Archivos británicos desclasificados muestran que funcionarios del Reino Unido describieron el golpe de golpe de Estado en Chile contra el presidente democráticamente electo Salvador Allende perpetrado en septiembre de 1973 como «a sangre fría» y «despiadado».
El hecho suscitó gran indignación pública, incluso entre la opinión pública británica, especialmente porque el gobierno del primer ministro Edward Heath (1970-1974) no hizo ni siquiera una declaración pública o para condenar enérgicamente el golpe y la ruptura del hilo democrático en Chile.
«De hecho, en privado su gobierno conservador lo apoyó firmemente, según muestran los documentos desclasificados de los Archivos Nacionales», señaló Declassifieduk.org.
De acuerdo con el portal. los funcionarios británicos en Londres y Santiago se dedicaron inmediatamente a forjar buenas relaciones con los nuevos gobernantes militares a medida que aumentaba la represión, incluso conspirando en secreto con la junta encabezada por el dictador Augusto Pinochet para engañar a la opinión pública británica.
Reino Unido al tanto de la magnitud de las atrocidades del golpe
Una de las pruebas prueba de que estaban al tanto e la magnitud de las atrocidades por el régimen dictatorial, es que tres días después del golpe, el embajador Reginald Secondé informó ala Oficina de Asuntos Extranjeros de Reino Unido de que «es probable que las bajas se cuenten por miles, desde luego ha estado lejos de ser un golpe incruento».
Seis días después del golpe, el diplomático señaló que «han empezado a circular cada vez más historias de excesos militares y de un número creciente de víctimas. La magnitud del derramamiento de sangre ha conmocionado a la gente».
Pese a este escenario, Secondé afirmó que «todavía nos jugamos lo suficiente en las relaciones económicas con Chile como para exigir unas buenas relaciones con el gobierno en el poder».
No obstante, sugirió que esas buenas relaciones con los golpistas debían mantenerse en secreto,
«A nadie le convendría identificarse demasiado con los responsables del golpe», escribió, según revelan los documentos desclasificados.
Empresarios británicos «encantados» con los golpistas
Secondé justificó las miles de bajas generadas por la acción militar indicando que «cualesquiera que fueran los excesos de los militares durante el golpe», el gobierno de Allende había llevado al país a la «ruina económica».
Recomendó que Gran Bretaña debía dar la bienvenida a los nuevos gobernantes, ya que «todo hace suponer que ahora… intentarán imponer un periodo de gobierno sensato y ordenado».
Asimismo, condonó la represión política, señalando que «la falta de actividad política no es, por el momento, ninguna pérdida».
El embajador también declaró al la Oficina de Asuntos Exteriores que «la mayoría de los empresarios británicos… estarán encantados con la perspectiva de consolidación que ofrece el nuevo régimen militar». Empresas británicas como Shell, añadió, «respiran aliviadas».
De este modo se refirió al proceso de nacionalización impulsado por Allende que principalmente afectaba los intereses comerciales de empresas de la nación europea en la extracción del cobre, principal recurso económico del país.
«Ahora es el momento de entrar», dijo al tiempo que instó al gobierno británico a reconocer diplomáticamente cuanto antes el nuevo régimen.
De acuerdo con los archivos, Alec Douglas Home, secretario de Asuntos Exteriores del gobierno conservador de Edward Heath, envió el 21 de septiembre de 1973 un memorando oficial de «orientación» a varias embajadas británicas en el que se esbozaba el apoyo británico a la nueva junta de Gobierno de la dictadura
«Para los intereses británicos… no hay duda de que Chile bajo la junta es una perspectiva mejor que el caótico camino de Allende hacia el socialismo, nuestras inversiones deberían ir mejor, nuestros préstamos pueden ser reprogramados con éxito, y los créditos a la exportación reanudados más tarde, y el altísimo precio del cobre (importante para nosotros) debería caer a medida que se restablece la producción chilena», indicó en la misiva
De hecho, el despacho de Asuntos Exteriores decidió hacer todo lo posible para garantizar a la junta chilena el deseo británico de mantener buenas relaciones.
Otra revelación, es que once días después del golpe, el embajador Secondé se reunió con el almirante Ismael Huerta Díaz, nuevo ministro de Asuntos Exteriores de la Junta Militar de Gobierno.
«Le diré francamente que el Gobierno de Su Majestad comprende los problemas a los que se enfrentaban las fuerzas armadas chilenas antes del golpe y a los que se enfrentan ahora: esta es una razón particular por la que están ansiosos por entablar pronto buenas relaciones con el nuevo Gobierno», indican las as notas informativas realizadas por el embajador para esta reunión.
