«Al buscar el ojo de Dios, sólo he visto una órbita
Vasta, negra y sin fondo, en la que la noche que la habita
Resplandece en el mundo y siempre se ensancha.»
Gérard de Nerval
El ojo de dios abarca con su mirada la totalidad del mundo. Su visión es más que eso: puede sondear, bajo la piel de los fenómenos, los riñones y los corazones. No hay nada que se le resista. Porque es eternidad, abarca todo el tiempo, tanto pasado como futuro. Su saber, al final, es un único saber. A la omnis- ciencia le corresponde la omnipotencia.
Para muchos, el drone quiere encarnar, mediante la tecnología, un pequeño equivalente de esta ficción del ojo de Dios. Tal como escribe un militar: «al utilizar el ojo que todo lo ve, se puede descubrir quiénes son importantes en una red, dónde viven, quién los mantiene, quiénes son sus amigos…». A continuación, sólo hay que esperar «a que esas personas pasen por un tramo de camino aislado para eliminarlos con un misil Hellfire». Aquéllos que son favorables a los drones insisten en este punto: estos inventos han «revolucionado nuestra capacidad de observar constantemente al enemigo». Ésa sería la aportación fundamental: es una revolución en la observación ¿En qué sentido? Estas innovaciones pueden agruparse en unos cuantos grandes principios.
Principio de mirada persistente o de guardia permanente
Liberado de la limitación que el cuerpo del piloto suponía para el avión, el drone puede permanecer en el aire por mu- cho tiempo. Su observación puede ser constante, las 24 ho- ras del día, puesto que el ojo mecánico no tiene párpados. Mientras el aparato patrulla, los operadores, en tierra, miran la pantalla por turnos de ocho horas. El traslado de los equipos lejos de la cabina del piloto ha permitido una profunda reorganización del trabajo y realmente eso, más allá de las proezas tecnológicas de la máquina, garantiza, por el efecto de desmultiplicación socializada de las pupilas humanas, la «guardia geoespacial constante»6 de la mirada institucional.
Principio de totalización de las perspectivas o de vida sinóptica
El segundo gran principio adjunto a la persistencia de la mi- rada es su totalización. Se trata de la noción de control de gran alcance («wide area surveillance»). Verlo todo, en todo momento. Esta ampliación del campo de visión está a punto de confiarse a unos nuevos y revolucionarios dispositivos ópticos que todavía se encuentran en fase de desarrollo: un dro– ne equipado con un sistema de «imaginería sinóptica» como éste dispondría, ya no de más de una, sino de docenas de microcámaras de alta resolución orientadas en todos los sentidos, como las múltiples facetas del ojo de una mosca. Un programa informático combinaría en tiempo real esas imágenes diferentes en una única vista de conjunto, ampliable a voluntad. Se obtendría el equivalente a una imagen de satélite de alta resolución, a escala de un pueblo o de toda una región, pero retransmitida en vídeo y en directo. En cualquier momento, los diversos equipos de operadores podrían, si así lo desearan, hacer zoom en el barrio o individuo que eligieran. Equipado con un sistema así, un solo aparato en vuelo estacionario proveería la cantidad de imágenes equivalente a una red de cámaras de videovigilancia diseminada por todo un pueblo. El drone sería «omnividente». Sin embargo, en la práctica, eso todavía queda muy lejos. Un informe militar juzga al dispositivo existente hoy por hoy como no operativo: no es ni eficaz ni está adaptado (tiene una resolución insuficiente, sobre todo para seguir con eficacia a personas, y fallos preocupantes en el sistema de localización). Pero lo que me importa por ahora es sobre todo comprender los principios que rigen esta racionalidad, sin entrar en prejuzgar su efectividad actual.
Grégoire Chamayou *
* Investigador especializado en filosofía en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Lyon. Entre sus obras destacan Chasses à l’ homme y Théorie du drone.