Los medios y la derecha está poniendo en tela de juicio un acuerdo entre las policías chilena y venezolana para compartir información sobre delincuentes, como los integrantes del Tren de Aragua.
Se trata de un acuerdo firmado por el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, para intercambiar información sobre delincuentes y miembros del crimen organizado como el Tren de Aragua, que tras el secuestro aún sin resolver del ex-teniente Ronald Ojeda Moreno ha sido usado como munición por medios y políticos de derecha para mantener el tema en la agenda pública.
Se trata de una campaña de populismo penal que, en caso de concretar hacer naufragar dicho acuerdo de cooperación entre las policías de Chile y Venezuela, deja a las policías ciegas en su combate frente a la delincuencia transnacional.
La historia de un peligroso asesino, apodado el Maldito Cris, integrante del Tren de Aragua, quien fue abatido en junio del año pasado en Perú, nos permite entender la importancia de que las policías estén conectadas.
UNA SECUELA DE MUERTES EN LIMA
El 8 de septiembre de 2022 un horrendo crimen conmocionó a Perú: Mientras hablaba por teléfono resguardando la casa de la parlamentaria Leslie Lazo, el policía Jonathan Puga Macedo de 40 años, recibió un tiro en la cabeza.
Así, directo y a sangre fría.
El móvil del crimen era su revólver.
El crimen copó los noticiarios de Perú y el desconocido asesino cobró fama.
Pero ese no había sido su primer delito.
Y tampoco había sido hecho en Perú.
A las pocas semanas el criminal atacó nuevamente: Esta vez fue sobre un guardia en un casino de La Molina, a quien se acercó y encañonó para robarle su revólver. Luego Maldito Cris subió a una moto y escapó.
El registro de las cámaras de seguridad entregó las primeras imágenes conocidas del delincuente. Poco a poco los policías comenzaban a armar su perfil del nuevo, cruzaron imágenes de asaltos anteriores, lo que les permitió establecer el modus operandi del delincuente: asaltos con armas de fuego y huida en moto.
Sin embargo, algo alertaba aun más a los policías peruanos: la frialdad para sacar el arma y disparar a matar.
Ya en 2022, Maldito Cris había asaltado a un joven dentro de una panadería de Los Olivo, en Lima Norte. Entró con una pistola, apuntó directamente al rostro y le arrebató el celular. Sin embargo, el móvil tenía GPS antirobos, por lo que fácilmente fue rastreado por la policía, que se dejó caer en donde el asaltante estaba.
Fue arrestado con 16 celulares de diversas marcas y modelos. Todos habían sido robados. También el maldito Cris tenía en su poder una pistola Glock y en sus manos se halló rastros de pólvora, es decir, había sido usada recientemente.
Pese a las pruebas la fiscal de Lima Norte lo dejó libre. “Si bien es cierto que el investigado ha reconocido en parte los hechos imputados en su contra por delito de hurto, también lo es que en la presente investigación, por el momento, no se cuentan con todos los indicios suficientes para recurrir ante el órgano judicial y formular un requerimiento de prisión preventiva”- se escribió en la sentencia.
En la oportunidad, la policía y fiscalía peruana estaban a ciegas. No se sabía mucho del personaje.
¿Qué formación en el uso de armas tenía?
¿Tenía algún prontuario?
¿Cuáles eran sus redes de apoyo?
LOS LLANEROS DE SANGRE FRÍA
Con la certeza de que se trataba de un delincuente venezolano, la Policía Nacional del Perú (PNP) decidió acudir a Interpol y a la policía venezolana, cuyos datos permitieron en mayo de 2023 tener un perfil detallado del osado delincuente.
Era Christopher Joseph Fuentes Gonzáles.
“La Policía de Venezuela ha informado que se trata de una persona con amplio prontuario criminal, con antecedentes por homicidio calificado y robo agravado, algunos cometidos en la ciudad de Cumaná, del 2015 al 2018”, señaló el coronel Víctor Revoredo, jefe de Homicidios, al periódico La República.
Con apenas 24 años, en su prontuario tenía 6 muertes, agregó al mismo medio el director de la Dirincri, general PNP, Óscar Arriola.
Christopher había nacido el 8 de marzo de 1998 en el estado de Sucre, Venezuela, hijo de Ángel y Keyis. Su primera detención fue por un asesinato y hurto en Cumaná, una ciudad al oriente de Venezuela.
