Inmediatamente después de publicada la noticia, comenzaron los agresivos comentarios en contra de recibir a la comunidad Siria. Comentarios sobre musulmanes terroristas, “prácticas tribales”, la voluntad del Gobierno de traer al ISIS a Chile, orgías arábicas y un profundo miedo a que Chile se transforme en una potencia musulmana, fueron los comentarios más respetuosos que se tomaron las redes sociales. Decenas o cientos de comentarios que manifiestan una brutal ignorancia son algo que nos encara que Chile vive su propia crisis humanitaria.
Por crisis humanitaria, me refiero a las distintas violencias que generamos y que toleramos como sociedad. La violencia con la que se acusa que los sirios apoyan el Estado Islámico -cuando en realidad escapan de él- es la misma con la que se acusa a una menor de catorce años de “caliente” al quedar embarazada, al pueblo Mapuche de “querer todo gratis”, y muchos otros comentarios que manifiestan la enorme violencia con la que la sociedad chilena interpreta los hechos.
{destacado-1}La crisis humanitaria que sufre Chile remite a una sociedad que no desea reflexionar ni considerar al humano que se encuentra al frente. Es el perfecto ejemplo de cómo un gobierno totalitario y un sistema económico puede desintegrar las relaciones sociales, desconfiando radicalmente de lo que se considera como “distinto” y escapando de cualquier argumento que quiebre este orden nacional. Ya a mediados del siglo pasado Hannah Arendt hablaba sobre la forma de imponer un totalitarismo en una nación: mediante la destrucción de las instituciones y las relaciones sociales. Precisamente eso fue lo que ocurrió. Se destruyó la discusión, la argumentación y la búsqueda de otras opiniones, mediante la imposición del terror. Ahora lo que nos queda – más de 20 años después – es este prístino simulacro de que todo está en orden y todo funciona bien, mientras que somos incapaces de acoger en nuestro país a víctimas de un conflicto bélico que partió siglos antes de ellos nacieran.
Una perspectiva para ver este problema es la educación, pero creo que esta es una crisis mucho más profunda: es la que se da al no buscar siquiera otra explicación válida a una problemática –por un lado- pero también al no querer dar una explicación válida por el otro. Aquí entra en juego también la violencia académica; ese asumir que el otro no va a entender ya que no tiene las habilidades para hacerlo. Porque las familias que no desean que musulmanes entren al país no son malas, sólo quieren proteger a sus hijos de la única versión que tienen del musulmán, y no están dispuestas a alterar la cotidianeidad, ya que eso puede implicar algo nuevo o distinto, donde entra a jugar el terror.
La lucha contra la discriminación, la xenofobia y el individualismo no es una lucha contra la ignorancia; es una lucha contra el terror. El terror de vivir distinto a como nos criaron. El terror de poner las responsabilidades no sólo en el individuo. El terror de que el orden impuesto y funcional termine.
La crisis humanitaria en Chile es una crisis de esperanza, de fe en lo humano y de imaginación. Es la crisis de creer que todo estará bien mientras que se siga con el orden impuesto.