El Colectivo Proyecto Lebu emprendió un nuevo trabajo de memoria y resistencia relacionado en esta ocasión con el Campo de Prisioneros de la Armada de Chile en la localidad de Colliguay, comuna de Quilpué, conocido como “Isla Riesco” y/o “Melinka”.
Distintas iniciativas se están llevando a cabo para materializar este nuevo proyecto que incluye la recopilación de testimonios, materiales gráficos, audiovisuales, la elaboración de un libro y la confección de una maqueta.
Asimismo, se logró contactar a algunas compañeras y compañeros residentes en dicha localidad rural quienes han propuesto la realización de un espacio de memoria y reflexión, que han denominado “Bosque de la Memoria”, a un costado de donde se encuentra instalada actualmente la Placa de la Enredadera de la Memoria, en una bifurcación del camino hacia el valle de Colliguay.
Respecto a esta última iniciativa que forma parte de este trabajo de memoria y resistencia, Andrés, uno de los compañeros de la localidad que está participando de este proyecto, relató que “como vecino de la localidad pasé muchas veces por este camino y nunca me percaté de la existencia de esta placa memoria. En cierta ocasión me detuve aquí al lado y al acercarme a la placa recién pude darme cuenta de que se trataba. Y eso le pasa a la mayoría de quienes transitan por acá”.
Así nació la inquietud de poner en valor este memorial y con otro grupo de personas comenzaron a pensar de qué manera podría llevarse a cabo esta idea, uniéndola al contexto de preservación del medio ambiente y la naturaleza.
El día martes 26 de septiembre se realizó un encuentro en la Enredadera de la Memoria de Colliguay, donde estuvieron presentes Andrés, Irma, Antonio y Jaime, para hacer un homenaje a los compañeros que estuvieron prisioneros en el Campo de Isla Riesco, colocando claveles rojos en los trozos metálicos que componen a manera de un rompecabezas la placa conmemorativa.
Al igual que el Proyecto Lebu, el Proyecto Colliguay muestra de manera concreta las características civiles y militares de la dictadura encabezada por Pinochet. En el primer caso fueron los empresarios de la Compañía Sudamericana de Vapores quienes facilitaron los barcos a la Marina para que fueran utilizados como cárceles flotantes y en el caso de Colliguay o “Isla Riesco”, la familia Matte-Larraín facilitó su fundo a la Armada para que instalará un campo de concentración.
También, en esta ocasión, se intercambiaron ideas relacionadas con la materialización del “Bosque de la Memoria”, proponiéndose distintas alternativas para el traslado de la Enredadera y la señalización más adecuada que permita a quienes transitan por allí percatarse de manera clara de la existencia de este sitio de reflexión, memoria y resistencia contra el olvido. De igual manera, se dio a conocer que la maqueta del campo de concentración, realizada por el artista popular Mario Puelche, ya está finalizada y el libro está listo para ser enviado a la imprenta.
Luego de esta pequeña ceremonia e informal reunión nos dirigimos hasta el fundo y frente a la puerta de entrada, que tiene unos llamativos carteles indicando que es una propiedad privada, que se prohíbe el paso y se advierte de la presencia de rondines armados al interior del predio, Antonio Oyarzo y Jaime Salazar, ex prisioneros políticos del Campo de Prisioneros Isla Riesco de Colliguay, entregaron algunos testimonios que transcribo a continuación:
Jaime:
“Me acuerdo que cuando llegué al campo, nos tiraron abajo del camión y al caer al piso noté que había espigas de trigo cortadas, o algo parecido, me acordé porque en Cautín, donde mis abuelos, caí al suelo y era lo mismo, habían espigas de trigo cortadas.”
Antonio:
“Claro, ahora me estoy recordando que había dos máquinas trilladoras grandes en el lugar, que deben de haber sido del fundo.
