En la Edad Media, época en la que los paganos que habitaban en Polonia colocaban el árbol de Navidad al revés debido a que creían que este tipo de vegetación era sagrada.
Los eslavos creían que al colgarlo del techo permitía que los espíritus de sus antepasados descendieran a la tierra para celebrar; también se pensaba que representaba la vida que conectaba el mundo de los vivos con el mundo de los muertos.
Esta tradición se mantuvo hasta el siglo XVIII, cuando fue reemplazada por la tendencia que ahora conocemos y que está normalizada, sin embargo, aún hay algunas comunidades rurales de Polonia que lo hacen.
Podría pensarse que San Bonifacio, obispo y mártir que ha sido llamado el “Apóstol de Alemania”, tuvo una gran influencia en esta tendencia de colocar el árbol de Navidad al revés, pues, durante su labor de evangelización en el siglo VIII lo hizo.
Cuenta la leyenda que un día, llegó a un pueblo donde los paganos adoraban a un árbol sagrado, y él, para terminar con sus creencias, cortó el roble con un hacha. Los pobladores, furiosos, amenazaron con matarlo, pero, en un acto de fe, el apóstol tomó un pequeño abeto y lo plantó en su lugar.
Bonifacio explicó que el abeto era un símbolo de la vida eterna, porque sus hojas siempre están verdes; también dijo que la copa, que apunta al cielo, simbolizaba a Dios. Por esta razón comenzó a colocarlo en el techo de las personas que se convertían al cristianismo.
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