Han pasado 16 años de la tragedia, pero las imágenes permanecen en la memoria de miles de personas alrededor del mundo como si hubiese sido ayer.
Como si se trata de un álbum que nadie quiere abrir, pero que inevitablemente regresa, las fotos del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, forman parte de la triste historia de la ciudad, del país y del mundo.
Una de las fotos más icónicas que esta semana fue recordada con motivo del aniversario del atentado terrorista es la del “Hombre que cae” (The Falling Man).
El sujeto fue fotografiado segundos antes de su muerte cuando se lanzaba de la edificación, justo entre la Torre Sur y la Torre Norte.
El hombre cae verticalmente con la cabeza hacia abajo. La víctima se “lanzó” luego de que el primer avión secuestrado por Al-Qaeda se estrellara contra una de las torres.
Otras 200 personas hicieron lo mismo ante la desesperación del momento.
La imagen, captada por el fotógrafo de la agencia de noticias Associated Press Richard Drew, fue en principio censurada por su explicitez. El fotoperiodista escuchó testimonios de que personas se estaban lanzando del edificio y sacó su lente para ver qué imagen captaba.
El protagonista de la foto fue identificado, en principio, como el hispano Norberto González, que trabajaba en el restaurante “Windows on the World”, en la torre norte del complejo.
Pero resulta que la hipótesis no era real y la familia lo desmintió.
Posteriormente, un documental británico, titulado “9/11: The Falling Man”, teorizó que se trataba de Jonathan Briley, técnico de sonido del mismo establecimiento, lo que tampocó resultó ser cierto. Al día de hoy permanece el misterio sobre la identidad de la persona.
Parte del debate sobre la foto giró alrededor del argumento de que no se debía usar el término “saltar” para referirse al hecho, dado que los que saltan de edificios van con el interés expreso de suicidarse. Sin embargo, en este caso, el momento de desesperación habría llevado a las víctimas a las acciones más extremas como salida. Bajo ese contexto, deberían considerarse víctimas de homicidio.
En 2016, la revista inglesa Esquire y Times dedicaron artículos completos a la polémica imagen, lo que incentivó la discusión.