«Quienes nos gobiernan, moldean nuestra mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar».
Edward Bernays
¿Qué nos podría hacer pensar que el rol de los Grandes Medios ahora (con la «pandemia») podría ser diferente?
No hay que engañarse. El gran rol manipulador de los Medios de Comunicación de Masas sigue siendo el mismo. Y de ninguna forma habría de ser distinto con la actual «pandemia».
Nunca deberíamos olvidar que los Medios de Comunicación de Masas son extensiones connaturales de los grandes intereses económicos, por lo que todo lo que de allí se emita siempre hay que verlo con cierta distancia o desconfianza; y, más aún, cuando una buena parte de lo que vemos es propaganda, verdadero «brazo ejecutor» de las élites económicas.
Tal como definiera el publicista y periodista Edward Bernays, a principio del siglo XX: «La Propaganda es el mecanismo por el cual se diseminan las ideas a gran escala, en el sentido amplio de un proyecto organizado para extender una creencia o una doctrina en particular».
«La propaganda moderna es el intento consecuente y duradero de crear o dar forma a los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público con una empresa, idea o grupo».
Es cosa de ver, actualmente, cada Medio de Comunicación de Masas, sintonizar en la misma frecuencia propagandista. La televisión, los diarios, la radio, internet y las redes sociales, todos están confluyendo en un mismo cauce o en la propaganda del momento –potenciándola–; otros se dejan influir por el efecto contagio o ya sea por su propia inocencia, lo que podría ser entendible cuando existe cierta confusión e ignorancia frente a un tema, o se carece de suficiente información.
Tampoco deja de ser interesante la actual censura existente en las redes sociales, cuando se intenta ser crítico frente al relato oficial o surgen voces autorizadas contrarias al mismo; lo masivo-creíble suele ser censurado y lo masivo-ridículo suele ser aceptado. Así como también el tratamiento que se le da a la información en los Medios, cuando existen protestas o manifestaciones contra las restricciones en «pandemia» denominándolos como: «negacionistas», «anti vacunas», «anarquistas», etcétera.
Y tal como funciona hasta el día de hoy: «los Medios de élite establecen un marco dentro del cual opera el resto» (Noam Chomsky). No hay que sorprenderse sobre la «tradicional» dependencia de los Medios en «vías de desarrollo» o «tercermundistas», los cuales suelen replicar lo que los Grandes Medios de Comunicación o Grandes Agencias Informativas emiten.
Para nadie es ajeno que hoy en día –y desde que se decretó la «pandemia»– estemos siendo día a día, sistemáticamente, bombardeados de propaganda (en distintos grados) para de alguna forma mantener cierta atmósfera de miedo –algo muy parecido a lo sucedido después de los atentados a las Torres Gemelas (2001)–. Y, se preguntarán, qué hace el miedo… Pues el miedo contribuye significativamente a silenciar y paralizar a las personas. Y es la razón por la cual, si nos fijamos bien, no haya tanta oposición a las políticas restrictivas en nuestros respectivos países.
No deja tampoco de ser interesante, cómo las personas del común u otros con cierto manejo ideológico-crítico hayan sucumbido fácilmente al poder de influencia de los Grandes Medios. Allí donde pudiera haber cierta crítica, además, el relato oficial de la «pandemia» no ha hecho más que silenciar o anular las voces críticas.
Un ejemplo paradigmático sobre cómo los Grandes Medios están actuando cuando ciertas voces pueden llegar a contradecir sus relatos oficiales, fue lo sucedido con el respetable virólogo francés Luc Montagnier (Premio Nobel de Medicina en 2008 por el descubrimiento del VIH, causante del SIDA), una voz autorizada en cuanto a virus se trata, que prácticamente tratarían de ridiculizarlo. O lo sucedido con el médico español Luis de Benito, en una entrevista para TVE (España) en donde se intentó imponer por sobre la voz de un entendido que trabaja desde el inicio de la «pandemia» dentro de la «primera línea».
El miedo como herramienta de control
Uno de los recursos más utilizados por el Poder para poder mantener a raya a los gobernados es atizar una atmósfera artificial de miedo o sacar provecho de un desastre natural, político o económico, como medio para perseguir obediencia (aceptar ciertas normas) o anular cualquier atisbo de disidencia, rebelión u oposición. A lo largo de la historia, esa ha sido la tónica: guerras, catástrofes, enfermedades…, y el miedo a la muerte; el cristianismo…, y el miedo al «infierno»; el capitalismo…, y el miedo a las «crisis económicas» (desempleo, inflación, recortes, etcétera).
Y está por verse cómo una estructura del Poder, como el FMI, estaría desempeñando un papel interesante con todo esto de la «pandemia» y su inclinación por ver a las economías ahogadas para ir finalmente a su «rescate». No deja de llamar la atención cómo silenciosamente, de vez en cuando, suena ruidosamente el FMI en aquellos lugares donde existe cierto rechazo. Donde no existe rechazo, ¿es innecesario dar a conocer el interés «filantrópico» del FMI? ¿El FMI habrá desembarcado en nuestros países sin nosotros todavía enterarnos?
