Tras estar preso por más de 27 años cumpliendo una condena que era de por vida, Nelson Mandela fue liberado en 1990, recibió el Premio Nobel de la Paz y fue elegido democráticamente como presidente de Sudáfrica.Antes de estar preso había sido líder de Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA), creado a su vez por el Congreso de Sindicatos Sudafricanos y el Partido Comunista Sudafricano. En 1962 fue arrestado y condenado a cadena perpetua por sabotaje, además de otros cargos. La mayoría de los más de 27 años que estuvo en la cárcel los pasó en la prisión isla de Robben Island, a unos 12 Kms. frente a la Ciudad del Cabo.
Tras su liberación el 11 de febrero de 1990, Mandela trabajó en conjunto con el entonces presidente de Sudáfrica, Frederik Willem de Klerk, quien asumió en reemplazo del tristemente recordado Pieter W. Botha en la presidencia de Sudáfrica, conocido comúnmente como «P.W.» o «die groot krokodil» (el gran cocodrilo), defensor acérrimo del apartheid, quien sufrió una apoplejía y fue obligado a dimitir. Así, tanto de Klerk como Mandela fueron impulsando las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica, cosa que se consiguió en 1994, con las primeras elecciones democráticas por sufragio universal. Por su trabajo en conjunto, tanto Nelson Mandela como Frederik Willem de Klerk recibieron el Premio Nobel de la Paz de 1993. Luego, Mandela ganó las elecciones y fue presidente de Sudáfrica desde 1994 hasta 1999. Y a pesar de sus largos años de prisión, soledad, y castigos, su prioridad estuvo siempre abocada a la reconciliación nacional.
Pero su encarcelamiento en 1962, a pesar de los muchos cargos que le imputaron, tenían un solo y único motivo. No estar de acuerdo con el apartheid. El inmoral sistema de discriminación y segregación racial de Sudáfrica. La discriminación racial de los blancos hacia la población negra no fue formalizada sino hasta 1948, fecha en la cual empezó a tomar forma jurídica al ser respaldada por leyes promulgadas para tal efecto. En las elecciones de 1947, el radical Partido Nacionalista ganó las elecciones en una coalición con el Partido Afrikáans, dirigido por el pastor protestante Daniel François Malan, oponiéndose a los candidatos más liberales. Por una perversión de la ley electoral, que le dio mayoría a pesar de obtener menos votos que su rival, el Partido Unido. Lo mismo sucedió en 1953 cuando se repitió el triunfo del Partido Nacionalista. Daniel Malan, en su primer discurso de 1948, consideró que su triunfo electoral significaba que «Hoy día Sudáfrica vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre«, entendiendo que el término «nuestra» abarcaba solamente a los blancos de origen afrikáner. Para esa fecha, la población blanca formaba el 21% de los habitantes de Sudáfrica.
Poco después del triunfo nacionalista, el gobierno de Malan emitió leyes para segregar oficialmente a cada individuo de acuerdo a su raza, estableciendo un registro racial obligatorio bajo control del gobierno. Así, en 1949 es dictada otra ley que prohibía los matrimonios interraciales y castigaba como un delito a las relaciones entre individuos de razas diferentes. Más tarde, una ley promulgada en 1950 reservaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían habitar blancos, forzando al resto de la población a emigrar a otros lugares, lo cual estaba previsto para mantener la mayor cantidad posible de negros en las zonas rurales y evitar su transformación en una clase media urbana. También se prohibió para todos los efectos que la población negra pudiera comprar inmuebles dentro de los centros urbanos. Para el nuevo régimen afrikáner el «peligro étnico» ya no estaba encarnado en los británicos sino en la población negra, a la cual se marginaba de todas las maneras posibles para conservar el país bajo dominio de los blancos.
