«Presencia de libros de propaganda marxista en las bibliotecas de la universidad» es un texto redactado por Alamiro de Ávila, director de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile entre 1960 y 1990.
En este escrito, se refleja el plan estratégico para el control y represión de los contenidos bibliográficos de la U. de Chile, y que hoy da cuenta de la desarticulación vivida por la Casa de Bello durante la dictadura civil militar iniciada en 1973.
Recordemos que, el 10 de agosto de 1994, el patrimonio de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile pasó a manos del Archivo Central Andrés Bello.
Esta unidad, desde 2013, se encuentra realizando una profunda investigación sobre la historia de la Universidad y, tal como expresa su directora, Alejandra Araya, la desclasificación y difusión de este documento «forma parte de nuestro trabajo permanente de investigación y puesta en valor documental».
La existencia de este documento deja en evidencia la irrupción del régimen dictatorial en el espacio universitario, perforando múltiples áreas de la sociedad chilena.
En este sentido, Araya, plantea que «es importante dar cuenta de los modos específicos y concretos en que dicha intervención tuvo lugar en un espacio educativo y cultural, y este tipo de documentos de carácter interno aportan en ese sentido».
De esta forma, en sintonía con el lema de la U. de Chile para la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado «Educación para la democracia», dar a conocer un documento como este permite «generar la práctica de la conversación y el debate como elementos centrales de la educación democrática y para la democracia, pues pone en el centro la pregunta por la libre circulación de las ideas», sostiene la directora del Archivo Central Andrés Bello.
Sobre el documento
Respecto al contenido y función del documento, en este se menciona al Rector delegado por la dictadura, el general Rodríguez Pulgar, quien en julio de 1975 solicitó al en ese entonces director de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile, Alamiro de Ávila, averiguar sobre impresos de propaganda marxista que estarían específicamente prohibidos.
De esta forma, el 6 de agosto, el general Rodríguez emitió una orden a los vicerrectores para que «todo material de propaganda marxista bajo la forma de folletos y afiches relacionados con la acción de proselitismo llevada a cabo durante el régimen de la Unidad Popular, fuera retirado de la biblioteca y se fuese enviado».
Tal como expresa el documento, la Biblioteca Central de la U. de Chile recibió un gran número de libros y luego de lo que consideraron «un tiempo prudente», el general Rodríguez se dirigió a los vicerrectores que no habían realizado envíos expresando que ellos serían los responsables en caso de existir alguna propaganda.
Posteriormente, y tras una rigurosa investigación de los envíos, Alamiro de Ávila admite que los impresos de propaganda fueron retirados de la Universidad entre 1973 y 1974, pero que, de todas formas, debían existir «obras de política, economía, historia, filosofía, etc. que habían sido empleadas en cursos o seminarios de concientización durante la Unidad Popular».
Ante el descontento militar con los archivos recibidos, se emite una nueva orden en la que se plantea un nuevo envío de «libros, folletos, revistas, volantes, o carteles específicamente de propaganda contraria al régimen de Chile, contraria en alguna forma a la despolitización establecida».
Así, tal como expresa Alejandra Araya, en este documento, el director de la biblioteca propone una «estrategia inquisitorial -por medio del fichaje crítico- del material con el objeto de distinguir entre propaganda directa e indirecta teniendo como concepto principal el de la despolitización».
El segundo punto de la orden de censura expresaba que «las obras teóricas, de cualquier ideología, sean de política, economía, historia, filosofía, etc.» que podrían servir indirectamente de propaganda política, debían ponerse en reserva dentro de las bibliotecas y que la consulta de estos debía ser únicamente vía escrita dada al bibliotecario por un jefe docente.
Además, el intercambio de ejemplares entre bibliotecas no estaba permitido.
De acuerdo al análisis de Alejandra Araya, este documento permite ver cómo un dispositivo cultural humanista como el de la «biblioteca» se transforma en un aparato o dispositivo peligroso para el director Ávila, algo así como «un aparato de propaganda encubierta y, al mismo tiempo, un dispositivo de control de las ideas si se le usa como gran depósito -a modo de tumba- que cancela la circulación de ciertas ideas».
En la actualidad, a 50 años desde el golpe de Estado, es esencial dar cuenta de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en diversas escalas de violencia, coerción y censura. Es por esto que resulta evidente la necesidad de educar para la democracia, lo que implica, en palabras de Alejandra Araya, «realizar preguntas que movilicen el conocimiento, la reflexión y el pensamiento crítico».
El documento completo se encuentra a disposición de forma libre y gratuita en la sección Publicaciones seleccionadas de la página de la U. de Chile sobre los 50 años del Golpe de Estado: uchile.cl/golpe50.
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