Por Vladimir Cerrón (*)
Es indudable que este año 2021 quedará para la historia por el solo hecho de que la izquierda peruana, por primera vez, gana un proceso electoral, con un partido de origen provinciano, declarado marxista-leninista-mariateguista y un profesor de escuela rural como candidato. Lo resaltante es que nadie lo esperaba, ni siquiera la propia izquierda.
Para la izquierda el resultado fue alentador, pero para la derecha fue traumático, pues hizo lo imposible por desconocer los resultados y hasta ahora no asimila su derrota, que en alguna medida lo ha destronado de una parte del parnaso que mantenía hace 200 años.
En este periodo de gobierno de cinco meses podemos advertir que, si bien se ganaron las elecciones, cosa muy distinta es ganar el poder, para hacer un gobierno de izquierda como el prometido. Esta circunstancia explica la razón por la que el gobierno de Pedro Castillo no ha logrado poner en marcha ninguna política de izquierda, ninguna propuesta del plan de gobierno, que lo distinga como tal, fenómeno aparentemente inexplicable para la multitud, pero que lo llevará al inevitable juicio popular ante la historia.
Desde el momento en que Pedro Castillo pasa al ballotage de la segunda vuelta, se articula una gran ofensiva contra el líder de Perú Libre, partido que ganó las elecciones, a quien se le aplica la guerra jurídica o lawfare, aperturándosele más de una docena de denuncias penales, entre ellas cuatro por terrorismo.
Como esa dosis no era suficiente para frenar el avance, decidieron atacar la estructura propia del Partido, forzando una investigación penal en marcha, antigua, doméstica y sin mayor importancia, para magnificarla y convertirla en un “gran” caso al que denominaron Los Dinámicos del Centro, involucrando a todo el Partido, dirigentes, militantes, autoridades, exautoridades y amigos.
Estas medidas tuvieron tres fines, primero, inmovilizar al líder que según la teoría era el cerebro de los acontecimientos; segundo, proscribir a Perú Libre como partido para las próximas contiendas municipales, regionales y nacionales; y tercero, profilácticamente penalizar a toda la tecnocracia perulibrista, bajo la acusación de organización criminal y lavado de activos, para que no puedan ejercer cargos en el gobierno, con el propósito de aislar y desarmar al Presidente de su principal soporte ideológico, político, programático y organizativo.
En estas circunstancias, el Gobierno decide prescindir de la izquierda perulibrista cayendo en el juego de la derecha, pero en su afán de no perder su naturaleza, en la composición del primer Gabinete, invita como premier a un militante perulibrista, como canciller a un exguerrillero y como ministro a un maestro sindicalista. La derecha y sus voceros de la gran prensa corporativa, comenzaron una campaña intensa de desinformación, calumnias y difamación contra los mismos.
Los tres únicos ministros de izquierda al poco tiempo fueron renunciados, la derecha logró una importante victoria, pero quien se llevó el premio mayor fue la izquierda de la derecha, los que hablan como izquierdistas, pero viven como burgueses, los famosos caviares, quienes lograron reemplazar en sus espacios naturales a los ministros izquierdistas.
Este es el contexto en que Pedro Castillo organiza el Gabinete caviar, quienes nunca estuvieron en la campaña, nunca lo defendieron y por el contrario, lo atacaron, pero, sobre todo, con quienes no comulgaban con el programa de gobierno proclamado. La bancada de Perú Libre hasta el último momento se opuso a la investidura del Gabinete votando en contra en el último intento de salvar al Presidente de las fauces de la caviarada.
Nombrado el nuevo Gabinete, el Gobierno cayó en parálisis política, la renegociación del gas de Camisea, iniciada por el expremier Guido Bellido, la entrante premier Mirtha Vásquez la detuvo, la encarpetó, la congeló y la archivó. Pedro Castillo solo optó por administrar la crisis neoliberal del país, mientras era el blanco de múltiples ataques.
Ahora, no podemos culpar de todas las desgracias a los caviares, debemos analizar los círculos de confianza e influencia que rodean al Presidente en orden de prioridad; son seis. Primero, los familiares sobrinos; segundo, el sindicato; tercero, los chotanos; cuarto, los caviares; quinto, los partidos derechistas; y sexto, Perú Libre.
En este orden es fácil entender la causal por la que el Presidente carece de una herramienta ideológica, política, programática, táctica, estratégica y organizativa, para conducir un gobierno popular, pues no está rodeado de políticos ni estrategas de izquierda, sino de personas que tienen un gran concepto de la oportunidad.
