Por Rodrigo Álvarez
– ¿Me vieron en Olmué?
– Siii.
– Chuta no puedo contar nada de eso entonces.
Así partió anoche el show de Luis Slimming, dando la razón a mi columna de ayer respecto a los humoristas vs los músicos, lo que sólo era una categoría de análisis para refrendar lo difícil que es hacer humor. No se puede repetir la fórmula de la misma manera que el notario reitera su firma o un spot comercial en una tanda, y Slimming lo sabía desde el principio, dejando en claro que su éxito del 2023 en Olmué le impedía repetirse.
No era necesario y si lo hizo fue para contextualizar de dónde viene, quién es y por qué observó lo que ahora nos cuenta. Por eso nos recuerda que es padrastro, que su hija Mathilda es hija de su pareja, y es genial porque le hace un F5 a su propio rollo dentro del cual identifica la realidad chilena: «Es difícil hacer un humor trasversal, y que nadie se enoje», declaró después en el backstage.
Slimming lee en Tik Tok… chiste que repite dos veces por si alguien mayor de 50 años no lo entendió a la primera, lo que habla de su observación de la actualidad para entrar en un paseo por los temas que vivimos todos. «Atrevido», «locuaz», «al límite», dicen algunos titulares. Pasan por él los bomberos, cantantes urbanos, realitys (Cathy Barriga y Polizzi de una al encierro), los panamericanos, el pene y los condones y el tamaño y la disfunción eréctil, qué raro, inimaginado en estos tiempos…
Este loco hace una sumatoria de chistes que hablamos todos en los asados, en los cafés y en los happy hours (qué antiguo, ¿existen aún los happy hours?), y su simpatía le permite no tener nada de vergüenza para hacer un humor de hombres (¿esto no estaba cancelado ya?). El humor de hoy es más difícil. Los standaperos del mundo llevan varios años (desde el #MeToo al menos) intentando sortear la cancelación generacional de una serie de temas que en todos los tiempos fueron usados en sus rutinas: tullidos, gangosos, tartamudos, torpes, gays (lamentablemente en la misma lista), gordos, deformes, cochinadas por doquier. ¿Cómo lo están haciendo para seguir siendo graciosos? Siendo empáticos, no estando enojados. Slimming lo hace sin parecer eufórico, sin perder naturalidad; hace protesta social desde el humor, la mejor miel, la mejor fórmula. Es un tipo al que no te puedes imaginar enojado aunque impreque cuando se desdice de algo: «¡Qué te pasó CTM!», grita con énfasis desdiciéndose, todo el rato yendo hacia un lado y volviendo… como me decía Ricarte Soto: «Siempre hay que partir con una frase provocadora para captar la atención, y después te desmientes, a nadie le va a importar».
¿Los millennials tienen humor? Muchas veces he pensado que no, esta generación de cristal, que ha dictado la cultura de comienzos de siglo, se ha tomado todo en serio hasta que llegó la pandemia a apurarlos: «Me da un condón sin glúten?», dice Slimming desde su agradable cinismo, la mejor forma de decir lo que no se puede decir, pero decirlo igual.
Bonus track: Tenores de la vida
Se ha dado la discusión sobre la ópera o música clásica que ofreció Andrea Bocelli la noche del martes en la Quinta Vergara. De pronto todos sabemos de arias o sonidos que no sabíamos que existían. Puede haber dos aristas. El repertorio del cantante (y su hijo) era para la galería, una sucesión de standard que conocemos hasta por osmosis, y que forman parte de una especie de “sinfonía popular” que escuchamos hasta en los comerciales más sonsos. Círculos más cultos o serios, como se da en estos casos, lo han acusado de populista, de «cantar para la galería», pero si no es para la galería, ¿para quién? He ahí el aporte de los Tres Tenores que completaba con Plácido Domingo y Pavarotti: popularizar la ópera, el canto lírico, el aria, ¡si hasta un programa de fútbol se llama Los Tenores!
La otra pata tiene que ver con lo que exhiben los canales de televisión. Cada vez que la gente se ve enfrentada a contenido de calidad se da el tiempo de verlo. No necesariamente queremos ver pura basura. A las 22:30 en la TV abierta la oferta es monotemática: teleseries y realitys, propuestas hipotalámicas que atacan al cerebro en su parte animal y básica. Sangre, placer, pelambre. Pero si de pronto propones otras cosas es probable que la audiencia vaya a tomar algo de esa oportunidad. Soñar no cuesta nada, y que lo diga Santa Isabel y su jingle.