Después de haber estado detenidos acá hemos vuelto en tres oportunidades. El año 2017, junto a compañeros de la UPLA TV y la Comisión de Derechos Humanos de Quilpué, Viña del Mar y Valparaíso, que fue cuando se inauguró la Enredadera de la Memoria. Después vinimos con el Ministro Arancibia, en una visita judicial oficial. Esa vez fue diferente porque nos estaban esperando los carabineros, el Ministro había entregado la orden respectiva y veníamos con personal del Departamento de Derechos Humanos de la PDI. El mayordomo o encargado del fundo nos abrió y más de 15 personas ingresamos, por lo menos unos 4 kilómetros más al interior de esta puerta donde nos encontramos hoy, hasta el sitio donde estaba emplazado el campo de prisioneros. Allí le entregamos nuestros testimonios y los fue cotejando con las declaraciones judiciales, fotos y dibujos que traía en un libro grueso. Entonces ahora, esta tercera vez, estamos a la entrada del fundo de la familia Matte-Larraín”.
Jaime:
“Yo llegué aquí en diciembre del 73 y estuve hasta abril del 74. Hay muchas historias de lo que vivimos aquí. Conocí mucha gente. Fue doloroso, también hubo buenos momentos de camaradería y solidaridad entre los compañeros.”
Antonio:
“Algunos venían desde la cárcel, venía gente desde el Lebu, venía gente de la Academia de Guerra, del Silva Palma, de distintos lugares de prisión y tortura.”
Jaime:
“Me parece que también venía gente de la Base Aeronaval del Belloto. No estoy seguro de eso.”
Antonio:
“Aquí estuvimos en las peores condiciones, porque estuvimos 5 o 6 meses totalmente aislados de nuestros parientes. La única comunicación con ellos era la famosa tarjeta de la Cruz Roja y si a los Infantes de Marina se les ocurría censurar y no entregarla, la rompían y no había ni siquiera esa comunicación. La tarjeta era del tamaño de unos 10 por 20 centímetros. Era como una postal. La Cruz Roja estaba en la Avenida Uruguay en Valparaíso, nuestros parientes, amistades o funcionarios de organismos internacionales. Allí tenían una lista con los nombres y lugares de prisión y así podían saber quiénes estábamos acá en Colliguay. Si te encontraban en la lista te permitían mandar esa tarjeta a través de ellos y llegaba en el camión de los militares, una vez a la semana. También en ese camión nos traían los insumos que con esfuerzo nos mandaban nuestros familiares, pan, fruta. Pero si los Infantes querían no subía el camión y las cosas se pudrían abajo. Entonces a la otra semana nos traían el pan con hongo, con moho, pero nosotros teníamos hambre acá, así es que los limpiábamos y los comíamos igual no más. Para nosotros todo lo que nos mandaban era muy apreciado.”
Jaime:
“Si, recuerdo que era muy apreciado el té negro que nos mandaban, era una delicia para nosotros. Lo preparábamos en unos tarritos ‘choqueros’. Eso lo disfrutábamos mucho, hacíamos fuego, y se producía un momento muy especial cuando tomábamos el té.”
Se produce un silencio y ambos compañeros miran pensativos hacia el interior del fundo y después de unos instantes Antonio dice “es complicado estar acá, no es fácil recordar, son muchas las emociones que se agolpan, pero hay que seguir adelante”.
Antonio:
“Este campo se levantó con una brigada de compañeros que realizaron un trabajo forzado, involuntario, de compañeros presos políticos que llegaron desde el buque Lebu. Ellos subieron el 11 de octubre del 73. Nosotros fuimos recibidos por ellos y ya estaban levantadas las mediaguas.
