Luis Poirot: «Toda fotografía pelea un poco con la muerte»

El fotógrafo Luis Poirot convirtió en libro su último trabajo: “Iglesias Rurales de Chile” (Editorial Contrapunto, 2009)

Luis Poirot: «Toda fotografía pelea un poco con la muerte»

Autor: Wari

El fotógrafo Luis Poirot convirtió en libro su último trabajo: “Iglesias Rurales de Chile” (Editorial Contrapunto, 2009). Allí se retratan las iglesias del norte y sur chileno, acompañadas por textos del poeta Raúl Zurita (“Arrasadas de Luz”).

La exposición de este trabajo está en el centro cultural Balmaceda en Providencia.

JUGAR A SER UN DIOS

-¿Por qué le interesaron las iglesias rurales?

-El proceso de las iglesias rurales de Chile no fue algo místico, yo no soy místico. Es un proceso de investigar cuáles son y dónde están nuestras raíces culturales.

Las iglesias del norte y las de Chiloé están hechas por la comunidad, sin arquitecto, y ese fue un arte mestizo.

Había llegado un plano de Italia para hacer una catedral neogótica de ladrillo en Castro. Pero los chilotes se negaron y la hicieron en madera porque era lo único que sabían trabajar. Reinterpretaron un modelo que venía de afuera con lo que conocían.

-Sólo trabaja en blanco y negro ¿Por qué descarta el color en sus fotografías?

-Como decía el director de teatro Peter Brook, en el campo de la creación hay muchas posibilidades pero tengo la obligación de escoger una y defenderla hasta las últimas consecuencias.

Creo que la foto en blanco y negro es más abstracta que el color, se aleja de esa odiosa tentación de la fotografía de querer ser la realidad. La fotografía no es la realidad, sino que a partir de ella construye un mundo, y el mundo del blanco y negro es más misterioso, más sugerente.

-¿Qué le gusta del retrato?

-Ahí guardo la presencia de una persona que va a desaparecer, juego a ser el pequeño dios y le doy inmortalidad. Yo fotografío mi relación con una persona, el resultado de la fotografía es esa relación. Tampoco puedo fotografiar a nadie si no quiere, no puedo violentar. La cámara es un elemento de poder, y yo quiero que sean cómplices conmigo.

-¿Su trabajo ha seguido un hilo conductor en el tiempo?

-Hay hilos conductores que otras personas me hicieron ver: El teatro, la luz, el drama, el claro-oscuro, el decorado y la forma de enfrentar a los personajes.

Hay una búsqueda de la permanencia, poder conservar algo que tengo terror que desaparezca. Generalmente, todo lo que hago tiene ver con guardar la memoria. Yo arrastro conmigo el terror a la pérdida.

Toda fotografía pelea un poco con la muerte, yo fotografío a las personas varias veces en el curso de su vida para ver qué es lo que va pasando. También, ciudades y barrios que creo son importantes de recordar.

IMPERTINENCIA DE LOS 60

-¿Cómo era la vida cultural en su época de estudiante de teatro de la Universidad de Chile?

-Siendo muy joven, después que se separaron mis padres, mi padre se fue a Francia y mi madre quedó sola con tres hijos hombres, y ella tuvo que trabajar para darnos de comer, mantener una casa, pero no había para pagar estudios.

Sin embargo, pudimos estudiar en una universidad gratuita, cosa que hoy día habría sido imposible. Recuerdo que, sin nada de dinero, podía asistir dos veces al mes a conciertos de la Orquesta Sinfónica.

En el instituto chileno-norteamericano leían sus cuentos escritores que estaban empezando. Como José Donoso, o que eran ya reconocidos, como Marta Brunet. Y después se dialogaba con ellos. Yo era un mocoso de 16 años, pero imagínate la posibilidad de interactuar con estos personajes.

Mucho más grande, en los años ‘70, hicimos una exposición con un grupo de fotógrafos y alguien dijo: “¿Por qué no le pedimos el prólogo a Neruda”.

-¿Le pidieron un prólogo a Pablo Neruda?

-Imagínate mi insolencia, llamando por teléfono a la casa de Neruda, que él contestara y me dijera: “Bueno, venga”. Fui, le mostré las fotos y le pedí un prólogo.

Él me dijo: “Perdóneme, yo ya me voy como embajador a Francia, tengo muchas cosas qué hacer, terminar unos libros… Pero utilice un texto mío que hay en tal libro, yo les doy permiso”.

Entonces yo -muy sinvergüenza-, le pregunté: “¿Y usted no lo podría escribir a mano?”. Y él respondió: “Sí, pase en un par de días, se lo voy a tener escrito a mano”. Ese era otro mundo.

FOTOGRAFÍA, CANAL DE LA MEMORIA

-¿Cómo se relaciona la fotografía con la memoria?

-La fotografía se aloja siempre en la memoria, habla desde el pasado pues no tiene presente o futuro. Hacer eso en un país sin memoria es una pelea difícil, porque este es un país desmemoriado, que borra todo con el codo y quiere reinventarse cada día, pues cree que cada generación descubre la pólvora.

-¿De dónde viene esta amnesia colectiva?

-Es falta de real cultura. Vivimos copiando, colgados a la última moda sin desarrollar proyectos propios. Buscamos el reconocimiento de este hermano mayor que está en Europa o Estados Unidos y, en verdad, es un complejo de inseguridad. Creo que el único momento en que hemos tenido identidad, para bien o para mal, es el período de la Unidad Popular.

-¿En qué sentido?

-En ese período, los demás venían de afuera a ver esto que estaba pasando aquí, que era un cuento distinto, un experimento que no tenía parangón ni precedente en ninguna parte.

Había que inventarlo todo, con la necesidad de crear algo todos los días, y no había que buscar el referente en ninguna parte, si nosotros lo estábamos haciendo.

Por Rocío Munizaga Dinator


Fotografías: Fernanda Larraín (en las que aparece Luis Parot) / Iglesias de Chile (Luis Parot).

El Ciudadano N°84, segunda quincena julio 2010


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