El artículo 89 del capítulo consagrado al poder ejecutivo en la nueva Constitución estipula que “En un plazo de una semana después de la proclamación de los resultados definitivos de las elecciones, el Presidente de la República encarga al candidato del partido político o de la coalición electoral que hubiera obtenido el mayor número de escaños en el seno de la Asamblea de representantes del pueblo formar el gobierno en el plazo de un mes que puede ser prorrogado una sola vez”.
Si nos atenemos a la lectura que hace de lo anterior el partido victorioso de las legislativas, la de considerar que “elecciones” significa aquí la elección presidencial, estamos a menos de 24 horas del plazo impartido por la Constitución para la designación de un jefe de gobierno. Sin embargo, muy astuto hay que ser para apostar con seguridad sobre la identidad de ese futuro hombre fuerte. Peor aún, en el momento en que se celebra el “cónclave” de Nidaa Tunes en Hammamet, no está aún decidido si el hombre providencial será una personalidad del partido o una “competencia nacional” sin adscripción partidaria.
Esta duda es en si misma portadora de un cierto número de enseñanzas a propósito de Nidaa Tunes, su génesis, su presente, y sus finalidades. Es también una duda reveladora del estado de la naciente democracia tunecina. Cómo no ver en ella en efecto un partido que se esconde ante la responsabilidad que le incumbe, la de gobernar, en esta fase que se supone cierra definitivamente la página de lo provisional donde era posible que el consenso resultara satisfactorio.
En 2011, fue el 14 de diciembre cuando Hamadi Jebali fue nombrado jefe del gobierno, es decir un poco menos de dos meses después de las elecciones de la constituyente, un retraso que ya entonces suscitó un clamor de protesta. Ennahdha había sido entonces igualmente fustigado por haber querido contentar a un demasiado gran número de posibles socios según una “mouhassassah”, un reparto del pastel del poder.
La historia es un eterno reinicio. Con la precisión de que si se reprochó al partido elegido en 2011 para redactar una Constitución el haber querido gobernar, se reprocha con razón hoy al partido elegido para gobernar precisamente el no querer gobernar. Todo ocurre en efecto como si la clase política tunecina, silenciada y diezmada durante medio siglo de dictadura, continúe huyendo de sus responsabilidades, como paralizada por la perspectiva del ejercicio de una democracia sana en la que se aplican unas ideas, un programa, sobre el que se es sancionado al final del mandato.
UN PLURALISMO MUERTO EN EL HUEVO
Varios elementos de respuesta ayudan a comprender esta situación. El primero se refiere a la esencia misma de Nidaa Tunes, que es menos un partido político propiamente dicho que un ensamblamiento de componentes resultado de la reactivación de estructuras preexistentes del antiguo partido único. El partido está hoy atrapado por ese pecado original que presidió su fundación en 2012. El reflejo consistente en volverse constantemente hacia figuras del pasado revela, en efecto, una impotencia para producir una generación de políticos post-revolución: balbuceante, esta generación ha sido sacrificada en el altar de la urgencia real o fantaseada de la lucha antiterrorista o del “peligro islamista”.
En Occidente, se reprocha a menudo en Francia, al Partido Socialista por ejemplo, igual que a la derecha francesa haber producido una generación de enarcas y de “notables de la política”, lo que ha producido los “elefantes del PS” y los políticos de oficio, especie de eternos políticos que están dispuestos cada cinco años a retomar el poder vía el juego de la alternancia del bipartidismo. Antes incluso de llegar a esas derivas del sistema democrático, Túnez está a punto de reforzar a su propia élite de club cerrado de políticos que se consideran asignados al poder, añadiendo finalmente a dicho club solo a las élites de Ennahdha.
Por seguir con la historia reciente de Francia, el anteúltimo presidente, Nicolas Sarkozy, famoso por haber explotado los mecanismos de la V República, que tienden hacia la hiper presidencia, hasta límites cercanos al autoritarismo, había sido el instigador de lo que se llamó en 2007 “la apertura a la izquierda”. A pesar de una amplia victoria de la derecha entonces, había recurrido a ministros provenientes de la izquierda, pragmáticos de los que se desprendió a mediados del mandato, haciéndoles responsables de un balance no demasiado brillante.
En Túnez, la voluntad de compartir la patata caliente de un eventual fracaso gubernamental a medio plazo no explica todo, en el caso de Nidaa Tunes. Partido por entero dedicado a la conquista de la Presidencia de la República, cosa que ya ha conseguido, Nidaa Tunes no parece tomar la medida de la urgencia económica en la que se encuentra el país.
Los artesanos de su victoria funcionan aún con el software del antiguo régimen presidencial. Como muestra el lapsus de Beji Caid Essebsi que declaró en su mensaje de fin de año que “ha encargado al jefe del gobierno que se ocupara del expediente de los afectados (por los desastres naturales) del noroeste”, una prerrogativa vertical de la que el presidente de la II República no dispone.
Amargamente, Ahmed Seddik del Frente Popular, se preguntaba este fin de semana sobre la legitimidad electoral del futuro jefe de gobierno: “Hemos creído en la retórica de Nidaa Tunes, la de crear una barrera frente a la antigua troika, y hemos actuado en consecuencia… De otra forma nuestro bloque parlamentario dispondría de bastante más de 15 escaños”. El electo respondía a las informaciones, que se confirman cada día que pasa, de participación de Ennahdha en el próximo gobierno, con al menos dos carteras ministeriales.
Una participación que incluso el “ala feminista” de Nidaa Tunes intenta hoy vender a la opinión pública. Así, Bochra Belhaj Jmida declaraba el sábado: “Nunca hemos planteado la exclusión de una participación de unos u otros cualquiera que sea el grado de su éxito en las legislativas, y con mayor razón de un partido que ha logrado cosechar una legitimidad popular…. Estamos contra el proyecto de Ennahdha, pero cuando se oye hoy su discurso, se ve que hablan como nosotros, que les hemos llevado a nuestro proyecto; están irreconocibles”.
Siguiendo las declaraciones de Rached Ghannuchi, casi laudatorias para Beji Caid Essebsi presidente, así como de la entente cordial proclamada recientemente en las festividades del Mouled entre el jeque y los dignatarios Nidaa, los dos partidos económicamente liberales preparan a la opinión pública para un cierre del espacio político, en nombre del compromiso histórico.
“En el universo esquizofrénico Nidaa Tunes, Moncef Marzuki es peor que Sadok Chourou o Hab ib Elluze, Slim Riahi es más presentable que Mustafá Ben Jaafar y Ennahdha a quien todo se le ha perdonado. Laarayedh o Muru son aceptados cuando Mohamed Abbu es visto como una ignominia salafista. Y en 2 días, quienes votaron útil tras una campaña odiosa para hacer desaparecer a Ennahdha van a explicar que todo va bien, que la alianza con Ennahdha estaba prevista”, ironiza Kamel Tlili.
Demonizando exclusivamente a las fuerzas que han permanecido leales a la revolución, es también con la propia revolución con quien se saldan cuentas.
Seif Soudani
Nawaat
* Traducido para para Rebelión por Alberto Nadal