La batalla electoral acabó este 13 de diciembre, la campaña y el millonario gasto electoral culminan con bombos y platillos y un resultado aún incierto.
Aunque cada vez es más difícil prever resultados, se sabe que la llegada entre los tres candidatos con posibilidades ciertas será estrecha y que todo se dirimirá en el balotaje.
Tras la elección, la política debiera cambiar rumbos y renovarse. La interminable «transición a la democracia» le cambió la médula a los partidos, convirtiéndolos, de la mano del Departamento de Estado norteamericano y la socialdemocracia europea, en fieles administradores de la herencia pinochetista.
Por su parte, la ciudadanía -sometida a una permanente erosión ideológica y cultural- es manejada a su antojo por los grupos económicos a través de los medios de comunicación. No existe la más mínima voluntad política para acabar con los amarres que impiden la plena democracia, como la Constitución de 1980, aún vigente.
La política se oligarquiza: una casta comparte privilegios. Hay un inmenso abismo entre el pueblo y la política, que se ha convertido en un espectáculo publicitario donde importa más el marketing que las ideas o propuestas de país.
La derecha está a un paso de ganar la presidencia, lo único que aún no controla. Ha estado a punto de ganar las dos últimas elecciones presidenciales gracias a la descomposición oficialista y a decenas de millones de dólares -aportados por los empresarios- para las campañas.
Sin embargo, este 13 de diciembre puede fragmentarse el actual modelo y romperse el «empate técnico» entre oficialismo y oposición, que en la práctica cogobiernan.
Chile se derechiza mientras Latinoamérica vive una corriente progresista. Para algunos, puede que tras la elección se vuelva a los “tres tercios”: derecha, centro e izquierda.
La franja de TV y la propaganda callejera se centran en las apariencias y peleas mediáticas. No hay ideas de fondo. Entusiasma solo a profesionales del marketing.
Además, los candidatos están muy por debajo del apoyo que exhibe, a poco de dejar su mandato, la presidenta Bachelet, a quien los chilenos sienten «cercana». Su patrimonio político puede ser determinante. En un eventual gobierno derechista, Bachelet podría agrupar a la «oposición».
“Todos los que rodean a Piñera son herederos de Pinochet”, dijo el ex presidente Ricardo Lagos.
En su gobierno, la brecha económica aumentó y los empresarios lo alabaron como un a un faraón. Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el candidato oficialista, lleva ventaja sobre Marco Enríquez-Ominami (MEO), quien se ha convertido en la sorpresa y piedra en el zapato del oficialismo. Ventaja que se sigue acortando y que hoy es completamente incierta. Ante la falta de grandes proyectos una mínima audacia podría ser determinante. Los votos en disputa no son más del 5% del padrón electoral, y hay un 15% de indecisos.
Aunque Frei es “más de lo mismo” se dice que es factor de unidad para “frenar a la derecha”.
MEO ha dicho que “gobernará con los más capaces” y representaría un “cambio generacional”. Su ventaja es que podría dar un golpe al corazón del modelo: el consenso bipartido-binominal que encarna la Concertación y la Alianza, y que ha cogobernado Chile los últimos 20 años.
Sebastián Piñera profundizaría el neoliberalismo sin tocar el sistema tributario ni regular los mercados. Será otro “privatizador”, quizá el peor. Arrate, el candidato comunista, no tiene ninguna posibilidad, solo pretende acrecentar un capital de votos para traspasarlo a Frei a cambio de prebendas para la izquierda extraparlamentaria, que podría dejar de serlo, eligiendo uno o dos diputados.
Sobre temas de fondo, nada o casi nada. Frei dice “Estado y más Estado”,pero en su gobierno privatizó el agua, los puertos, etc., etc. Ningún candidato responde a las demandas mapuches, a una salida al mar para Bolivia, a renacionalizar el cobre o acabar con las AFPs, o instalar de una vez por todas una Asamblea Constituyente.
