A pesar de ser mi familia de clase media alta yo fui a un colegio público y gratuito. La calidad de la enseñanza pública era tal que, en general, solía ser mayor que la que proporcionaba la enseñanza privada. Tanto los profesores de la privada como los de la pública se habían formado en las mismas universidades públicas puesto que en España no había universidades privadas en aquella época y después, años después, las públicas seguían siendo mejores que las privadas. Además, una vez conseguida la licenciatura los profesores y profesoras que entraban a trabajar para la educación pública tenían que pasar un riguroso examen de oposición que garantizaba su competencia (igual que los médicos de la sanidad pública), oposición que no tenían que pasar los profesores de la escuela privada, puesto que ésta contrata a su antojo. Las razones de que algunas familias enviaran no obstante a sus hijos a la escuela privada eran dos: porque buscaban una formación religiosa, y porque querían que sus hijos e hijas sólo conocieran a gente de su misma clase. Por lo contrario, muchos padres y madres enviaban a sus hijos a la pública por la razón contraria: para que conocieran a gente de todo tipo y origen social.
Después de la escuela, ya digo, íbamos todos a las Universidades Públicas, las más grandes, prestigiosas y mejores de España. Aun ahora, cuando proliferan las universidades privadas, se dice que los que no pueden aprobar el examen de ingreso en la pública pagan lo que sea para que les admitan en una privada. Finalmente, cualquier persona, en cualquier trabajo y de cualquier posición social, lo normal es que se haya licenciado en la universidad pública de su ciudad. Todos los ministros/as, el mismo presidente del gobierno, diputados, diputadas… Eso es lo que teníamos: una escuela y una universidad pública igualitaria, gratuita, laica, interclasista y de calidad: la única manera de garantizar la igualdad de oportunidades que es la base de cualquier sociedad democrática.
Desde esa mayoritaria convicción hemos seguido con emoción desde España las protestas de los estudiantes chilenos, de toda la sociedad chilena, por un derecho del que gozamos en la mayoría de los países de Europa. La educación no sólo no puede ser considerada una mercancía y una sociedad que así lo considere nunca será civilizada, sino que tampoco será democrática. La democracia no consiste sólo en meter un voto en una urna cada cuatro años, sino que tiene la obligación de garantizar la igualdad de oportunidades. La educación es la principal manera de asegurarse de que todas las personas dispondrán de una oportunidad de acceder a la educación, procedan de la familia que procedan.
Ahora que en Europa y EE.UU. el neoliberalismo está dando un golpe de estado para imponer la dictadura del mercado sin necesidad de sacar las armas, vemos cómo el Partido Popular, la derecha, quiere socavar las bases de la educación pública en España. No es que no haya dinero para pagarla, es que el dinero que hay se lo dan, por ejemplo, a la escuela religiosa o, incluso, en forma de subvenciones a la escuela privada. Como la educación pública está garantizada por la Constitución Española y no pueden acabar con ella, lo que buscan es degradar su calidad de manera que los que puedan pagar otra cosa huyan. Su intención es que la escuela pública se convierta en un reducto al que sólo asistan los más pobres, con muy pocos medios y con pocos maestros y desmotivados.
La razón es obvia. Si la mayoría de la población está educada, si la mayoría de la población entiende el mundo que les rodea, si ha recibido formación y puede por tanto tener las mismas aspiraciones vitales que cualquier persona procedente de una clase con más dinero ¿Quién va a trabajar barato? ¿Quién va a trabajar en condiciones miserables de explotación? O al menos, ¿quién va a hacerlo sin organizarse y protestar? Lo que pretenden es ordenar a la gente desde el principio: los que han ido a universidades caras a dirigir el mundo, a enriquecerse a costa de los pobres. Los que han de ser explotados que reciban sólo una educación básica, la mínima necesaria para poder realizar sus funciones subalternas.
En Madrid las protestas están siendo muy fuertes. No vamos a dejar que degraden nuestra educación porque todos los niños y niñas merecen las mismas oportunidades. Nos acordamos de Chile y nos solidarizamos con esa lucha justa. ¡Animo y a continuar hasta el final!
Por Beatriz Gimeno