Tenía 17 años.
Cuando en 2017 estallaron las guarimbas con el objetivo de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, el Maldito Cris se vinculó a un grupo paramilitar de extrema derecha, con quienes aprendió a usar varios tipos de armas. Su favorita eran las ametralladoras. Su sangre fría y ensañamiento demostrado en medio de las protestas lo hicieron ganarse el apodo de Maldito Cris o Fifo.
El prontuario entregado por los venezolanos permitió a los peruanos completar el perfil del delincuente: el Maldito Cris en esa época ya había comandado asaltos armados, tiroteos y decenas de crímenes en Venezuela.
Al poco tiempo Maldito Cris creó su propio grupo criminal, al que llamó los Llaneros de Sangre Fría, integrado y comandado por miembros de su familia. Estaban así en el negocio su madre, el padrastro y su hermano. Sin embargo, su novia Wanda, comenzó a ser su principal aliada, encargándose de conseguir armas y alquilar hospedajes en cada fuga. Con Wanda compartían también el gusto por mostrarse en redes sociales y comenzó a ser conocida como la Bebecita del crimen.
Las grandes bandas criminales aprovecharon el bloqueo de Venezuela por parte de Estados Unidos y la crisis migratorio generada para desparramarse por el continente. Los Llaneros de Sangre Fría se transformaron así en una facción armada del Tren de Aragua.
El siguiente paso fue conquistar Colombia, disputando a las mafias locales el territorio sembrando el pánico con asesinatos selectivos, extorsiones y guerras de pandillas. Allá también Maldito Cris se interesó mucho por la trayectoria de Pablo Escobar, quien en la década de los ochenta, tras ser desaforado como parlamentario, le declaró la guerra al Estado para defender su negocio de tráfico de cocaína. El novato criminal venezolano se puso arrecho y copió el arrojo del narcotraficante abatido en los techos de Medellín y se imaginó a sí mismo declarando la guerra a las autoridades.
Junto a su banda además comenzaron a usar cocaína y tussi para darse valor y apagar compasión en las acciones criminales que cometían.
Mientras seguía delinquiendo no dejaba junto a Wanda de postear sus aventuras en Tik Tok, exhibiendo por el asesinato de rivales, además de mostrar pistolas, rifles y metralletas. Decía que las armas eran sus ‘hijas’.
En 2019 emigraron a Perú, siendo parte de la expansión del Tren de Aragua hacia el sur. Así los Llaneros de Sangre Fría se integraron la red criminal con La Cota 905, Hijos de Dios, Puros Hermanos Sicarios y Los Gallegos del Tren de Aragua. Se calculó en un momento que 8 bandas de este tipo operaban en Perú, realizando reuniones para repartirse el territorio, a las que acudía Maldito Cris, en los suburbios de Lima.
LA REAPARICIÓN DEL FUGITIVO
El 14 de febrero de 2023 Maldito Cris volvió a matar.
Tras robar un celular en Surco fue abordado por el sereno Luis Manrique Pizarro, de 55 años, quien logró acorralarlo junto a un auto. Pero el delincuente sacó sin más su pistola disparando al cuello del vigilante, quien cayó tumbado, aprovechando Maldito Cris para escapar. Manrique alcanzó a sobrevivir en la UCI apenas dos días.
Maldito Cris, en tanto, se fue a un hospedaje en Surco, prendió la televisión, apareciendo su crimen en los noticiarios. Era famoso. Aprovechó de hacer un video jugando con el arma aún tibia por el disparo.
Pero ese segundo asesinato de un policía marcó el destino final de Maldito Cris. La policía integró un equipo de más de 50 efectivos para darle caza, quienes llegaron a pisarle los talones en una incursión en Lurín, al norte de Lima, logrando apresar a su hermano putativo, Bryan Miguel Jiménez. Sin embargo, Maldito Cris era una presa escurridiza y volvió a irse entre las manos.
Las autoridades pusieron un precio a su cabeza de 80 mil soles peruanos, que luego subieron a 130 mil.
Maldito Cris tenía centinelas que lo acompañaban e informaban de cualquier movimiento extraño. Una semana después se les volvió a escapar en un nuevo operativo en Canta.