En el primer círculo, la Casa de Sarratea, propiedad de los familiares sobrinos, epicentro de las pesquisas que buscan probar los casos de corrupción; en el segundo círculo, el cuestionado exaprista y exmilitante de Somos Perú, Bruno Pacheco, quien negociaba los ascensos militares, los favores en la Sunat y a quien intervinieron con dinero americano en Palacio; en el tercer círculo, se acogió a los paisanos chotanos como al jefe de asesores, Auner Vásquez, y otros funcionarios pertenecientes a Alianza para el Progreso, Acción Popular y Fuerza Popular, pero eso no importaba, lo que importaba es que sean chotanos; en el cuarto círculo, los caviares, Nuevo Perú con cinco ministerios, pero que no aportan una sola curul, asimismo, Frente Amplio con tres ministerios y que tampoco aporta una sola curul, solo Juntos por el Perú con un ministerio que aporta cinco curules; en el quinto círculo, pululan Acción Popular y Alianza Para el Progreso, ofreciendo sus votos para inclinar el fiel de la balanza en el Congreso, vendiéndose como los salvadores de la gobernabilidad. Todos tienen una tarea común, fracturar la unidad del Presidente con el sexto círculo que lo integra Perú Libre.
Pese a estas concesiones, debemos reconocer la capacidad de perseverancia de la derecha en su intento de sacar al Presidente de su cargo, intentando una vacancia presidencial por incapacidad moral. La derecha necesitaba 54 votos para llevar a debate tal medida y contaban erróneamente con los votos de los parlamentarios militantes de Perú Libre, quienes votaron contra la investidura del Gabinete caviar, pero se equivocaron, la bancada cerró filas y frustró las intenciones golpistas de la derecha.
Ahora el Presidente debe estar pensando cómo organiza su nuevo y tercer Gabinete que no debiera tener la nefasta composición caviar, ni la proporción ilógica para garantizar su defensa en el parlamento, pero sobre todo optando por un equipo que le permita retomar el programa primigenio con el que despertó a los pueblos, permitiéndole a la vez reencontrarse con ellos.
Para lograr que el Presidente se reencuentre con su pueblo, pasa por un necesario sinceramiento con el Partido, invirtiéndose el orden en los círculos de confianza, donde en primera línea esté Perú Libre, seguido por los caviares y los partidos de derecha que brinden apoyo coyuntural, desterrando a los familiares, al sindicato y a los chotanos.
En realidad, esta es la fórmula que lo salvará de los intentos de una futura vacancia, Perú Libre con su bancada unánime, Juntos por el Perú como sector caviar y algún partido de derecha negociable, que le permita garantizar mínimamente 44 votos, con lo que se tendría un Presidente invacable. Para que este engranaje funcione es indispensable garantizar la primera condición, la unidad de la bancada de Perú Libre, sin ella pocos se arriesgarían a negociar con el Gobierno, así como mantener a Juntos por el Perú con su ministerio y cerrar filas con Somos Perú.
Hay algo más que el Presidente debe enfrentar y es el acoso permanente de la Fiscalía que ha allanado tres veces Palacio de Gobierno, dando una imagen nacional e internacional pésima. Nadie podría oponerse a las investigaciones de cualquier acto de corrupción, pero eso tiene sus mecanismos previstos ante la investidura presidencial, que personifica a la nación.
En la política internacional Pedro Castillo ha perdido grandes oportunidades para iniciar la carrera de estadista. Su intervención en la CELAC, la OEA y la ONU, no fueron malas, pero tampoco trascendieron, su ausencia en la COP26 en Glasgow fue aprovechada por otros mandatarios del continente como Luis Arce quien dio un potente discurso para la historia de la humanidad, comparable solo con la de Fidel Castro en Río el año 1992.
El Ministerio de Relaciones Exteriores lo ha inducido a cometer varios errores sistemáticamente, entre los que podemos destacar el innecesario pronunciamiento contra las elecciones de Nicaragua; el frustrado nombramiento del embajador peruano en Venezuela; la fallida, ilegal y xenófoba expulsión de 41 venezolanos del territorio patrio y la falta de respaldo al actual embajador de Cuba, maltratado por la derecha, pero con el silencio de Torre Tagle, pues todo apunta a que el boicot nace del propio ministerio.
Los únicos países que podrían darle un respaldo firme al Gobierno en el plano internacional son casualmente los del bloque socialista y, paradójicamente, son los únicos con quienes se ha tenido problemas hasta ahora, ¿casualidad?, claro que no. América Latina se apresta a recibir los futuros gobiernos de izquierda en Chile con Gabriel Boric, en Brasil con Lula da Silva y posiblemente en Colombia con Gustavo Petro, mejor circunstancia no puede haber para renacer UNASUR y lograr no solo un potente respaldo continental al Gobierno, sino proyectar políticas de cooperación, economía y soberanía.
El próximo año pronto va a empezar, esperemos que el Presidente pueda enmendar los errores que han ido inestabilizando al Gobierno y ocupándolo más en su defensa que en innovar la política nacional en beneficio de las mayorías; para ello se necesitará fortalecer el liderazgo, identificar los principales problemas de la sociedad, plantear soluciones viables y mantener una postura firme frente a las adversidades.
(*) Secretario General Nacional del Partido Perú Libre