Jaime:
“Yo formé parte de los últimos prisioneros en este campo, fui uno de los últimos que salió de este lugar y nos tocó desarmar el campo. Desarmamos las cabañas y sacamos todo el cerco de alambre de púas. Tuvimos que sacar las grapas, los postes y conservar todo, guardarlo para usarlo después en la habilitación del Campo de Concentración de Puchuncaví. Los compañeros que se fueron antes del campo empezaron a montar Puchuncaví con los materiales que nosotros íbamos sacando y mandando, porque cargábamos los camiones y los cosacos se los llevaban y los entregaban en Puchuncaví. Como fuimos los últimos en salir de acá, al llegar a Puchuncaví nos mandaron de nuevo a trabajar forzadamente y decidí trabajar con los electricistas, el compañero Pulgar era como el líder de ese grupo. Después me mandaron a la cárcel pública de Valparaíso”
Antonio:
“Aquí estuvo el helicóptero Puma, que fue el modelo de helicóptero utilizado por la Caravana de la Muerte, con el Coronel Pedro Espinoza en esa ocasión. Él era el encargado de los presos políticos a nivel nacional, era Jefe de la Oficina Nacional de Detenidos, vino con personal de la Cruz Roja, y trabajadores sociales de la Armada de Chile. La visita era para darnos una larga perorata, nos dijo que teníamos que tener un comportamiento diferente, que nos teníamos que integrar a esta nueva sociedad chilena que se estaba forjando.“
Jaime:
“Habló que íbamos a tener instrucción, talleres, para insertarnos en el mundo laboral, que así seríamos gente de bien.”
Antonio:
También hubo dos helicópteros chicos, de la Base Aeronaval de El Belloto, que vinieron a buscar a dos compañeros que tenían apendicitis, estaban gravísimos, que eran el compañero Guillermo Castillo Esquivel, el ‘pillin’, y el Mauricio Redolés casi con peritonitis. Aquí en la noche, cuando llegaban compañeros nuevos, los ‘recibían’ con ráfagas de ametralladora. Hacían explotar granadas y algunos compañeros quedaron heridos por las esquirlas, porque las tiraban cerca de las cabañas. Y al día siguiente los Infantes decían ‘llegaron seis extremistas a buscarlos a ustedes anoche y los dimos de baja a todos’, todo eso era para amedrentarnos. El día 31 de diciembre fue un día emocionalmente duro, me recuerdo que adentro de las cabañas cantamos La Internacional. El compañero tenía una radio a pilas.”
Jaime:
“Claro, tenía una radio chiquitita y ahí escuchaba Radio Moscú, los programas Escucha Chile y Paz y Progreso. También escuchábamos las radios locales, las radios chilenas. A nosotros nos enceraban a las seis de la tarde. En total había 36 cabañas, 12 cabañas por sector, era una forma de ‘U’, con apertura hacia el norte. Cada cabaña era una mediagua donde había 12 literas, sin ventanas.”
Antonio:
“Ahí en las cabañas nos mezclábamos con los compañeros marinos antigolpistas que estaban presos, con profesores, con trabajadores sociales, con obreros, con intelectuales, con doctores, abogados, campesinos. A pesar de todos los dolores fue una vivencia muy rica compartir con esos compañeros. Si nos enfermábamos nos curábamos entre nosotros, hacíamos shows artísticos los fines de semana, era una necesidad, había que vivir, había que sobrevivir.
Jaime:
“Me recuerdo que en uno de esos shows artísticos hicimos los ‘Titanes del Ring’ con Antonio. Montamos una especie de ring con las colchonetas, nos poníamos a luchar y yo tenía que levantar a Antonio y después dejarlo caer en la lona, pero eso estaba todo estudiado, era todo un show, así también nos divertíamos.”
Antonio:
“Nuestros carceleros también se entretenían con estos shows que como decía era una manera de sobrellevar nuestro encierro. Los Infantes de Marina trataban muy mal a los marinos constitucionalistas, especialmente el teniente González y el cabo Soto Álvarez eran muy malditos con ellos.”
