Un triste comienzo de año fue para la mítica ciudad luz. Los atentados terroristas perpetrados por jihadistas islámicos tiñeron de sangre al país galo, transformándose de paso en el primer gran golpe noticioso del año, manteniendo aun hoy al país en estado de alerta máxima. Este hecho sin lugar a dudas traerá grandes e insospechadas consecuencias que impactaran profundamente el devenir de las conflictivas relaciones entre franceses y musulmanes.
Los atentados terroristas contra el periódico satírico Charlie Hebdo en el que fueran acribillados a sangre fría 12 dibujantes de una sensibilidad de izquierdas y cuya única arma era la pluma, el humor acido y la irreverencia con que abordaban diversas temáticas del mundo político, cultural y religioso, ha llevado a que la atención de la comunidad internacional se centre por estos días en Francia. A esto se suma la muerte de cinco judíos tomados rehenes en un supermercado, llegando a un total de 17 víctimas fatales en tres atentados y en menos de 3 días. Estos acontecimientos han despertado la solidaridad del mundo entero frente al flagelo del terrorismo, flagelo de la que ninguna nación está a salvo, pudiendo generar innumerables víctimas inocentes y una masiva destrucción de las relaciones sociales. Esta amenaza es imposible de controlar ni prever totalmente, pues ni el mejor sistema de seguridad en el mundo puede garantizar inmunidad frente a este tipo de ataques en el que no se demuestra respeto por la libertad, ni por la vida humana y en el que la capacidad de autodestrucción no parece tener límites. Es por esto que se me viene a la mente la célebre frase de Albert Einstein en la que afirmaba que “hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro”, hoy por hoy no tengo dudas en que la primera es mutable, y la segunda lamentablemente progresiva.
Estos cobardes ataques han remecido a la sociedad francesa en su conjunto, colocando en el centro del debate una intensa discusión sobre la siempre difícil y frágil integridad nacional y en torno de la vulnerabilidad de las sociedades occidentales frente al avance de los fundamentalismos, es que por estos días resurge la tesis de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones que llevaría a occidente a enfrentarse contra el avance del islamismo por medio de las armas. Por otro lado cabe recordar que Francia es un país que se autodenomina multicultural y laico, el cual ha visto transformarse significativamente su mapa cultural, lingüístico y religioso a partir de la masiva llegada de inmigrantes, sobre todo árabes y africanos, durante las últimas décadas. Frente a esta realidad los diferentes gobiernos, ya sea de izquierda o de derecha, con más o menos tolerancia hacia los extranjeros, han intentado por todos los medios lograr una convivencia en paz entre todos los grupos étnicos y religiosos que las oleadas migratorias han traído consigo, integrándolos a la sociedad con el fin de dejar de lados sus diferencias en pos de la unidad nacional y la sana convivencia bajo los valores republicanos y democráticos que tanto se enorgullecen los franceses.
Los atentados perpetrados por fundamentalistas islámicos, sin duda representan un grave retroceso en la ardua tarea de impedir una mayor corrosión de la siempre frágil integridad nacional, dejando a un país de luto, además de un ambiente tenso, de miedo y de desconfianza. París, considerada a través de su historia como uno de los grandes polos de desarrollo cultural, político y artístico a nivel mundial gracias precisamente a los aires de libertad y tolerancia que históricamente se respira en sus calles, se ha modificado sustancialmente durante los últimos años, y sobre todo a partir de los atentados de enero de 2015 que llevó a que por primera vez en años, la emblemática torre Eiffel quedara en penumbras como homenaje a las víctimas del atentado.
Los actos terroristas han provocado una creciente polarización dentro de occidente, lo que ha llevado a que las posiciones se desplacen hacia los extremos de la política, estrangulando de paso nuestra preciada libertad de expresión, y fortaleciendo los grupos fascistas, ultranacionalista, y en general la extrema derecha de Le Pen en Francia que por medio de sus políticas de corte racista y xenófobo ha ido ganando terreno en el espacio político, así mismo los grupos ultranacionalistas cobrarán nuevos adeptos entre la población, produciendo una creciente división social y religiosa cuyas alcances serán sentidos por la sociedad en su conjunto. Sin ir más lejos en Alemania ha cobrado importancia el grupo PEGIDA ( acrónimo en alemán que significa europeos patriotas contra la islamización de occidente) que ha reclutado cada vez más adeptos en sus filas.
