Por Rodrigo Álvarez
True detective. Night Country, la cuarta temporada de la serie de HBO, completa 10 años bajo un formato donde cada temporada tiene un caso -por ejemplo un asesino en serie- y los personajes principales -los detectives especializados- son nuevos cada vez. El primer anuncio de la promoción de la serie fue sobre Jodie Foster, la gran actriz que vuelve al registro de la detective Clarice Starling que en “El silencio de los inocentes” debutó en las ligas ni más ni menos frente a Hannibal Lecter, el caníbal gourmet.
En Alaska, lo más septentrional del planeta, un pueblo: Ennis, que en la ficción existe al fusionar las localidades reales de Kotzebue, Utqiagvik y Nome. En Alaska las fechas de invierno son meses de oscuridad, no hay sol, todo ocurre de noche aunque la vida sigue con toda naturalidad.
Dos detectives mujeres, Danvers y Navarro (Jodie Foster y la exboxeadora Kali Reis) trabajan juntas en la desaparición de ocho científicos del centro de investigación ártico, en Ennis, al noroeste de Alaska. Hay mente y arrojo femenina en juego. La showrunner de esta cuarta parte es la mexicana Issa López. “La primera temporada se estrenó antes de que el mundo cambiara. Antes del #MeToo, antes de Trump, antes de la pandemia, antes de George Floyd”, explica.
“Hice esta temporada como una respuesta a aquella tras los cambios. Después de tres temporadas entendiendo la experiencia masculina, lo que yo puedo traer nuevo a la serie es hablar de las inseguridades y miedos femeninos y el dolor generacional que cargamos. Habla de cómo enfrentamos la sexualidad, de nuestro sentido de justicia, de pérdida, de soledad y de la existencia de Dios”.
En la Tierra Nocturna de la cuarta temporada de True Detective (disponible en HBO Max) son las mujeres quienes activan los cambios de su comunidad y quienes lideran la lucha contra la empresa minera, contaminadora y mezquina. En Ennis no se vive mal, hay de todo entre trabajadores y profesionales que laboran a escala humana a pesar del entorno frío, nevoso y oscuro. El 50% de su fuerza laboral vive de su trabajo en la mina que contamina, que produce agua negra, infectada con aditamentos que están matando al pueblo entero, empezando por animales y niños.
Ennis es un pueblo de calle larga, con servicios, negocios, escuelas, una gran pista de patinaje, y los infaltables diner donde se desayuna bajo un permanente relleno de café y huevos con tocino; o se comparte en esos bares pequeños, donde todos se conocen, donde todos se comentan, donde pareciera que nadie paga. Y policías. Ennis tiene una comisaría, las patrullas y sus autos andan de lado en lado en la comarca helada.
En este contexto, siete científicos de la Estación Tsalal, un centro de estudios que han descubierto un ADN que nos convertirá en vivientes superiores, aparecen muertos y congelados. En Tsalal pasan cosas, investigan y ocultan lo que se esconde en las cuevas, mienten para que la mina los financie. Cifras arregladas. Pero se enfrentan a una comunidad donde la mayoría de sus habitantes tienen algo que optar a vivir en esta Alaska profunda. Las dos detectives, la hija, la hermana chica esquizofrénica, el cabro joven policía y su chica que lo echa de la casa, los clanes y familias entrelazados en un territorio que comparten el seguimiento de los culpables, en una maraña atrapadora.
El gran enemigo del hombre y la mujer y la sociedad actual es el entorno ambiental que nos va apretujando la vida, nos va encerrando contra la pared de la calidad de vida, la pega, la paga, el aire, el agua. Incluso si vives en un lugar tan apartado como Alaska los problemas son los mismos. Y que haya un crimen que no sea de un enfermo mental, de un psicópata o de un carnicero dota a la serie de un aire político frente al cual Jodie Foster (la oficial Danvers) tiene un propósito que va más allá de encarcelar al malo de turno: va por un acto de redención que no se descubre a balazos.