¿Cuál es el futuro que queremos? Es una pregunta que pocas veces nos hacemos y muchas veces se la delegamos a terceros: Políticos, instituciones, profetas y en otra categoría discursiva, a las generaciones por venir. Sin embargo, el cambio climático y la degradación ambiental, se pueden convertir en un duro recordatorio, al igual que la pandemia, de que vivimos en un ecosistema global con un alto grado de interdependencia y que los costos de delegar constantemente nuestro futuro a otros pueden estar más cerca de lo que pensamos.
Bajo esta coyuntura histórica, resulta particularmente interesante la narrativa de las “Vías socioeconómicas compartidas” utilizadas por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPPC) para describir los diferentes escenarios económicos, sociales y políticos que desencadenan diferentes niveles de emisión de gases efecto invernadero y otros contaminantes5. Ya que a pesar de los sesgos y limitaciones metodológicas inherentes a los procesos que involucran apreciaciones humanas subjetivas, se puede aspirar a cierto nivel de objetividad1, permitiendo un piso para la discusión política y un escape al peligroso discurso del negacionismo que afecta a diversos sectores nacionales como internacionales al momento de pensar en política ambiental2.
Cada una de las cinco narrativas presenta un desarrollo probable del PIB, población mundial, urbanización, distribución de la riqueza, fuentes de energía, uso de suelo, gases efecto invernadero y contaminantes atmosféricos. Una descripción breve de cada escenario se podría realizar así:
- Sustentabilidad: Se caracteriza principalmente por un vuelco de la política nacional e internacional por la búsqueda del bienestar común con una transición fuerte de la economía y tecnología en la implementación de dicho objetivo. A pesar de lo que se podría suponer ocupa el segundo lugar en lo que se refiere a la generación de riqueza medida como PIB global.
- Medio camino: Corresponde a un escenario en el cual las tendencias mundiales no escapan de la media histórica, existe progreso, pero la posibilidad de no superar los límites planetarios y alcanzar niveles adecuados de bienestar global es moderada.
- Rivalidad regional: Escenario en el cual el nacionalismo impera como tendencia política mundial, los países se enfocan en resolver sus problemas de seguridad alimentaria y abastecimiento de recursos, socavando los acuerdos de cooperación internacional.
- Inequidad: Futuro en el cual las tendencias de acumulación sobre los países y clases de la sociedad más ricos se mantiene, si bien existen altos niveles de pobreza la clase capitalista mantiene cohesión y capacidad de acción pudiendo enfrentar parte de los desafíos impuestos por la crisis ambiental.
- Desarrollo en base a combustibles fósiles: Paradigma en el cual las tendencias en el uso intensivo de recursos naturales, combustibles fósiles y de integración liberal de mercados se intensifican provocando un rápido desarrollo económico de todos los países junto con una caída en la inequidad, pero en detrimento del medio ambiente, por lo cual existen grandes desafíos para la mitigación de los impactos generados.
Ahora, más allá de las apreciaciones políticas o ideológicas que cada uno pueda concebir a partir de la lectura, es interesante hacer hincapié en variables transversales que emergen entre los escenarios. Por ejemplo, el impacto positivo de la educación al disminuir las tasas de fertilidad, fomentando la equidad dentro de las sociedades y a su vez aportando cohesión social. Dando un paso más, empieza a resultar manifiestas la relaciones en temas que usualmente parecen distantes como podrían ser medio ambiente y derechos reproductivos.
Por otro lado, emerge la relevancia de la cooperación internacional como un elemento clave para enfrentar el cambio climático y el tremendo riesgo que implica para los ecosistemas y sociedades el auge de los nacionalismos. Tendencia que contradictoriamente al momento histórico, se encontraría en boga y sin ir más allá con efectos devastadores para el medio ambiente, Trump desvinculando Estados Unidos del Acuerdo de París, Bolsonaro en una retórica nacionalista incitando la deforestación de la Amazonía, y desde una vereda diferente Reino Unido en retirada de la Unión Europea. No deja de ser interesante señalar, cómo han manejado la crisis sanitaria las administraciones de Estados Unidos como Brasil, negándose a seguir recomendaciones básicas y que vendrían siendo de sentido común, paralelismo que sería válido para la política ambiental y una funesta predicción de consolidarse esta tendencia política.