De esa forma los atentados le han permitido a la extrema derecha usufructuar para fines electorales de este ambiente de desconcierto, buscando captar nuevos adherentes hacia su posición política caracterizada por la intolerancia contra los inmigrantes, específicamente de los musulmanes, acusándolos de ser responsables de gran parte de los males por los que atraviesa actualmente Francia, y que según muchos de ellos ha degenerado la cultura francesa poniendo en riesgo lo puramente francés, promoviendo una imagen errada que lleva a distorsionar los hechos, pues se confunde musulmanes con integristas e integristas con jihadistas, en una amalgama tan nefasta como manipuladora que no hace más que continuar aumentando el odio y abriendo heridas que serán difíciles de sanar.
Como menciona el politólogo G. Lebret no se debe “estigmatizar el Islam” pues no fue la religión en sí la que perpetró los ataques, sino que “grupos fundamentalistas aislados” los cuales no representan a la mayoría, de ahí que muchos musulmanes salieran a las calles a protestar contra los atentados, uniéndose al movimiento “Je suis Charlie” por medio de pancartas como: “soy musulmán y soy Charlie”, o “soy musulmán y no soy terrorista” en clara alusión a su repudio contra el terrorismo y los extremos odiosos que buscan usufructuar de la desgracia que conmueve a una nación y dividir más al país por medio de fines políticos.
La gran manifestación republicana del domingo 11 de enero recién pasado desarrollada en toda Francia, tuvo como epicentro París, donde reunió más de 2 millones de personas, las autoridades ya hablan de la mayor manifestación jamás realizada en la Francia republicana desde la liberación nazi, y que en el país alcanzó más de 4 millones de manifestantes. En ella fue posible ver numerosas familias, ancianos, jóvenes, y personas de diferentes culturas, credos y tendencias políticas, decretándose en París la gratuidad del transporte, lo que permitió la masiva participación en la movilización social.
En ella se pudo observar a los principales líderes mundiales unidos bajo el lema “Je suis Charlie” y su repudio a los actos terroristas y a los fundamentalismos que solo dividen y producen más odios y rencores. La manifestación popular contó con la presencia de importantes autoridades del mundo, quienes caminaron solo por cerca de 200metros debido a las extremas medidas de seguridad adoptadas frente a posibles nuevos atentados. Entre ellos se cuentan la canciller alemana Angela Merkel, el primer ministro de Gran Bretaña David Cameron, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, el presidente maliense Ibrahim Boubacar Keita , el presidente francés Francois Hollande , y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, entre muchos otros líderes que salieron a las calles para demostrar su repudio a la barbarie cometida, al terrorismo y a la falta de tolerancia. Por primera vez se pudo ver a representantes islámicos y judíos unidos contra el terrorismo, gracias a la presencia del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el presidente palestino Mahmud Abbas, de esa forma en medio de la plaza de la Republica se observó como ondearon las banderas de Israel y Palestina en un claro ejemplo de que es posible alcanzar la unión de los pueblos y superar las odiosas divisiones étnicas y religiosas.
Finalmente podemos afirmar que dentro de este contexto no hay ganadores (a excepción de la extrema derecha), sino solo perdedores, pues además de las 17 víctimas inocentes del brutal ataque de los fanáticos e intolerantes jihadistas, este se ha convertido en un crimen contra la libertad de prensa, contra la libertad de pensamiento, contra la libertad artística y contra la nación que les abrió las puertas y que les entregó una mejor calidad de vida. Pero este atentado también representa un obsceno crimen contra la religión islámica, y contra los musulmanes que viven en el mundo occidental y sobre todo los que viven en Francia, pues ahora son ellos los que arriesgan tener que pagar las consecuencias de algo que no tienen responsabilidad alguna, aumentando los odios y rencores dentro de una sociedad altamente polarizada.
Luis Leal Cuevas*
El Ciudadano
* Historiador, Máster en Relaciones Internacionales-IDEA-USACh y Máster en Educación UERJ.