerebros dependen en gran medida de la glucosa, que en nuestro pasado evolutivo ha sido difícil de conseguir, para obtener energía. Por eso tenemos una preferencia ya consolidada por alimentos ricos en glucosa», según James Gardiner, autor del estudio.
El equipo de Gardiner comenzó con la hipótesis de que una enzima llamada glucoquinasa, que participa en la detección de la glucosa en el hígado y el páncreas, podría desempeñar un papel en las ganas del organismo por conseguir glucosa.
La glucoquinasa se encuentra en una parte del cerebro llamada hipotálamo, que regula diversas funciones incluyendo la ingesta de alimentos, y en sus experimentos encontraron que, cuando las ratas pasan 24 horas sin comer, la actividad de la glucoquinasa en un centro regulador del apetito en el hipotálamo aumenta bruscamente.
A las ratas se les dio la posibilidad de consumir una solución de glucosa, así como sus bolitas de comida normal, llamadas ‘Chow’. Cuando los investigadores aumentaron la actividad de la glucoquinasa en el hipotálamo usando un virus, las ratas preferían comer glucosa en lugar de su comida habitual.
Y cuando se redujo la actividad, el consumo también fue menor. Esta reacción, según Gardiner, sugiere que en seres humanos podría reducirse a través de un cambio en la dieta, aunque también puede haber fármacos para actuar frente a este sistema y prevenir la obesidad.
«Las personas pueden tener diferentes niveles de esta enzima, por lo que las reacciones pueden ser diversas en cada uno», ha explicado este experto.