Reginald Secondé dijo que se referiría a «nuestros propios problemas de opinión pública en casa. Por lo tanto, nos ayudaría si él [es decir, Huerta] estuviera de acuerdo en que pudiéramos decir algo para tranquilizar a la opinión pública nacional».
El registro del encuentro comprueba que el diplomático había afirmado que el gobierno británico «comprendía los motivos de las fuerzas armadas, la intervención y los problemas a los que se enfrentaba el gobierno militar», lenguaje diplomático para referirse al apoyo a la junta.
Un hecho relevante, es que el británico le entregó a Huerta un borrador de texto emanado por la administración de Edward Heat para que lo utilizara en público.
Esta declaración consensuada era una apología de lo que la junta militar estaba haciendo entonces, y tenía como fin de aplacar a la opinión pública británica.
El texto planteaba que Gran Bretaña aceptaba que la situación interna de Chile «es, por supuesto, un asunto que sólo compete al gobierno chileno» y que el embajador del Reino Unido había expresado «el fuerte sentimiento que existe en muchos sectores de Gran Bretaña por la muerte del presidente Allende y de otras personas y por los numerosos detenidos».
Añadía que «el gobierno chileno ofreció garantías de que tratará de manera humana» a los detenidos y a la oposición política, una mentira evidente, ya que Secondé y Whitehall estaban al tanto de la magnitud de las atrocidades que se estaban cometiendo los golpistas.
El secretario de Asuntos Exteriores, Douglas Home, estaba encantado con el éxito de Secondé en llegar a un acuerdo con la junta sobre una forma de palabras.
De hecho, decidió enviar un telegrama al embajador elogiándole por llevar a cabo un «difícil encargo», añadiendo: «La declaración nos ayudó a defender nuestro relativamente temprano reconocimiento del nuevo gobierno frente a las críticas internas».
La dictadura «conviene mucho más a los intereses británicos»
El embajador Reginald Secondé explicó la destitución del gobierno de Allende, electo democráticamente, en un reflexivo texto 20 páginas, y tres semanas después del golpe, afirmó que «el derrocamiento de un gobierno constitucional no era lo que podía parecer en Gran Bretaña».
Aunque reconoció que las fuerzas armadas estaban siendo ampliamente condenadas internacionalmente, «esto debe situarse en su justa perspectiva».
En cuanto a la nueva junta militar, Secondé señaló que «las circunstancias también les empujarán en direcciones que la opinión pública británica deplorará» y «los próximos años pueden ser grises, en los que la libertad de expresión puede sufrir».
«Pero este régimen conviene mucho más a los intereses británicos que su predecesor», concluyó, añadiendo: «Las perspectivas para los negocios británicos en Chile son claramente mucho más brillantes bajo el nuevo régimen… Los nuevos líderes están inequívocamente de nuestro lado y quieren hacer negocios, en el sentido más amplio, con nosotros»‘.
Esto se produjo en el contexto de un claro reconocimiento por parte de los planificadores británicos de que «en Chile se está torturando» y también de la «supuesta inclinación cuasi fascista de los nuevos líderes».
También se reconocía, como Secondé señaló anteriormente, que el nuevo régimen iba a seguir siendo represivo durante mucho tiempo. Como señaló un funcionario de Asuntos Exteriores «Parece muy difícil prever un retorno durante muchos años a algo parecido a un gobierno democrático del tipo al que Chile ha estado acostumbrado durante muchos años».
El ministro de Asuntos Exteriores, Leo Amery, dejó claro en reuniones privadas con Judith Hart, ministra laborista» en la sombra» para el Desarrollo Exterior, que el programa de ayuda y las líneas de crédito del Reino Unido no se suspenderían, como habían hecho algunos donantes.
En respuesta a una pregunta parlamentaria, el Ministerio de Asuntos Exteriores redactó: «Nuestras prioridades en América Latina están determinadas en gran medida por nuestros intereses comerciales y de inversión… Sobre los recientes acontecimientos en Chile, nuestra política pública es negarnos a entrar en la polémica de los aciertos o errores del gobierno del presidente Allende o del nuevo gobierno militar».
Más armas para la dictadura
El tema de las exportaciones de armas británicas a la junta militar era de mucha importancia para abordar, que los aviones Hawker Hunter suministrados por Gran Bretaña habían sido utilizados en el golpe para atacar el palacio presidencial de Allende y su residencia.
Al respecto, embajador Secondé señaló que «los Hawker Hunter barrieron con sus cohetes aéreos, dirigidos con notable precisión contra el palacio, que resultó gravemente dañado e incendiado».
Con la junta en el poder, los funcionarios británicos dejaron claro que se cumplirían los contratos de armamento acordados con Allende, que incluían ocho Hawker Hunter y otros equipos por valor de más de 50 millones de libras.
