El pasado lunes 21 de agosto, la senadora Isabel Allende fue entrevistada por la periodista Mónica Rincón, de CNN Chile, respecto de diversos tópicos políticos e históricos. Uno de ellos directamente relacionado con la muerte de Allende.
“¿Le molesta cuando se siembran dudas…?”, preguntó Rincón, siendo interrumpida rápidamente por la senadora.
«Me molesta, porque no entiendo ese afán de distorsionar, de dar vuelta, de malinterpretar, de cambiar (no dice que) como si no hubiese dignidad en ese gesto. Mi padre no se quitó la vida porque amaneció deprimido, él enfrentó, resistió desde las 7 y tanto que se traslada a La Moneda hasta las 2:30 de la tarde en que termina el bombardeo (sic / terminó a las 12.15 aprox.). Es un hombre que estuvo allí para demostrar lo que tenía que hacer un Presidente, que ese era su lugar», expresó Allende.
Respecto a lo anterior, El Ciudadano habló con el sociólogo Francisco Marín, coautor, junto al médico legista y vicepresidente de la Asociación Mundial de Medicina Legal (WAML), Luis Ravanal, del libro Allende, Autopsia de un Crimen, quien, afirmó que controvertir la versión oficial del suicidio de Salvador Allende no es una razón antojadiza, ni para dar vuelta los hechos, puesto que, su intención es solo revelar antecedentes objetivos, que demuestran que la tesis del suicidio no se asienta en antecedentes concretos ni veraces, sino que es un constructo armado por el Ejército y el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), que intervino el sitio del suceso, que ocultó todas las evidencias respecto de cómo había sido su muerte, y montó la escena del suicidio
-La prueba de oro que demuestra la falsedad de la tesis del suicidio la aporta el hecho que Allende tiene dos disparos de dos armas distintas en su cráneo y esto nadie lo ha podido controvertir. Eso está acreditado científicamente. De hecho, el doctor Ravanal recibió el máximo reconocimiento en el Congreso Mundial de Medicina Legal (Seúl, 2014) por su trabajo en que se descarta el suicidio como causa de muerte (…) En nuestro libro «Autopsia de un Crimen» presentamos una constelación de pruebas que demuestran que Allende recibió un tiro de gracia en su frente, y que, estando ya muerto y para simular el suicidio, se le propinó un disparo en la frente. Hay gran cantidad de pruebas forenses y testimonios que ratifican esto-, dijo Marín.
En el libro tanto Marín como Ravanal, intentan demostrar que la aceptación de la tesis del suicidio, por la familia Allende, los partidos de izquierda y el Estado de Chile, se produjo en el contexto del inicio de la transición a la democracia (1990) y, específicamente, con ocasión del funeral de Estado de 4 de septiembre de aquel año; dando a entender que al Presidente Allende se le realizaron exámenes forenses comprobando el suicidio, siendo avalada aquella versión por la familia.
-La verdad es que no se le hicieron exámenes forenses. No hubo autopsia. Sólo un negligente procedimiento de exhumación y cambio de urna, realizada la noche de 17 de agosto (1990), ejecutado por panteoneros, pero sin autorización judicial ni ningún cuidado ni protocolo que impidiera que se extraviaran parte de los restos óseos y ropas de Allende. Tampoco hubo respeto. Muchas de sus pertenencias fueron a la basura. Esa diligencia la lideró Enrique Correa, entonces ministro vocero de Gobierno y uno de los principales articuladores de la “transición pactada” que mantuvo, en los hechos, el modelo de económico y social de injusticia, diseñado y consolidado durante el régimen militar-, comentó el sociólogo.
Según Francisco Marín, en una transición así en la que el ejército -liderado por Pinochet- ocupaba un rol preponderante, no cabía poner en duda la versión elaborada por la Junta Militar respecto de la muerte de Allende, por lo que Enrique Correa operó en ese sentido. Incluso, en los hechos, el funeral de Estado de septiembre de 1990 fue utilizado para consolidar la versión de que Allende se había suicidado; determinación que fue más bien un acto de poder, y no una definición médico legal.
-No hay que ignorar que Correa ha sido y es uno de los asesores más cercanos de Isabel Allende. Incluso, ha sido vicepresidente de la Fundación Salvador Allende. Ellos, Isabel y Correa, unidos, han impedido que se conozca la verdad sobre la muerte de Salvador (…) Pero, es justo decir que hay otros familiares que han sostenido y sostienen que Allende murió combatiendo y que no se rindió ni suicidó. La hija y compañera de lucha de Salvador Allende, Beatriz “Tati” Allende, fue una de ellas. El doctor Pablo Sepúlveda Allende, nieto del Presidente, mantiene esta posición en el presente-, dijo Marín.