En 1953 se establecieron zonas segregadas en playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta en los bancos de parques públicos. Los negros debían portar pases para transitar a ciertos lugares y documentos de identidad en todo momento, les estaba prohibido quedarse en algunas ciudades o incluso entrar en ellas sin el debido permiso. Ese mismo año se estableció también la segregación completa en la educación para todos sus niveles. El retiro de Daniel Malan en 1954 llevó al poder a Johannes Strijdom, quien continuó con la aplicación del apartheid mediante la dictación de nuevas leyes de segregación, que en lo central agudizaban todavía más las leyes a favor del racismo; en ellas se señalaba, entre otras que: Los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno y no podían votar excepto en algunas aisladas elecciones para instituciones segregadas. Los negros no podían habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales dentro de las áreas asignadas específicamente para los blancos. El transporte público era totalmente segregado, tanto en trenes, buses, aviones, o inclusive los taxis de las ciudades. A los negros no les estaba permitido entrar en zonas asignadas para población blanca, a menos que tuvieran un pase emitido por la policía. Los blancos también tenían que portar un pase para entrar en las zonas asignadas a los negros. Edificios públicos tales como juzgados y oficinas de correos, disponían de accesos diferentes para blancos y negros.
Las principales consecuencias de tal situación fueron que las áreas asignadas a los negros raramente tenían electricidad o agua. Los hospitales también eran segregados: los hospitales para los blancos tenían la calidad de cualquier nación desarrollada, mientras que los asignados a los negros estaban pobremente equipados, faltos de personal y eran muy pocos en relación a la población que servían. En 1970 la educación de un escolar negro costaba solo el 10% de la que se entregaba a un estudiante blanco. La educación superior era de un costo casi imposible de cubrir para los negros. El ingreso mínimo para el pago de impuestos era de 360 rand para los negros y mucho más alto para los blancos, unos 750 rand.
La intensificación de la discriminación movió al Congreso Nacional Africano (ANC), formado por sudafricanos «negros» a desarrollar un plan de resistencia que incluía la desobediencia civil pública y marchas de protesta. En 1955 en un congreso efectuado en Kliptown, cerca de Johannesburgo, un número importante de organizaciones incluyendo el ANC y el Congreso Indio formaron una coalición adoptando una Proclama de Libertad, que contemplaba la creación de un Estado donde se eliminara totalmente la discriminación racial.
En 1960 un grupo del Congreso Nacional Africano decidió salirse de las filas del partido para formar otro más radical al que denominaron Partido del Congreso Africano (ACP). El principal objetivo del nuevo partido era organizar una protesta a nivel nacional en repudio a las leyes discriminatorias. En marzo de 1960 un grupo se congregó en Sharpeville, para protestar contra la exigencia que los negros portaran pases. Si bien no se sabe con exactitud el número de manifestantes, lo cierto es que la policía abrió fuego contra la multitud matando a 69 personas e hiriendo a 186. Todas las víctimas eran negros y la mayoría habían sido disparados por la espalda. Junto a ello el ANC y el ACP fueron proscritos como partidos.
Este evento tuvo un gran significado, ya que la protesta pacífica se convirtió en protesta con violencia, si bien, militarmente, los proscritos partidos políticos no eran una gran amenaza para el gobierno por carecer de una estructura armada. Las protestas siguieron hasta tal punto que en 1963 el primer ministro Verwoerd declaró el “estado de sitio”, permitiendo la detención de personas sin orden judicial. Más de 18.000 manifestantes fueron arrestados, incluyendo la mayoría de los dirigentes del ANC y del ACP. Las protestas en adelante adquirieron la forma de sabotaje a través de la sección armada de ambos partidos. Varios dirigentes políticos fueron arrestados, entre ellos Nelson Mandela. En el Juicio de Rivonia, en junio de 1964, Mandela y otros siete disidentes políticos fueron condenados por traición y sentenciados a cadena perpetua.
La declaración de Mandela en dicho juicio se hizo memorable: «He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir».
Durante la década de 1970 la resistencia al apartheid se intensificó. Al principio fue a través de huelgas y más adelante a través de los estudiantes dirigidos por Steve Biko. Biko, un estudiante de medicina, fue la fuerza principal detrás del Movimiento de Conciencia Negro que abogaba por la liberación de los negros, el orgullo de la raza y la oposición no violenta.