Esta inclinación, incipiente aún, está muy bien descrita en el escenario IV y no deja ser relevante hacer un llamado de atención al peligro global que implicaría profundizarla, siendo este escenario el que presenta menores nivel de crecimiento económico, altos grados de inequidad, como desafíos importantes en mitigación y adaptación al cambio climático a escala global. Y haciendo una incursión al acontecer nacional, posponer la firma del Acuerdo de Escazú, más allá de los argumentos que se puedan esgrimir señalando que ya se encuentra vigente en la legislación nacional: ¿La ausencia de Chile no contribuye a debilitar el marco de desarrollo internacional?
En contraposición, se encuentra el escenario I, la búsqueda del bien común respetando los límites impuestos por los sistemas planetarios, escenario para el cual se han propuesto novedosos modelos económico-sociales, como el modelo de “Dona” que describe la sustentabilidad como el área bajo los límites planetarios y cuando todas las necesidades básicas se encuentran cubiertas, distribuyendo el consumo global con suficiente eficiencia para que todos los habitantes puedan subsistir6.
Figura 1: Modelos económico de «Dona»
Sin embargo, implica asumir una verdad que a muchos les puede poner incomodos; el capitalismo y la estructuración de las relaciones sociales presenta una contradicción profunda3, porque mientras los mercados requieren la inyección de capital concentrado por segmentos sociales tremendamente ricos para proveer de trabajo y sustento a la población mundial, solo se logra de manera global un ingreso per cápita suficiente cuando se sobrepasan los límites que el ecosistema planetario es capaz de soportar5, en otras palabras el escenario V.
La complejidad de la resolución de este conflicto se ha mantenido vigente desde el desarrollo del capitalismo industrial, pero solo las contradicciones asociadas al medioambiente se han manifestado durante las últimas décadas a escala global. Conflicto que no pareciese dar señales de resolución y, por lo contrario, pareciese recrudecerse si tomamos en cuenta las predicciones de Piketty4 sobre la concentración de la riqueza en el mundo y los diversos estudios que señalan que no es factible lograr las metas de emisiones propuestas sin que el consumo de los países más ricos no disminuye. A la disyuntiva actual, podemos sumarle el reemplazo de la fuerza laboral por tecnología, y en particular en la medida que la inteligencia artificial empieza a dar luces de una capacidad para la auto-perpetuación.
Es por ello, que cada día nacen más voces a escala internacional sobre la necesidad de la consolidación de un nuevo contrato social global que pueda resolver o mitigar el conflicto capitalista en torno al medio ambiente y la sociedad. Sin embargo, la historia indicaría que el proceso contractual vendría después de las crisis y no antes; el pacto actual es reflejo de dos guerras mundiales y casi una tercera. Sin embargo, requerimos desafiar a la historia y actuar antes de la catástrofe y para ello requerimos un cambio paradigmático en la concepción de las relaciones humanas, aspiraciones sociales, entendimiento del otro como un otro y finalmente empatía.
Es en este punto en cual puedo volver al primer párrafo, la solución a la crisis social y ambiental no es solo una solución técnica o de carácter economista y que deriva de una modelación objetiva como tendemos a pensar. Sino que también se encuentra amparada en la cultura de delegar el futuro, el poder de manera constante y en el paradigma en el cual nos encontramos insertos. Crisis que de una u otra forma se encuentra manifiesta hoy en nuestras democracias representativas a escala global, tanto por su vulnerabilidad como por su falta de representación del sentir popular, explotando en descontento social. El momento de tomar acción es hoy, el futuro no está escrito y está en nuestras manos construirlo.
Por Pedro Álvarez
Bibliografía:
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- Lamb WF et al. (2020). Discourses of climate delay. Global Sustainability 3, e17, 1–5. https://doi.org/ 10.1017/sus.2020.13
- Newell, P (2005) Race, class and the global politics of environmental inequality. Global Environmental Politics, 5 (3). pp. 70-94.
- Pikkety T (2014) El capital en el siglo XXI. Fondo de cultura económica.
- Rihai et al. (2017). The Shared Socioeconomic Pathways and their energy, land use, and greenhouse gas emissions implications: An overview. Global Enviromental Change, e42, 153-168. https://doi.org/10.1016/j.gloenvcha.2016.05.009
- Wiedmann, T., Lenzen, M., Keyßer, L.T. et al. Scientists’ warning on affluence. Nat Commun 11, 3107 (2020). https://doi.org/10.1038/s41467-020-16941-y