Adrián Moyano, periodista y cientista político de Bariloche, propone con su nuevo libro Komütuam -«mirar hacia adentro para» en mapuzungun-, una discusión al relato histórico clásico sobre la dominación de la Patagonia. Aunque «étnicamente» no es mapuche reinvidica y participa de esa cultura.
– ¿Qué significa komütuan?
Puede entenderse como “mirar hacia adentro para” o “mirar con agrado para”… Las dos acepciones son pertinentes respecto del resto del título Descolonizar la historia mapuche en Patagonia. Con “mirar hacia adentro” digo que para sacudirse los esquemas de la colonización que me parece están en vigencia, no alcanza con proclamarse “descolonizado”. Más bien, creo que tenemos que cuestionarnos nuestros aprendizajes, las aseveraciones que tenemos naturalizadas y las formas de construir conocimiento. Y “mirar con agrado para” también es válido porque siempre que nos sacudimos un yugo, hay algo de placentero en el acto. Me pareció importante incluir un vocablo en mapuzungun en el título porque la palabra escrita es un territorio muy propio del dominador. Es un acto de disputa.
– ¿Qué propone el libro?
Para legitimar la construcción estatal se priorizó una narración histórica hegemónica en desmedro de otras que quedaron subalternas, como la mapuche. “Komütuam…” busca llamar la atención sobre algo que por tan obvio no se ve: la persistencia de una relación de sujeción colonial que ejerce la República Argentina sobre el pueblo mapuche. A diferencia de lo que se da más al norte con los guaraní, diaguitas calchaquis, koyas y tantos otros pueblos, no fue España la que terminó con su independencia y su libertad, sino la Argentina con la Campaña al Desierto. La incorporación de la Pampa y Patagonia a la jurisdicción argentina fue una construcción política que ideó la élite que se hizo del poder después de Pavón en 1861. Edificó un nuevo orden estatal en base a tres hechos de violencia: la represión de las montoneras federales del interior, la Guerra del Paraguay y la invasión hacia los territorios mapuches y gününa küna que hasta entonces, eran ajenos a la soberanía argentina. Entonces, para volver a la pregunta, “Komütuam…” busca polemizar con la narración histórica que justificó y acompañó la actuación de la Argentina como potencia colonial en desmedro de los pueblos originarios de Pampa y Patagonia. Desde una perspectiva mapuche de la historia, claro…
– ¿Cómo ves la cuestión mapuche en general? ¿en qué situación están las comunidades?
La respuesta requeriría de un ensayo en sí mismo. Hay sectores mapuches que están cerca del gobierno nacional y hay otros que son muy críticos. En general, las zonas más conflictivas son aquellas que albergan algún emprendimiento del modelo extractivo, como Vaca Muerta en Neuquén con el Lof Campo Maripe u otras comunidades del centro de la provincia, que hace años conviven a su pesar con otras petroleras. Los dos sectores participaron activamente de la discusión sobre los derechos indígenas en el Código Civil que se está por sancionar porque la propuesta inicial del gobierno en materia de personería jurídica fue muy discutida. Por otro lado, en buena parte de Río Negro la situación sigue siendo crítica a partir de la combinación fatal entre sequía y ceniza volcánica. En este caso, las demandas tienen que ver con cuestiones tan básicas como el acceso al agua o la ayuda para rearmar las majadas. Así que el panorama es heterogéneo.
– ¿Y respecto de Chile?
En Chile los mecanismos de colonización que describo en el libro se manifiestan con total descaro. Hay que ver cómo las forestales transformaron el paisaje en los últimos 20 años, atentando contra la manera mapuche de relacionarse con la naturaleza e impidiendo el ejercicio de su medicina, por ejemplo. El esquema económico tiene amparo legal con la vigencia de la Ley Antiterrorista, que se aplicó tanto bajo los gobiernos de la Concertación como durante el período de la derecha. Ya perdí la cuenta sobre la cantidad de presos políticos que hay en las cárceles chilenas por el sólo hecho de movilizarse en defensa de sus espacios territoriales… Desde esa perspectiva, claro que la situación en la Argentina es distinta. Pero cuando los intereses de petroleras, mineras, forestales o sojeras se contraponen a los derechos indígenas, los mecanismos coloniales se expresan con todo su vigor, sea en la jurisdicción que sea. Con la variante extractiva del modelo turístico sucede otro tanto.
– Este es tu segundo libro ¿cómo anduvo el primero y qué buscabas con ese trabajo?
“Crónicas de la resistencia mapuche” anda bien. En ese caso buscaba poner de relieve la actitud de resistir que caracterizó al pueblo mapuche. A diferencia de otros pueblos indígenas de América, recién hacia fines del siglo XIX se acabó su independencia y libertad, al triunfar en Chile la Pacificación de la Araucanía y en la Argentina la Campaña al Desierto. Uso los nombres que los respectivos Estados dieron a sus campañas militares… Desde ya, tanto “pacificación” como “desierto” son eufemismos. Pero no sólo hablo de resistir en términos bélicos en el pasado o en los conflictos de la actualidad, sino también con la vigencia de una espiritualidad propia y distinta a la dominante, que se expresa en la continuidad de los kamarukos, el Wiñoy Tripantü y otras ceremonias propias de la cultura mapuche que se celebran. Esa también es una actitud de resistencia.
– ¿Lo lograste?
Deberían decirlo los lectores. Varias veces, integrantes de organizaciones mapuches me dijeron que consideran a “Crónicas…” como una herramienta para su práctica política. Ese es para mí un reconocimiento muy importante.
– ¿Cómo ves la conciencia general respecto de los pueblos indígenas? ¿cómo analizás el interés mediático en los últimos años?
Evidentemente, las demandas y la propia existencia de los pueblos indígenas es más visible hoy que hace 20 años. Sin embargo, todavía falta mucho porque no se termina de entender que no estamos frente a un sector más que hay que incluir. Suele decir Chacho Liempe, referente del Consejo Asesor Indígena (El Bolsón): “está todo bien hasta que hablamos de territorio… Con nosotros pueden hablar de música, de telar y hasta de ceremonias, pero cuando hablamos de recuperar territorios, ahí se complica la cosa”. Yo iría un poco más allá. Todo bien hasta que se habla de autonomía y autodeterminación, aunque los instrumentos jurídicos a los que adhirió la Argentina convirtieron en ley esos conceptos. Precisamente, en el plano político descolonizar significa avanzar hacia fórmulas que permitan la recuperación de la autodeterminación para los pueblos que la perdieron a manos del Estado argentino.
– Es decir ¿ves interés o sólo son picos en determinados momentos?
Hay sectores que están sinceramente interesados, como las asambleas ciudadanas, algunos sindicatos como el docente –me refiero a Río Negro, donde vivo-, determinadas expresiones políticas y poco más. Yo creo que a grandes rasgos, el conjunto de la sociedad es bastante indiferente a las demandas indígenas. Pero insisto, el camino que se viene recorriendo desde comienzos de los 90 hasta hoy fue muy arduo y se ven resultados. Por ejemplo, el concepto de interculturalidad hasta aparece en la nueva Ley de Educación de Río Negro y en la Carta Orgánica de Bariloche hay un capítulo sobre derechos de los pueblos indígenas. En el Poder Judicial también se va aprendiendo más sobre derechos indígenas, aunque a veces con demoras incomprensibles.
– ¿Ves periodistas incorporándose a la temática o siempre son mas o menos los mismos?
Veo a muchos jóvenes mapuches haciendo comunicación, desde sus propios medios radiales o en formatos audiovisuales. Por ahora, no advierto una tendencia similar en medios gráficos.
Fuente: Telám