Un intenso temporal ha afectado el norte de nuestro país. El saldo de víctimas resulta alarmante, considerando que el temporal fue avisado por meteorología el día 22 de marzo, y de parte de la dirección regional de la ONEMI, se declaró alerta temprana por las lluvias que se esperaban para la región de Atacama.
Recorte de La Tercera del 22 de marzo.
Sin embargo y a pesar de la alerta preventiva, las lluvias arrasaron con todo y el escenario que estamos viendo en las regiones de Antofagasta, Calama y Coquimbo son terribles.
Por esta razón, la presidenta Michelle Bachelet tuvo que viajar a las zonas de la catástrofe y luego de dimensionar el impacto, no le quedó nada más que decir que “estamos haciendo todo lo humanamente posible en el norte” y señaló que, una vez pasada la emergencia, se van a construir defensas que puedan impedir o contener el desborde de los ríos.
Más allá de lamentar lo sucedido, es necesario que saquemos conclusiones de nuestra situación país. Vivimos en un cordón volcánico y tenemos varios de ellos en actividad constante -como lo estamos viendo con el volcán Villarrica- estamos emplazados sobre una fractura en placas terrestres -lo que se traduce en temblores constantes y los terremotos han marcado nuestra historia-; tenemos costa a lo largo del país y nos hemos visto asolados por tsunamis; los incendios forestales son una constante en nuestros noticiarios y, si bien, la magnitud de estos eventos hacen que las situaciones se vuelvan incontrolables, es fundamental que comencemos a tomar cartas en el asunto para preveer y minimizar los costos ante este tipo de eventualidades que, estamos claros, no van a dejar de suceder.
Lamentablemente, ante situaciones de estas características, quienes se ven obligados a responder ante la ciudadanía, son las autoridades de nuestra macropolítica: la presidenta, el ministro del interior, de defensa, aparecen Carabineros, pero por lo que hemos visto, la ONEMI no parece ser una entidad suficiente y las reacciones de esta, son siempre posteriores a la debacle.
Quizás ya sea hora de habilitar un Ministerio que se encuentre completamente en función de prevenir, educar, construir y habilitar instancias para estas catástrofes.
El centralismo de nuestro país es realmente brutal a la hora en que las regiones requieren de asistencia y es fundamental que el Estado, independientemente del gobierno de turno, solucione estas malas prácticas.
No puede ser que cada vez que sucede una catástrofe, la gente se organice y que la ayuda parta siempre desde Santiago. Deberían existir centros de acopio de ropa, alimentos no perecibles, medicamentos, colchones, frazadas, etc. que se encuentren en funcionamiento durante todo el año y con oficinas en las zonas extremas e intermedias para que la ayuda llegue de manera oportuna y ya clasificada y ordenada.
Por ejemplo, vimos que en el incendio que asoló a Valparaíso, llegaron hasta vestidos de novia dentro de los fardos de ropa de ayuda y el exceso de prendas de vestir, después se transformó en un problema más dentro de todo el caos y, finalmente, tuvo que ser llevada a vertederos de basura.
No podemos continuar en la misma dinámica de sorpresa y lamentos; de críticas al gobierno de turno por el mal manejo de los desastres y de la cacería de brujas, como lo sucedido luego del 27F. Es necesaria la creación de otro organismo para enfrentar, en mejores condiciones, lo que ya sabemos que sucederá, por lo menos, una vez en el año.
En Twitter: @AngelaBarraza