Un marciano siberiano: Así fue el experimento soviético para colonizar Marte

¿Cómo crear oxígeno, agua y comida para sobrevivir en un entorno hostil? Resolver este problema, el mismo con el que se encontró Matt Damon en la película ‘El marciano’, fue el objetivo de un experimento iniciado durante la Guerra Fría

Un marciano siberiano: Así fue el experimento soviético para colonizar Marte

Autor: mauriciomorales

¿Cómo crear oxígeno, agua y comida para sobrevivir en un entorno hostil? Resolver este problema, el mismo con el que se encontró Matt Damon en la película ‘El marciano’, fue el objetivo de un experimento iniciado durante la Guerra Fría.

Los científicos buscaban desarrollar un ecosistema que permitiera la autosuficiencia total en oxígeno, agua y alimentos, una especie de ‘micro-Tierra’ que un día podría ser transportada a través del Sistema Solar.

Con este fin, entre 1965 y 1972 se creó en la ciudad siberiana de Krasnoyarsk, lejos de las miradas indiscretas de Occidente, el BIOS-3, un ecosistema cerrado, diseñado para hacer posible la vida de los seres humanos en la Luna y en Marte.

Un ‘marciano siberiano’

El ecosistema, de 315 metros cúbicos, tenía capacidad para acoger a tres personas y constaba de cuatro compartimentos: uno para los habitantes y otros tres, para cultivar algas, verduras y cereales. La energía eléctrica y algunos alimentos llegaban desde el exterior, pero el agua se reciclaba, y las algas permitían mantener el equilibrio entre el oxígeno y el dióxido.

El ingeniero superior Nikolái Bugréyev, apodado como el ‘marciano siberiano’, se convirtió en la persona que más tiempo pasó en el interior del BIOS-3 ―un total de 13 meses― celebrando dos veces el Año Nuevo en este ecosistema único.

«Viví en este compartimiento. Era muy pequeño, pero era suficiente, tenía solo 5 metros cuadrados», relató Bugréyev a ‘The Siberian Times’.

«Había una mesa, una cama, un estante  para la ropa, y eso era todo, no se necesitaba realmente ninguna otra cosa. Se podía mirar al exterior a través de una ventana redonda, había compañeros caminando allí, los investigadores, que nos saludaban, pero no podíamos hablar porque no se podía oír nada a través de las paredes. Se utilizaba un teléfono especial si era necesario», cuenta el ingeniero.

Los familiares solo iban los fines de semana, pero Bugréyev explica que los ‘bionautas’ estaban trabajando todo el día, por lo que no había tiempo para echar de menos a la familia y el hogar.

Todas las noches se iban a la cama cubiertos de cables, y había un médico sentado en el techo de la estación que supervisaba los dispositivos todas las noches. «Sin embargo, no hubo cambios, ni siquiera pequeños, en la salud de los investigadores como resultado del experimento. Por el contrario: comida saludable, la rutina, el trabajo favorito, ¿qué más se necesita para ser feliz y estar sano?», recuerda el científico.

Entre los alimentos había soja, lechuga, zanahoria, rábano, remolacha, papas, pepino, col y cebolla, que eran cultivados en un invernadero con iluminación artificial.

Vera Sanitskaya, The Siberian Times

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