En 1974 el gobierno emitió una ley que obligaba el uso del idioma afrikáans en todas las escuelas, incluyendo las de los negros. Esta medida fue muy impopular, pues se consideraba como el idioma de la opresión blanca. En abril de 1976 las escuelas de Soweto se declararon en rebeldía. El 16 de junio de ese año los estudiantes organizaron una marcha que terminó en violencia, donde 566 niños murieron a consecuencia de los disparos de la Policía, los cuales habían respondido con balas a las piedras que lanzaban los manifestantes. Este incidente inició una ola de violencia que se extendió por toda Sudáfrica.
En septiembre de 1977 Steve Biko fue arrestado. Las torturas a las que fue sometido fueron tan brutales que falleció tres días después de su arresto. Un juez dictaminó que no había culpables, si bien la Sociedad Médica de Sudáfrica afirmó que murió a causa de los vejámenes recibidos y la falta de atención médica. Después de estos incidentes Sudáfrica cambió radicalmente. Una nueva generación de jóvenes negros estaban dispuestos a luchar con el lema «liberación antes que educación».
Nelson Mandela ya estaba en prisión. En su pequeña celda, a través de los años, se acompañaba de un breve poema escrito en un deteriorado papel. Un poema del poeta inglés William Ernest Henley (1849–1903). Bajo el título de «Invictus» (invicto, inconquistable en latín). En 1875, Henley escribía el poema desde una cama de hospital. Aquejado de una tuberculosis a los huesos, al poeta debió amputársele una de sus piernas para salvar su vida. A pesar de sus problemas de salud, vivió su vida de una forma activa hasta su muerte a los 53 años. Su amigo, el escritor Robert Louis Stevenson basó en él su personaje del Capitán ‘Long John Silver’ (en español John Silver El Largo) de la novela La Isla del Tesoro. El poema dice así:
INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre,
Negra como el abismo sin fin,
Agradezco a los dioses si existen
Por mi alma inquebrantable.
Caído en las garras de la circunstancia
No he llorado ni pestañeado.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
Yace el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra, y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuan cargada de castigos la sentencia,
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
Pese a lo que señala la película (Invictus), lo que Nelson Mandela entregó realmente a Francois Pieenar, Capitán de la selección de Rugby de Sudafrica, durante el Campeonato Mundial de 1995, es un texto que se titula ‘El hombre en la arena’ y forma parte de un discurso que Theodore Roosvelt hizo en la Sorbona de París en 1910. Dice así:
«No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto. Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso».
También es decidor lo que señala Mario Vargas Llosa sobre Nelson Mandela: “Mandela es el mejor ejemplo que tenemos —uno de los muy escasos en nuestros días— de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de como lo encontraron”.
“Por eso, si usted llega a ese país, no se contente con recorrer las pulcras ciudades sudafricanas que parecen recién lavadas y planchadas; ni sus playas espectaculares, ni sus refinados viñedos, ni sus grandes bosques donde leones, elefantes, leopardos y jirafas se pasean en libertad, ni se limite –para medir toda la injusticia que aún falta por remediar- a recorrer las barriadas negras, como la de Soweto, que, a pesar de su pobreza, arden de energía y creatividad. Vaya, sobre todo, a Robben Island, ese pedazo de tierra que se divisa desde los malecones de Cape Town (Ciudad del Cabo), pardo y borroso en los bellos crepúsculos, en medio del mar. Porque uno de los más prodigiosos y esperanzadores acontecimientos históricos de este fin de siglo se gestó allí, en un calabozo inhumano, gracias a la inteligencia y a la grandeza de espíritu del más respetable político vivo de nuestro tiempo.”
Las tribus africanas, al enseñar la Vía Láctea a sus hijos, señalaban que allí tenían su morada los antiguos y grandes capitanes. Quizá hoy sea posible ver, una estrella más en el firmamento.
Por, David Rubinstein
El Ciudadano