Jaime:
“El teniente González, uno moreno chico, era oficial de mar, decía ‘aquí manda esto’, mostrando el arma, el rifle M16, y lo tenemos nosotros no ustedes. En una oportunidad cuando llegamos, disparó el M16 por encima de nosotros, descargó el cargador de 20 tiros. Y dijo ‘esto es lo que manda y nosotros lo tenemos, ustedes no tienen nada’”
Antonio:
“Como ustedes ven, el valle queda para abajo y a nosotros se nos hizo común hablar del ‘el camión de la caca’. ¿Qué era esto?, era que nosotros veíamos a lo lejos, hacia el valle, el polvo que se levantaba y sabíamos que se acercaba un vehículo. El vehículo podía traer presos, podía traer buenas noticias, pero también se llevaba a compañeros, para la tortura, para mandarlo a otros lugares o para asesinarlos, entonces cuando venía el camión casi todos partíamos a las letrinas, nos venía diarrea de puro susto.”
Jaime:
“Eran como veinte letrinas así en fila, hoyos en el suelo, como un baño romano, allí aprovechábamos de conversar, discutir, mientras un montón de moscas daba vueltas alrededor.”
Antonio:
“Hubo momentos muy duros. El ‘Fito Suárez’, Abelardo Suárez, un compañero suplementero de Limache, un compañero enorme, digno, siempre hablamos de él, también estuvo en el Lebu, ese compañero odiaba a los marinos y lo manifestaba. Él nunca cantó la canción nacional. Estando acá arriba una vez más hizo lo mismo.”
Jaime:
“Lo sorprendió un marino, un cosaco que dijo ’el último de la fila esa no está cantando’, apareció un Infante de Marina lo agarró y dijo ‘este no está cantando mi teniente’, entonces le dijeron ‘canta tal por cual’, textualmente ‘canta conchetunadre’, y el chico Suárez cantaba ‘conchetumadre’, entonces lo empezaron a apalear delante de todos nosotros, fue una situación muy difícil, muy dura para todos. Todo esto es parte de la historia de muchos compañeros.”
Luego de este relato se produjo otro momento muy emotivo, donde el silencio y el pensamiento de aquellos intensos y dolorosos momentos se reflejó en los rostros de ambos compañeros. Se les consulta qué importancia tiene para ellos entregar estos testimonios.
Antonio:
“Este trabajo de denuncia es una necesidad que tenemos para aportar a la memoria histórica y en esta memoria histórica todos aportamos, la gente que nos acompaña en nuestro trabajo, con las entrevistas, las conversaciones, los audiovisuales, con el arte, en las propuestas teatrales donde nosotros vamos contando la historia de lo vivido. Ahora, en cada lugar donde vamos participando estamos ayudando a educar. Esta memoria histórica es un ejercicio de pedagógico para todas las personas, no solo para las nuevas generaciones que participan de las actividades. Y esta es una lucha permanente donde no vamos a descansar.”
Jaime:
“La memoria es parte de la vida, de nuestra vida y la de muchos. Vamos a morir con esa memoria y nuestra tarea es entregarla a la gente que nos quiera escuchar.”
Se les plantea ahora que cuenten como era su vida antes de que fueran detenidos, en qué estaban, dónde participaban, puesto que esa vivencia también es parte del rescate de esta memoria y queda normalmente en el olvido, ya que en general se habla de lo que pasó con la represión después del golpe, que sirve, además, para explicar las acciones emprendidas más adelante, partiendo del hecho de haber sobrevivido como una acción no solo de sobrevivencia, sino también de resistencia.
