Cinco millones de personas en más de 50 países del Sur obtienen beneficios del comercio justo. Tan sólo en España, este tipo de comercio facturó más de 22 millones de euros el último año y sus ventas crecieron, en 2001, en un 24%. El comercio justo está al alza en el mundo y parece que está sabiendo sortear la crisis mejor que el comercio tradicional.
“Tras 50 años de historia, el comercio justo ha dejado de verse como una utopía a ser un movimiento global a tener en cuenta”, explica la Coordinadora Estatal de Comercio Justo de España (CECJ). Sus productos, artesanía, ropa y, sobre todo, alimentación, no sólo se encuentran en las tiendas especializadas o en las tiendas de las ONG. También se pueden encontrar en grandes superficies y supermercados. Quizá, este gran salto a los canales de distribución habitual haya hecho que la demanda de estos productos sea cada vez mayor. Muchos consumidores se quejaban de la dificultad de encontrar este tipo de productos para llenar sus carritos de la compra.
En la actualidad, el café o el té de comercio justo se puede encontrar en la mayoría de las estanterías de supermercados. Y concretamente, es en este sector, el de la alimentación, donde el crecimiento de ventas ha sido mayor. Así, por ejemplo en España, siete de cada diez productos de comercio justo que se venden pertenecen a la alimentación. Sin embargo, desde la CECJ explican que el objetivo no es tener grandes niveles de crecimiento, “sino intentar contribuir y apostar por una salida alternativa a la actual crisis económica que permita cambiar las reglas injustas del mercado convencional”. En la actualidad, 65.000 empresas transnacionales controlan casi el 30% de la actividad económica mundial, según datos de Naciones Unidas. Y estas empresas aportan menos del 1% de la fuerza laboral empleada. Para las organizaciones que apoyan otra manera de comerciar esta brecha comercial es una de las causas de la necesidad de un comercio más justo, ético y responsable.
El comercio justo nació con la motivación de ser una alternativa de mercado real para acabar con las reglas injustas del mercado internacional que obligan a millones de personas en el mundo a vivir explotados y sumidas en la pobreza. Este intercambio asegura a los productores un precio mínimo de compra que les garantiza una vida y un trabajo dignos. Además, el comercio justo apoya el consumo responsable, apuesta por productos que no dañen el medio ambiente y lucha contra la explotación, especialmente la infantil y la de la mujer.
A pesar de las cualidades y objetivos del comercio justo, los consumidores mantienen ciertas reservas contra estos productos. Con la razón, entendemos la diferencia y apoyamos el comercio justo. Pero, el bolsillo hace que nos olvidemos de los buenos propósitos. Es cierto que un precio justo no siempre significa un precio mayor. Pero la realidad nos dice que es así. Como consumidores responsables entendemos que con ese precio un poquito mayor estamos aportando dignidad a las familias que lo producen. Entendemos que, como decía la campaña de la CECJ para celebrar el Día del Comercio Justo, “para disfrutar de un buen café no hace falta que termine molido nadie”. Los datos de ventas son buenos y aumentan cada año, pero no es la opción mayoritaria de compradores que, hoy más que nunca, miran cada céntimo. Sin embargo, somos los ciudadanos los que tenemos que dar un golpe en la mesa. Hemos visto que vivimos en un modelo injusto que nos ha llevado a una crisis injusta. ¡Actuemos!
Ana Muñoz Álvarez
Centro de Colaboraciones Solidarias