Por Rodrigo Álvarez A.
En la columna de ayer comentamos lo raro y particular que Chile tenga animadores, sólo explicables en este mundo festivalero televisivo, el principal evento mediático y popular que sobrevive con los años a pesar de una competencia brava de espectáculos internacionales que llegan al país y que antes no existían. O sea, en el Movistar Arena deberían regalar Gaviotas como locos.
Hoy comentamos a los humoristas. Es super fácil destrozar al humorista que fracasa en Viña. Es más fácil ser oposición que ser Gobierno, disparar como francotirador que estar ahí delante. “Hay que estar ahí” le dijo a toda una generación Carlos Caszely cuando perdió el penal en España 82. “No estoy ni ahí”, decía el Chino Ríos a fines de los noventa. Pero en este caso, este columnista no puede no estar ni ahí, porque anoche en Viña 2024 actuó -con mucha dificultad- Javiera Contador, una actriz y comediante como pocas, de las connotadas del medio, del teatro, del sitcom chileno, del show bussiness completo, en el cine también, y gran conductora de TV, exitosa en el matinal de Mega el 2010 o por ahí y, como tal, la conocí siendo su director y productor ejecutivo para un programa franjeado de humor y actualidad (“el lado femenino de las cosas”) en un canal de Copesa que nunca salió al aire (3TV, 2013). Y era una capa, nunca fuimos amigos porque no se trataba de eso, pero trabajamos a la par durante 10 meses y nos quedamos con todo grabado en un computador, el absurdo total.
Y fue imposible no acordarme de su concentración, de su entrega, de su profesionalismo (¿han visto peor lugar común?) mientras veo su show, con la enorme dificultad de que se le apareció el Monstruo, este especímen de 15 mil cabezas que qué se lo quisiera el Lago Ness, y que la engulló para el beneplácito de millones de espectadores.
Hoy comentamos a los humoristas, una parte fundamental del ocio nacional que a fines del verano explota en la Quinta Vergara. Andrea Bocelli jamás habría entendido que las pifias interminables eran una muestra de afecto a su eximio show, porque sin saber estaba participando de este hecho único que la cultura pop chilena le ha aportado al mundo: los humoristas en el Festival de Viña, un momento único del año en que nos importa tanto que le vaya bien (nos reímos en familia fácil unos 50 minutos sin parar) como que le vaya mal (pelamos 50 minutos sin parar). Y somos expertos en rutinas, nunca el chileno fue más comentarista especializado como frente a la rutina de un humorista en el Festival de Viña. Lo hacemos desde niños, fuimos criados televisivamente así, y nos gustan los chistes, las tallas, el ridículo, el tortazo, el bulin.
A Javiera Contador no le fue bien, lo sabemos, lo vimos, no pudo salir de las pifias iniciales y estuvo con unos nervios que, dada su experiencia, tal vez no habría vivido en algún otro de sus ámbitos profesionales. Me asalta la duda de para qué se mete en el stand up, una de las artes más difíciles que existen. Lo dicen los más grandes, desde Seinfeld para abajo. Es tan pero tan difícil que a un humorista no se le permite repetir nada, no puede arriesgar a que le digan que estos chistes ya los usó en tal escenario, qué injusticia frente al músico donde es todo lo contrario, se le pide con clemencia que cante puros hits, que Viña no es un escenario para andar probando canciones nuevas. El humorista no puede repetir, no puede tener “caballitos de batalla”. En años como -obvio- comentarista especializado- de este show veraniego los únicos humoristas a los que se le pidieron repetir algo fue Lucho Navarro (1981) con el sonido del tren (sólo para mayores de 45 años); o Manolo González (1978) que imitó a Pinochet dos noches seguidas hasta que lo cortaron (sólo para mayores de 55); o Sandy, el pelado que repetía el chiste del tartamudo en el taxi.
El humorista está obligado a innovar. No fue el caso de Contador, como que a la larga su trayectoria no ha sido construida en estas lides, ella es una heroína inigualable en la comedia actuada, con guion, con contraparte, en situación, tendrá que ver -me imagino- si insiste en esta faceta tan complicada, que puede poner en riesgo una carrera entera. Por suerte no le pasará eso, una porque la actriz tiene todo para salir jugando en el campo que quiera; y dos, porque Chile olvida con mucha facilidad, y en este caso eso es una nueva oportunidad. Me encantaría poder decirlo en mi trabajo, o en el tuyo.