Frei habla de “paridad de género” en su «futuro gobierno», no solo en ministerios sino en toda la administración. Durante su mandato sólo hubo tres mujeres en el gabinete. Mientras empleados públicos, profesores e indígenas exigían que sus demandas fueran atendidas, Piñera prometía que en su gobierno pagaría la “deuda histórica” de los profesores, que se arrastra desde 1981, en plena dictadura. Sus colaboradores, partidarios de Pinochet, fueron quienes respaldaron el origen de esa deuda.
Dos millones de electores no participarán y a eso se suma el porcentaje de votos nulos y blancos. Quien sea elegido realmente no reunirá más de un 30% de adhesión. Más de dos millones de chilenos menores de 30 años no se inscribieron.
El electorado suma 8.285.186 personas. Desde el Plebiscito del 5 de octubre de 1988, solo se han sumado 850.000 electores. De continuar la tendencia se evidenciará aún más la «crisis de representatividad».
Apenas el 9,2% de los electores tiene entre 18 y 30 años. En 1988, ese rango era del 36%. Envejece el electorado. El 46,4% de quienes votarán tienen más de 50 años. El Servicio Electoral señala que del total de nuevos inscritos, 159.447 son jóvenes. Del total de votantes un 47,4% son hombres y un 52,6%, mujeres. Crece la tendencia a la baja inscripción. La Región Metropolitana concentra el mayor número de votantes: 37,4%. De actualizar el sistema de inscripción, que data de 1925, o de la ley de voto voluntario ya nadie habla.
Más limitada aún es la representatividad de senadores y diputados, por la vigencia del binominal. En los resultados de la elección influirán millonarios gastos en propaganda, sondeos y encuestas, y la cobertura mediática. Se mantienen denuncias de «intervencionismo electoral» gubernamental.
Aunque se estancó el voto por Piñera, cualquier pronóstico es arriesgado. La elección será muy estrecha. El miedo a perder se instaló en la derecha y en la Concertación. En la franja de propaganda las ideas fuerza son: “Que no haya miedo a votar por un candidato joven”, en el caso de MEO; “Piñera: Una nueva forma de gobernar”; “Frei, vamos a vivir mejor”, y “Somos la izquierda”, con Arrate. Se dice que será la competencia electoral más reñida de la historia. A nivel parlamentario debuta el pacto Concertación-Comunistas.
La presidenta Bachelet posee un 80% de aprobación, récord de respaldo.
Hace un año marcaba 42%. Su gobierno posee un 69% de adhesión. Así y todo, peligra la continuidad del oficialismo. Por primera vez la Concertación no va primero en las encuestas. Entre Frei y MEO puede darse un virtual empate, y Piñera no sube del 36%. El año pasado, obtenía sobre el 40% cuando aún no había otras candidaturas. Lo único fijo es que Concertación y Alianza pasarán al balotaje. Pero si MEO desplaza a Frei habrá un terremoto político.
Los dos monopolios periodísticos destacan que Piñera “sigue a la cabeza en primera vuelta”, y que “en segunda, gana”. También, el avance de MEO, el candidato “díscolo”. La encuesta UDP advierte que Piñera cae en su respaldo y Frei se aleja de Enríquez, en la primera vuelta. En segunda ronda, Piñera caería derrotado tanto con Frei como por MEO.
Los debates han dado como ganadores a MEO y a Arrate. Según UDP, Piñera logra un 30,3%; Frei un 23,7%; MEO un 17,3%; y Arrate apenas un 4,1%. Frei y Piñera estarían seguros para el balotaje, donde Frei ganaría con un 36,3% contra un 35,5% de Piñera. Pero es un «empate estadístico».
Se especula que el 45% de los votantes de MEO se inclinará por Frei, mientras un 19% lo hará por Piñera. La encuesta CERC ubica a Frei y MEO en un empate en primera vuelta electoral, bajo Piñera. Jorge Arrate no bajará su candidatura, aunque reconoció que apoyará a Frei en el balotaje e intenta crear un frente anti-Piñera con los otros candidatos.
