Del Holocausto al genocidio en Gaza

Cuando las bombas caen sobre las víctimas inocentes en Gaza, y tropas israelíes invaden en la noche las ciudades de Cisjordania, resulta imposible hacer oídos sordos a la repetición de un genocidio ya no escondido tras alambradas y bosques, sino que transmitido en vivo y en directo.

Del Holocausto al genocidio en Gaza

Autor: Wari

Por Felipe Ramírez

El 27 de enero de 1945, hace 79 años, el soldado Yakov Vincenko de la División 322 de fusileros del 60° Ejército del 1er Frente Ucraniano del Ejército Rojo cruzó la puerta del mayor campo de extermino que la humanidad haya conocido, coronada con el lema “Arbeit macht frei” -el trabajo libera-. En ese momento se confirmó lo que hasta ese momento sólo eran rumores: la Alemania nazi había aplicado, durante años, los avances de la ciencia y la tecnología para exterminar a más de seis millones de personas en numerosos campos extendidos por la Europa ocupada.

Cámaras de gas, trabajos forzados, experimentos con prisioneros, muerte por inanición, son sólo algunos de los horrores que permanecerán para siempre asociados al nombre de Auschwitz y a la barbarie de la extrema derecha nazi-fascista, sustentada en una idea extremista del nacionalismo y del racismo. Si bien han habido varios casos de genocidio (Ruanda en 1995, Camboya en 1975, de armenios, griegos y asirios en Turquía en 1915, de bosnios en Srebrenica en 1995, de los pueblos herero y namaqua en Namibia en 1904), el Holocausto destaca por su escala, crueldad, y por la aplicación de la potencia industrial para alcanzar el objetivo nazi.

Fue a partir de aquellos horrores –el asesinato sistemático de millones de judíos europeos, además de miles de homosexuales, gitanos, socialdemócratas, comunistas, anarquistas, liberales, católicos y  otros opositores al nazismo- que se consolidaron una serie de ideas, como la universalidad de los Derechos Humanos, y entre otros documentos, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, aprobada por Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948.

Este último acuerdo cobra especial significación en esta nueva conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto –en el aniversario de la liberación de Auschwitz- en el marco de la brutal masacre que se vive en la Franja de Gaza, y la decisión de la Corte Internacional de Justicia ante la acusación de genocidio realizada por Sudáfrica –y respaldada por otros Estados- en contra de Israel.

Lo cierto es que tras tres meses de ataques sobre el territorio palestino, con más de 25 mil asesinados –la enorme mayoría mujeres y niños/as-, con un promedio de muertes diarias más alto que en el ataque contra el ISIS en Mosul; con más de 1,9 millones de personas desplazadas por la violencia, decenas de hospitales e instalaciones de salud destruidas, cientos de trabajadores de la salud asesinados, más de 77 trabajadores de la prensa asesinados, 500 mil palestinos sin hogar al que retornar –peor que en Alepo en Siria y Mariupol en Ucrania-, y con un altísimo riesgo de muerte por hambruna, es difícil comprender la negativa de muchos a ver la realidad: Israel comete un genocidio contra los palestinos en Gaza.

Para probar nuestro punto podemos contrastar los hechos mencionados con la definición de genocidio establecida en la mencionada convención, que lo considera un delito de derecho internacional contrario al espíritu y a los fines de Naciones Unidos y que es condenado por “el mundo civilizado”.

Así, en su artículo N°2 se lo entiende como la matanza de miembros de un grupo, la lesión grave a la integridad física o mental de ellos, el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, tomar medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo afectado, o el traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo, cuando sean “perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. A reglón seguido, el artículo N°3 de la convención establece que serán castigados no sólo el genocidio, sino también la asociación para cometerlo, la instigación directa y pública a cometerlo, la tentativa del genocidio y la complicidad para cometerlo.

Dicho ello, resulta difícil negar que la situación que se vive desde el 7 de octubre de 2023 hasta la actualidad, cumple al menos los primeros cuatro elementos listados en el artículo N° 2. Durante meses hemos visto cómo las tropas israelíes asesinan sin distinción a miles de palestinos en Gaza, someten a la población de la Franja a condiciones inhumanas destruyendo sus hogares y la infraestructura necesaria para vivir, destruyen hospitales y afectan de manera brutal la integridad física y mental de millones de personas. Ante ello, quedaría por probar que existe la intención de destruir total o parcialmente a los palestinos como grupo nacional.

Al respecto, y tomando en consideración el ya citado artículo, es posible remitirse a las numerosas y públicas declaraciones de ministros del gobierno israelí, de políticos de diferentes partidos, de líderes de la sociedad civil y de sectores sociales ligados a los colonos, de soldados en servicio activo justificando crímenes de guerra en videos grabados desde Gaza mismo, e incluso del Presidente Isaac Herzog, quien responsabilizó a todos los palestinos de Gaza por el ataque de Hamas del 7 de octubre, negando que existieran civiles inocentes.

El discurso del Estado de Israel y sus dirigentes ha consolidado un punto de vista que no sólo busca justificar la masacre de los palestinos en Gaza, sino también sostener un discurso supremacista que engloba dicho genocidio en un objetivo concreto: la negación de la nación palestina en tanto tal, y la destrucción o expulsión masiva de la población “árabe” de los territorios de Gaza y también Cisjordania.