Aunque esperaban nuevas peticiones de armamento por parte de los golpistas , los británicos tenían claro que debían «actuar con la mayor discreción posible durante algún tiempo» debido a la oposición generalizada de la opinión pública.
No obstante, el gobierno de Heath desafió las peticiones del partido laborista de imponer un embargo de armas a Chile y todos los Hawker Hunter habían sido entregados antes de las elecciones generales británicas de 1974.
Otro de los documentos desclasificados, a los que hace mención Mark Curtis en su artículo para Declassifieduk.org, es una nota enviada por el funcionario de Relaciones Exteriores, Hugh Carless a Secondé, en diciembre de 1973, en la cual reconoció que «desafortunadamente, hay (como usted nos ha señalado) una buena cantidad de hechos detrás de las historias de atrocidades y eso por sí solo nos hace imposible contrarrestar la propaganda».
«Poco podemos hacer contra la prensa», añadió, «pero puede asegurarles [a la Junta chilena] que nosotros y nuestros ministros sí comprendemos los hechos».
En el texto, Carless planteó que «los chilenos deben preguntarse por qué se presta tanta atención injusta a su cambio de gobierno».
Además, señaló que debido a la aparición de un Movimiento de Solidaridad con Chile en todo el mundo que protesta contra el nuevo régimen, «en ocasiones tendremos que adoptar un perfil más bajo del que nos gustaría».
«Nuestro mayor interés en Chile es el cobre»
Mark Curtis también hizo mención a un informe desclasificado del despacho británico de Asuntos Exteriores, el cual reconocía que «nuestro mayor interés en Chile es el cobre», que representaba un tercio de las importaciones de cobre del Reino Unido.
Según el periodista y editor de Declassified UK, «los disturbios en Chile bajo Allende y el «temor por el futuro» habían provocado grandes subidas en los precios del cobre que estaban costando al Reino Unido 500.000 libras más en divisas.
Por tal motivo, desde el gobierno de Edward Heath indicaron: «Por lo tanto, tenemos un gran interés en que Chile recupere la estabilidad, independientemente de la política».
Para Londres y Washington la mayor herejía cometida por el Presidenet Salvador Allende fue la de nacionalizar en julio de 1971, la industria del cobre, gracias a la cual minas de cobre de propiedad estadounidense pasaron a manos del gobierno, con la aprobación unánime del Congreso.
La nación norteamericana reaccionó bruscamente y cortó todos los créditos y nuevas ayudas a la administración de Allende y presionó al Banco Mundial para que hiciera lo mismo. Las principales empresas mineras estadounidenses, Kennecott y Anaconda, iniciaron acciones legales contra el gobierno.
El embajador de Estados Unidos, Nathaniel Davis, declaró a su par, Reginald Secondé que el gobierno estadounidense estaba preocupado «no sólo por las pérdidas sufridas por las empresas del cobre, sino también por el precedente que la acción chilena sentaría para la nacionalización de otros grandes intereses estadounidenses en todo el mundo en desarrollo».
De acuerdo con el artículo de Curtis, un documento del Partido Conservador británico señaló que las empresas británicas se habían visto afectadas por la nacionalización «pero en aquel momento se consideraba en general que en los casos de nacionalización de activos británicos la compensación acordada había sido justa».
Asimismo, un despacho enviado apenas ocho días antes del golpe, Secondé admitió que Chile «‘al menos ha cogido sus problemas sociales por la cola: muchas personas de los sectores más pobres y deprimidos de la comunidad han alcanzado, como resultado de la administración del Presidente Allende, un nuevo estatus y al menos han saboreado, durante sus primeros días, un mejor nivel de vida, aunque éste se ha visto erosionado por la inflación».
Para el diplomático se trataba «de un gran logro que ha distinguido a Chile de la mayoría de los demás Estados latinoamericanos».
No obstante fue precisamente el hecho de que el gobierno de Allende estaba teniendo éxito lo que llevó a Londres y Washington a confabular para que fuera destituido.
La Organización Conjunta de Inteligencia británica (JIC) reconoció que «el gobierno de Allende ha estado dirigiendo sus esfuerzos económicos principalmente a efectuar una redistribución de la renta» en la que se habían mantenido bajos los precios y se había permitido el aumento de los salarios.
Según los archivos ,la estrategia era «corregir lo que consideran injusticias económicas y sociales (incluido el dominio extranjero de ciertos sectores de la economía)»., por lo que Allende «se había comprometido “a demostrar que el socialismo puede llegar a Chile de forma pacífica y democrática».
Desde la perspectiva británica, el temor se basaba que el curso de los acontecimientos en Chile tuviera «importantes repercusiones en toda América Latina y quizás más allá».
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