Esta columna de opinión fue escrita originalmente por Shannon Palmer para el sitio HenryHarbor.com el año 2014, justo después de que el mundo se enteró de que el actor ganador del Oscar, Philip Seymour Hoffman, había muerto por una sobredosis de drogas. Su idea es hacer una defensa de las personas que sufren de esta terrible enfermedad, no justificándola, sino que llamando al respeto por los que la sufren.
En primer lugar ella explica que los drogadictos son malentendidos y que son muy afortunados lo que no han sufrido de adicción a alguna droga. Pues es algo común y pueden estar en cualquier parte: puede ser un chico, tu esposa, tus amigos, quién te sirve en un restaurante, tu doctor, tu vecino, los actores de tus películas favoritas y un largo etcétera.
Sony Pictures Classic
Obviamente nadie sueña con ser un drogadicto con una jeringa en el brazo o estar echado en un sillón después de haberse bebido varios litros de alcohol. Ni siquiera las mismas personas que caen en las drogas piensan en eso cuando beben su primera cerveza o prueban la marihuana por primera vez. Jamás habrían pensado que caerían en un camino de desesperanza, vergüenza y dolor, pero inexplicablemente lo hicieron. Y seguramente si a estas personas les mostraran la dura realidad de su futuro, no querrían caer ahí.
Palmer también se refiere a los drogadictos que deben cometer crímenes para conseguir drogas, como robar. Ella intenta explicar que la gran mayoría se odia a si mismo por tener que hacerlo pero no tienen otra opción. El agonizante dolor físico al que llegan cuando no tienen su droga los obliga a actuar de esta forma. Es la forma que tienen de pasar la noche. Por eso llama a tener compasión, a saber que a pesar del daño que puedan realizar a las personas y, sobre todo, a sus círculos cercanos, siempre pueden mejorar y mantenerse sobrios.
Ella sufrió de una adicción tres años antes de escribir esta columna. No se podía parar de la cama y pasaba todo el día en pijama tratando de beber el máximo de alcohol que su cuerpo pudiera soportar. Necesitaba emborracharse a tal punto de perder la conciencia y dejar de sentir. Dejar de sufrir una angustia y depresión que la estaba consumiendo. Tenía abandonada a su hija y un montón de cosas de las que se arrepentiría más tarde. Por eso cuando se enteró de la tragedia de Philip Seymour Hoffman, se sintió muy identificada y al mismo tiempo se molestó por los comentarios odiosos y agresivos que leía en los medios y en las redes sociales.
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Además, dice que ver el caso de este actor (que estuvo más de 20 años sobrio) le hace pensar sobre lo difícil que es luchar contra la adicción, pues es posible caer en cualquier momento. Palmer también rescata que las personas que se levantan de una adicción no solo son ejemplos de superación sino que además pueden contribuir mucho a la sociedad pues conocen lo que es tocar la oscuridad y volver a la luz.
Por eso, también llama a las personas a apoyar siempre antes que dar la espalda pues hacer el camino acompañado es mucho más fácil que hacerlo solo. Todos merecen vivir y estas personas que sufren necesitan de amor para no recaer y superar su dolor. “Amarlos no significa aceptar su comportamiento destructivo o permitirles que sean adictos. Significa tener compasión antes que menospreciarlos. Hay mucho en riesgo. Es, en verdad una cuestión de vida o muerte”, dice en el final de su columna.