Giro País, encuesta hecha solo en la Región Metropolitana, da empate entre Frei y Piñera en segunda vuelta, ambos con un 42%. MEO en segunda vuelta ganaría a Piñera.
MEO es el más «mediático». La derecha empresarial lo catapulta por el aporte que su “simpatía” podría hacer a la derrota de Frei y a un eventual triunfo de Piñera. Pero también hay un ambiente de hastío que MEO ha sabido comprender y canalizar. Hastío que pasa por la Concertación, la derecha y las izquierdas.
Se dice que el Pacto contra la Exclusión, que reúne al oficialismo y a comunistas, intenta dar una mayoría para romper los amarres que dejó Pinochet. Pero si llegasen comunistas al Congreso, el binominal quedará intacto y sin reales posibilidades de cambio por años, quizás décadas. A la derecha le duele el acuerdo PC-Concertación, aunque algunos -incluso en la ultraderechista UDI- lo ven como la mejor forma de salvaguardar el statu quo.
De alguna forma se desmorona el sistema de partidos. Bachelet califica al sistema electoral como “una camisa de fuerza que consagra un empate artificial y distorsiona la voluntad ciudadana”. Según el ex presidente Patricio Aylwin triunfará Frei, aunque reconoce dificultades:
“Probablemente sean las elecciones más complicadas, pero tengo mucha confianza. Confío en la inteligencia de los chilenos. Los hechos están claros y han demostrado quiénes han sido capaces de servir de mejor manera al progreso conciliando crecimiento económico y justicia social”, dice.
Para el historiador Alfredo Jocelyn-Holt, “la Constitución sigue pétrea, no ha sido reformada en su elemento básico, un fuerte autoritarismo con deficiencia en la separación de los poderes. El único de los actuales candidatos que ha manifestado que no debe haber ningún cambio es Piñera. Chile es un país complicado e infinitamente más pobre que antes, con mala distribución del ingreso, segregación, centralismo, conflictos sociales, un aumento del aparato de seguridad, chicos con bombas en las mochilas, y el conflicto mapuche que, a esta altura del juego, es militar”, dice.
Otro historiador, Gabriel Salazar, también es crítico: “El PS está en la oligarquía y es neoliberal; el PPD es neoliberal y el PC, que estaba afuera, quiere meterse adentro. Están todos dentro del Estado. No hay izquierda: la que podría ser, la extraparlamentaria, está jugando a las elecciones. ¡Jugando a tener presidente y parlamentarios en el Estado ilegítimo que construyó Pinochet!”.
Todos representan “más de lo mismo”. No hay propuesta que apunten a modificar el sistema. No se plantea una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución o impuestos a las exorbitantes ganancias de quienes controlan la economía. Chile es uno de los países que más gasta en armas, casi un 4% del PIB -que lo ubican cerca de Brasil y por encima de Colombia, que vive un conflicto armado hace décadas-. La desigualdad en la distribución del ingreso se acrecienta a pesar de “gobiernos socialistas”: el 10% más rico acumula el 42% del ingreso.
Todos los presidenciales se declaran partidarios del “transversalismo”.
“No hay debate de ideas sino monólogos superpuestos”, dice el periodista y director de Punto Final Manuel Cabieses. “No se hacen propuestas en materia de educación para terminar con el negocio de los colegios privados y ordenar el sistema de educación superior que perpetúa los privilegios. No se habla del cobre: el tema central de la economía chilena es un tabú que ha durado todos los gobiernos de la Concertación.
Algunos incluso pretenden iniciar la privatización de Codelco. Los jóvenes se apartan del sistema político, reducido a una participación electoral manipulada, desprestigiado pues aún no se instala una Asamblea Constituyente”, agrega. Asamblea que prometió Aylwin en 1989 durante su campaña presidencial. “Las dificultades en la Concertación no son buen augurio. Da la impresión que se ofrece en bandeja la presidencia al empresario Piñera”, añade.
Pareciera que la Concertación se agotó por la corrupción y la ambición.
Por Arnaldo Pérez Guerra
Alai Amlatina
El Ciudadano