Entender cómo se produjo este fenómeno histórico de sacarse la boina del Che Guevara para vestirse de Armani, tal vez sea más complejo de explicar cómo a la altura de Plaza Italia el río Mapocho fue obligado por los conquistadores a transitar sólo por la derecha, omitiendo su brazo izquierdo, que descendía por La Cañada, abuela de la Alameda. Tanta vocación por la izquierda tenía el caudal que fluía desde la cordillera, que bastaba una sola crecida invernal para que las aguas buscaran su camino por esa zona, provocando sendas inundaciones en la ciudad; amenaza que hasta hoy se mantiene latente.
En la política sucede algo similar. La historia sociopolítica de Chile da cuenta de un país cuya naturaleza –a semejanza del Mapocho en su paso por el centro de la ciudad– se carga hacia la izquierda. No obstante, a pie forzado –ya se sabe cómo y cuántas veces– el país termina transitando por la derecha.
Tras la recuperación de la democracia, a inicios de los noventa, la misma izquierda que coadyuvó en la lucha contra la dictadura cívico-militar optó por la vereda derecha al mantener el modelo socioeconómico impuesto a la fuerza. No sólo eso: lo profundizó y, de paso, se dejó atrapar en sus redes, haciéndose cómplice en su administración; fórmula que trajo consigo una convivencia perniciosa entre política y dinero, que ha acrecentado la desigualdad social.
Tal como sucede en la hidrografía, en la política también se puede modificar tantas veces como sea necesario el curso de los hechos, yendo y viniendo entre los extremos, relativizando las diferencias con el adversario en función de intereses particulares, cruzando la acera de un lado a otro. Así lo evidencia el ex Fiscal Nacional Económico del gobierno de Ricardo Lagos, Francisco Fernández, quien además fue vicepresidente del Partido Socialista.
El abogado explica en una entrevista con El Mostrador su distanciamiento de Ricardo Lagos, a quien califica de “autoritario”; y asegura que “Lagos llevó al paroxismo la máxima de Luis XIV: ‘El Estado soy yo’, y le agregó el adverbio ‘solo’: “El Estado soy solo yo”.
Francisco Fernández sitúa sus diferencias con el ex Mandatario “en cuestiones valóricas en torno a lo que deben ser los intereses que nosotros los progresistas, los socialistas, tenemos que defender. Son valores superiores a nosotros mismos, corresponden al conjunto de la sociedad, de los sectores más postergados y explotados de ella”.
No obstante, el ex titular de la FNE reconoce en Lagos una cualidad. “Él tiene dotes de visión de hombre de Estado. Pero desgraciadamente, el fenómeno de captura de la clase política por el poder económico llevó no solo a Lagos en Chile, sino a Felipe González en España, que es su referente, a hacer lo mismo: se convirtió en un gran lobista de las empresas transnacionales españolas. ¿Cómo se puede llamar socialista gente que actúa así?”, reflexiona en la entrevista.
Durante el Gobierno del Presidente Allende en Chile sí existió la posibilidad de ‘recanalizar’ la historia habilitando el lado izquierdo por donde transitara el proceso revolucionario que daría a Chile un nuevo orden, una sociedad más justa y vivible. Pero hubo un punto de inflexión que alteró ese momento. Todo lo que vino después es archisabido: una dictadura cívico-militar que implantó un modelo que la ‘democracia’ ha revalidado en cada uno de los gobiernos, desde 1990 a la fecha. Un sistema tan adictivo para la política como las grasientas hamburguesas del McDonald´s; un modelo irresistible, incluso, para el más comunista de los comunistas.
Francisco Fernández asegura que “en la Concertación, no solo en el Gobierno de Lagos sino en los que lo antecedieron, y también en el primero de Michelle Bachelet, ha habido una fuerte influencia del pensamiento político económico neoliberal”.
Respecto a la impronta de los gobiernos de la Concertación en la forma de asegurar el acceso al poder, mediante la relación política-dinero, que desembocó en la mayor crisis de confianza de la ciudadanía en la actividad política, el ex ministro del Tribunal Constitucional, asegura que “el fenómeno viene de hace tiempo, desde la recuperación democrática hasta ahora”.
Fernández sostiene que “ahora ha estallado por la vía de los escándalos de boletas falsas, de aportes irregulares de financiamientos de las campañas, pero en realidad esto es más antiguo. Lo que pasa es que no se sabía cómo operaba, pero no me explico de otro modo esta obsecuencia de los gobernantes hacia el gran poder económico, si no es porque estos han contribuido al financiamiento de su acceso al poder”.
Cómo un ‘hombre de izquierda’, de la trayectoria de Ricardo Lagos, cuyo retrato presidencial ocupa un lugar de honor en el Partido Socialista –junto a Salvador Allende– acaba siendo cautivado por el olor del dinero, es una cuestión que, de responderse, podría extrapolarse a toda una cultura que tiende a extinguirse a manos de una palabra maldita: consumismo.
En rigor, hoy ser de izquierda supone la incomodidad de verse obligado a explicarlo como una suerte de inconducta superable en una sociedad organizada bajo las leyes del mercado. En esa realidad, una persona que se declara de izquierda es vista como un adolescente típico: inmaduro, revolucionario, conflictivo, en suma, trasnochado, en especial, por su vocación estatista.
Tal vez por ello, muchos ‘izquierdistas’ hoy prefieren autodenominarse como de centroizquierda, una versión light de la izquierda a secas, y por tanto, desideologizada pero funcionalista, útil a la cultura mercantilista, que suma y multiplica, que asegura el consenso. A tal punto, que un ‘hombre de izquierda’ como Ricardo Lagos es visto con sospecha por otro ‘hombre de izquierda’, como Francisco Fernández, quien reubica al ex Mandatario en un domicilio más apropiado, a la hora de plantearlo como opción presidencial.
“No creo que por él debiera votar la gente que se considere de izquierda. Lagos sería un buen candidato de la centroderecha en Chile, porque su ejecutoria concreta es esa (…) Ahora él tiene razón en algunas cosas, cuando ha dicho que hasta 2005 y con las reformas que él propició con un entendimiento con la oposición en el Congreso, se pudo terminar con los senadores designados, con la inamovilidad de los comandantes en Jefe, con el Consejo de Seguridad Nacional como factor de incidencia en la vida política del país… eso es cierto”.
“Pero ahí no se agotaba la recuperación democrática. Eso había que acompasarlo también con otras medidas que marcaran independencia frente a los poderes fácticos, al gran poder económico. Ahí faltó esa voluntad para encarar esa parte inconclusa de la tarea. Entonces es cierto, no todo lo que se quería se podía, pero ante la opinión pública, y ante nuestros conciudadanos, es muy importante marcar la diferencia de que no lo hago porque no puedo, a que no lo hago porque no quiero”, concluye el ex integrante del Comité Central del Partido Socialista. Nada menos.