Antonio:
“Para caer detenido bastaba con identificarse con el proyecto de la Unidad Popular, no solo haber sido un militante o un luchador social. Hay que entender que la represión llegó a todo Chile. En mi caso particular yo era un activista social, dirigente poblacional, un estudiante trabajador interesado en los temas culturales y educativos. Mi acción estaba orientada a obtener una mejor calidad de vida para los pobladores en mi vecindario, integrado a las JAP y todo eso. Entonces, por supuesto que teníamos enemigos y esos enemigos el día 11 actuaron contra nosotros. A las 11 de la mañana del día 11 de septiembre del 73 fui detenido en Gómez Carreño. Después vienen las mentiras oficiales, fuimos acusados de formar milicias privadas para asaltar los cuarteles militares, condenados por ley de infracción de armas. Y qué armas, si lo que teníamos era literatura, lo único que tenía era literatura en la casa. Nunca había disparado un arma. Así siguió nuestra vida adelante con muchos dolores, quedas impedido muchas veces de seguir trabajando en el país, tienes que hacer exilio forzado, vas dejando parte de tu familia atrás, tienes que recomponerte como persona, en fin. Por eso agradecemos cuando la gente nos escucha, nos lee, y trata de entendernos. No es un tema fácil.”
Jaime:
“Yo era miembro de la Armada, era marinero, no pertenecía a ningún partido político, pero si tenía una alta conciencia de clase por parte de mi padre, Cuando fue elegido el presidente Allende, en la unidad nuestra gritamos de alegría. Posteriormente me doy cuenta que la oficialidad de la Armada estaba complotando contra el gobierno de Salvador Allende y yo decido no estar de acuerdo con eso, porque sentía que el gobierno era un gobierno legítimo al que había que proteger y defender. Trato de informarles a los políticos de aquel entonces del golpe de Estado que se preparaba y fui detenido por la Marina antes del golpe de Estado y torturado, también antes del golpe de Estado. Entonces, para el golpe de Estado yo ya estaba detenido, prisionero de la Marina. Cuento corto, pronto llegué al campo de concentración aquí. En este campo fue la primera vez que me empecé a relacionar con los políticos, aquí los conocí, dentro del campo. Aprendí muchas cosas y cada vez que entendía mejor la realidad, me sentía más comprometido con lo que había hecho.”
A medida que se ha ido desarrollando este Proyecto Colliguay han sucedido cosas inesperadas muy interesante. Una de ellas fue haber conocido a una lugareña, habitante de las vecindades del Campo de Concentración Isla Riesco, que en el año 73 tenía 9 años, pero recordaba perfectamente lo que había sucedido acá arriba y esa memoria fue trasmitida oral y reservadamente dentro de su familia- Incluyo a continuación parte del testimonio entregado por esta mujer.
“Me acuerdo que en tiempos de invierno aquí los caminos eran un barrial y los camiones que subían a veces quedaban pegados, entonces llegaban los marinos, nosotros vivíamos al frente de la laguna, por allá, en la noche llegaban, para que mi papá los fuera a sacar con los bueyes. Los camiones venían con gente adentro (…) Mi tío, que vivía adentro del fundo, él les convidaba agua, él estaba lejos eso sí, pero de la casa de mi tío se veía el campamento. Había un sendero de caballos que llegaba hasta el tranque. Mi tío trabajaba dentro del fundo y en esa casa nació mi mamá, era como inquilino (…) En ese tiempo hacían carbón allá y sembraban trigo en el fundo (…) mis hijas también saben la historia, porque para nosotros fue impactante, sentíamos los disparos en la noche (…) Toda la gente de acá estaba asustada, porque es gente humilde, de campo, pero todos sabían que había prisioneros allá arriba, creo que algunos eran del Belloto (…) a nosotros nos impresionó mucho un caballero que venía a visitar el campamento, venía casi todos los años. Ahora hace tiempo que no lo hemos visto, se debe haber muerto a lo mejor. Se venía en la micro, se bajaba en el paradero y caminaba hacia arriba hasta donde estaba el campamento, traía una flor, se quedaba allá y al otro día volvía y tomaba la micro y se iba. Él venía solo”.
El Proyecto Colliguay, de características similares a las del Proyecto Lebu, será un nuevo trocito del rompecabezas de la memoria que, después de cincuenta años del golpe de Estado de 1973, sigue construyéndose con el testimonio y la voluntad incansable de muchos compañeros y compañeras. Es una tarea pedagógica popular permanente, un acto de resistencia.