Sostener ciertas amenazas o temores, periódicamente, por parte de la clase dominante, siempre ha sido parte del paisaje a los cuales los gobernados suelen estar expuestos para ir «renovando» o «refrescando» sus miedos. Hoy el tema en particular de la «pandemia» viene a renovar el miedo a la muerte, a la enfermedad, al contagio… Pero lo que lo hace ahora muy particular es su permanencia exagerada, lo que va despertando otros temores como miedo al futuro, miedo a perder el empleo, miedo a ser marginado económica o socialmente, miedo a ver reducido su poder adquisitivo, etcétera. ¿Y qué mejor para el Poder que hacer una práctica «normal» el «distanciamiento social» y llevar puesta una molestosa mascarilla, símbolos del miedo y la sumisión?
No por nada hoy se azuza en los Medios, en ausencia de la plena libertad, la conveniencia del «teletrabajo», las «ventas online«, la «educación digital», los «espectáculos online«, los cuales vienen a amenazar ciertas prácticas comunes que ya estaban instaladas dentro de un contexto de plena libertad.
Entonces cabe preguntarse:
¿El sacrificio de nuestra plena libertad será la forma en que iremos despojándonos poco a poco de nuestras formas tradicionales de ver el trabajo, las ventas, la educación, los espectáculos, etcétera? ¿La plena libertad podría ser compatible con la adopción generalizada de las nuevas «conveniencias» tecnológicas? ¿Será posible la convivencia entre lo viejo y lo nuevo, sin descartar o imponerse a alguno, y gozar de la plena libertad? ¿O lo nuevo, sin opción alguna, debe terminar imponiéndose cruelmente sobre lo viejo en desmedro de lo «rezagado»? ¿Será que lo «nuevo» es el vehículo ideal («la gran oportunidad») para «ahorrar en costes» que lo «viejo» representaba? ¿Los «nuevos» grandes intereses están ahora en «lucha a muerte» frente a los «viejos» grandes intereses? ¿Los «viejos» grandes intereses deben terminar adaptándose a los «nuevos» grandes intereses?
Para nadie es ajeno los paisajes tradicionales-vulgares del miedo que permanentemente suelen copar los Medios informativos (delincuencia, asesinatos, violaciones, accidentes, robos, incendios, suicidios, violencia, etcétera); como también los paisajes periódicos del miedo con los que, de vez en cuando, suelen aparecer, según el contexto o tiempo (la amenaza de un meteorito, calentamiento global, el debilitamiento de la capa de ozono, enfermedades contagiosas, desastres naturales, contaminación ambiental, etcétera). Los primeros suelen estar diaria y permanentemente, dentro de un contexto normal; y los segundos suelen estar periódicamente, según el momento.
Pero lo que hace sobresalir al protagonista de hoy (la «pandemia») es su permanencia exagerada-sostenida o de permanente rebote entre el impacto y la amenaza, o su presencia protagónica-permanente en los Medios de Comunicación de Masas.
Todos sabemos que los Medios de Comunicación de Masas suelen «jugar» con las emociones del receptor: alegría, enojo, miedo, sorpresa, tristeza y disgusto, son emociones que suelen explotar para captar la atención sobre un determinado producto. Pero cuando estas emociones permanecen presente prolongadamente de forma consciente, entonces se transforman en sentimientos que fácilmente podrían afectar a las personas. Y es lo que se está viendo hoy con la explotación particular del miedo. Cuando la imagen diaria son individuos con mascarillas, lo que se está haciendo es transmitir miedo; lo mismo cuando diariamente se dan a conocer cifras de infectados y muertos por COVID-19; o cuando existen declaraciones del tipo: «el mundo cambió», «el mundo ya no será como era antes», «nueva normalidad», «nuevos rebrotes», etcétera.
Al momento de que los Medios de Comunicación de Masas dejen de transmitir de la manera como lo están haciendo, recién ahí las personas podrían volver poco a poco a formar parte de lo que las personas tenían por «normal» antes de la «pandemia». Mientras se siga transmitiendo como se está transmitiendo, las personas del común únicamente podrían seguir siendo víctimas del silencio y la inmovilidad.
Sería interesante saber cuál es el desempeño actual de los Medios de Comunicación de Masas en China con respecto a la «pandemia». ¿Por qué los Medios de Comunicación de Masas occidentales permanecen prácticamente en silencio con respecto a la vuelta a la normalidad en China, donde las personas supuestamente han vuelto a juntarse masivamente, tienen clases presenciales, pueden asistir normalmente a los restaurantes, y donde el COVID-19 está más que controlado? ¿Ese ejemplo chino, acaso no será digno de imitar en Occidente? ¿La cuasi ausencia de información, sobre el éxito chino, se debe a que no querrían exponer el fracaso de Occidente frente a sus rivales orientales? ¿Qué persiguen las estructuras de Poder en Occidente?
Por Níkolas Stolpkin