Esto último es de vital importancia, ya que si bien en algunas instancias los líderes sionistas han buscado justificar su respuesta militar y su retórica supremacista en el sangriento ataque del 7 de octubre, ello no explicaría la creciente violencia que se vive en Cisjordania desde mucho antes, y que incluye el asesinato de cientos de palestinos, la limpieza étnica de amplios segmentos de los sectores rurales de la región y diarias operaciones del ejército de ocupación en ciudades y campos de refugiados de Jenin, Hebrón, Tulkarem, Qalqilyia, Jericó, entre muchas otras.

Puesta la situación de Gaza bajo esa perspectiva, resulta prácticamente imposible negar la naturaleza genocida de la operación militar de Israel en contra de la sitiada Franja, en donde las tropas de ocupación ya están atacando zonas supuestamente “seguras” como Rafah y Khan Junis, ubicadas en el sur del enclave y hacia donde huyeron millones de personas bajo la amenaza de las bombas. Así, podemos sumar el delito de limpieza étnica al de genocidio, con numerosos sectores del gobierno israelí llamando a continuar con la expulsión de los palestinos y el establecimiento de asentamientos de colonos israelíes, al punto de que la derecha gobernante realizó el pasado 28 de enero una convención con miles de personas impulsando esa idea, y que contó incluso con videos de soldados llamando desde Gaza a retornar a la Franja y clamando que no hay inocentes entre los palestinos.

¿Qué diferencia el discurso del Estado de Israel frente a los palestinos, a quienes jamás, ni siquiera en el marco de los acuerdos de Oslo, les ha reconocido el derecho explícito a un Estado nacional, de la justificación serbia a la masacre de Srebrenica o de los discursos de odio detrás del genocidio de tutsis en Ruanda?  Es cierto que las 25 mil víctimas palestinas no se acercan a los seis millones de judíos exterminados en el Holocausto, o a los cerca de tres millones de armenios, asirios y griegos asesinados por Turquía, pero son muchos más que los ocho mil bosnios que cayeron víctima del genocidio en Srebrenica.

Y es que esta discusión no se trata del número de víctimas, sino de la intención detrás de las masacres perpetradas por los responsables. Es por ello que el fallo de la CIJ de la semana pasada es tan importante a pesar de no haber llamado a un alto al fuego, ya que reconoció el peligro en el que se encuentra el pueblo palestino de sufrir un genocidio debido al ataque israelí y le ordenó tomar medidas que impidan esa situación, así como elaborar un informe a presentar en un mes sobre los pasos que ha dado en esa línea. Quizás el aspecto más histórico es que Israel, quien se vanagloriaba falsamente de tener el “ejército más moral del mundo” –una afirmación absurda a la luz de masacres como las de Khan Yunis en 1956, Sabra y Shatila en 1982 o Qana en 1996, por mencionar sólo tres episodios- no logró que la Corte desestimara el caso, por lo que el litigio continuará.

Judíos de Ruthenia llegan a Auschwitz-Birkenau, 1944. Fuente.

Es cierto que Gaza no es comparable con el amplio sistema de campos de concentración y exterminio montado por la Alemania nazi y sus aliados fascistas. Auschwitz, en ese sentido, continúa siendo el paradigma del horror, siendo una enorme instalación –con tres recintos principales y 45 campos subalternos en el que más de un millón de personas fue exterminado- diseñada para la destrucción sistemática de la vida humana. Pero el Holocausto y la “Solución final a la cuestión judía” (Endlösung der Judenfrage) que le dio sustento desde la Conferencia de Wannsee de 1942, se han constituido también en un paradigma para la defensa de los Derechos Humanos. Cuando las bombas caen sobre las víctimas inocentes en Gaza, y tropas israelíes invaden en la noche las ciudades de Cisjordania, resulta imposible hacer oídos sordos a la repetición de un genocidio ya no escondido tras alambradas y bosques, sino que transmitido en vivo y en directo.

Pero lo dramático de la situación nos trae otra advertencia adosada: detrás del genocidio siempre hay un discurso supremacista, racista y violentamente nacionalista. Lo hubo detrás del Holocausto, lo hubo detrás del genocidio en Turquía, y está hoy detrás del genocidio contra los palestinos. Por lo mismo, la reacción ante el drama de Gaza no puede ser una retórica anti-judía (ni por asomo todos los judíos justifican lo que hace el Estado de Israel) ni mucho menos una absurda defensa del nazismo –“Hitler tenía razón” han osado decir algunos en redes sociales durante estos meses- cuando vivimos un auge mundial de la extrema derecha, entre quienes precisamente se alinea el actual gobierno de Israel.

Esa es precisamente una de las advertencias que el Holocausto nos debe recordar: la deshumanización del otro es la antesala del genocidio, y sus víctimas siempre serán los más débiles y desamparados. En cada niño, mujer y hombre asesinado en Gaza, en su historia, sus temores y su sufrimiento, se refleja una de aquellas personas –judías, polacas, eslavas, gitanos- que, en el frío de la noche, tras dolorosas jornadas apretujadas en vagones de ganado sin comer ni dormir, con la ansiedad y el temor por el destino de sus seres queridos, pereció en las cámaras de gas de Birkenau, Treblinka, Majdanek, Belzec y Sobibor. Por cada uno de ellos y en su memoria, hoy debemos repetir que nunca más permitiremos un genocidio, ni en Gaza ni en ninguna otra parte.

Por Felipe Ramírez

Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).

Columna publicada originalmente el 2 de febrero de 2024 en Revista Rosa.

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