El 25 de febrero de 2023, el policía Luis Alfredo Huerto Obando, de 30 años, patrullando en moto vio al fugitivo. Lo siguió y conminó a detenerse, pero el Maldito Cris bajó de su moto, sacó su arma y disparó a quemarropa contra el policía. Herido en la mano, el agente dejó su moto, lo que aprovechó el delincuente para cogerla y escapar.
Como un fantasma, pocos días después, el 21 de abril de 2023, Maldito Cris reapareció en Huaral, una ciudad al norte de Perú, cuando entró a robar a los clientes de un restaurant en una incursión de pocos segundos.
Sin embargo los policías detectaron que en Lima, Maldito Cris había instalado un sistema de extorsión a trabajadores sexuales que frecuentaban el centro comercial de Independencia, concentrando su búsqueda en ese punto.
En sus huidas, Maldito Cris tenía la asistencia de Wanda, quien se encargaba de buscar alojamientos para cambiarse constantemente, escogiendo casas con piscinas, donde seguían filmando Tik Tok con ropas de marca y joyas. Un programa de televisión incluso lo mostró intentando pasar desapercibido como un repartidor de comida. Siempre con celular en la mano, el casco puesto y atento a su alrededor. La clandestinidad también cambió sus hábitos, debiendo salir a altas horas de la noche.
La tarde del viernes 16 de junio la Policía Nacional detectó que Maldito Cris estaba bebiendo en un local del distrito San Martín de Porres junto a sus amigos. Fue la hora de actuar.
Acechaban el barrio funcionarios de la División de Investigación de Secuestros, la División de Secuestros de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri) y de la Sub Unidad de Acciones Tácticas (Suat). En total eran 100 agentes desplegados.
La tarea fue encomendada a dos policías, quienes esperaron que saliera del hotel. Una vez en la calle uno lo cogió del cuello, pero Maldito Cris sacó su arma y disparó varias veces en el abdomen, hiriéndolo en el riñón, el pulmón e hígado.
Los disparos del foragido dieron licencia al resto de policías para disparar.
Y dispararon a matar.
Maldito Cris respondió con una ráfaga, hiriendo a cuatro detectives. Pero el poder de fuego policial fue más y el fugitivo cayó abatido.
Tras meses de búsqueda y una secuela de varios asesinatos, incluidos dos policías, Maldito Cris estaba muerto en el suelo de una calle de Lima.
Al revisar el morral que portaba tenía 4 armas de fuego y 3 caserinas.
La persecución de Maldito Cris fue posible gracias a los datos proporcionados por la policía venezolana. Cuando desde Caracas se intercambiaron los datos con la policía peruana el personaje comenzó a tener un contorno, un rostro, un nombre y y prontuario. La policía dejó de estar a ciegas y se percataron respecto de quien enfrentaban.
Desde hace años que se sabe que el Tren de Aragua opera en Chile, sobre todo en las ciudades del norte. Muchos de sus integrantes cruzaron fronteras si marcar pasaporte y menos portan cédulas de identidad. Así, cuando las policías los pillan están a ciegas.
No se sabe quienes son, su edad, nacionalidad y, sobre todo, el prontuario.
Cifras del Servicio Nacional de Migraciones dan cuenta que los extranjeros indocumentados había ido en aumento en los años precedentes. Pasando de 16.000 en 2020, a 56.875 en 2022.
Un informe de la Policía de Investigaciones (PDI) calculaba que entre enero y agosto de 2023 habían ingresado 34.543 personas de forma irregular a Chile, proyectándose hasta fin de año la cifra de 50 mil personas.
Gran parte de las personas indocumentadas no tienen antecedentes penales ni tampoco realizan delitos en Chile, siendo poco más de un 9% de la población penal.
Datos de la Fiscalía sobre delitos en Chile del primer trimestre del año pasado, contabilizaban que del total de formalizados por algún delito un 3,35%, es decir, 1.230 personas, no tenían nacionalidad identificada.
Los acuerdos entre las policías de distintos países permiten intercambiar información para determinar no sólo la nacionalidad, sino que si es que existe algún prontuario previo. Las fuerzas de seguridad de todos los continentes colaboran entre sí. Así ocurrió para identificar al Maldito Cris. Y así se tiene que colaborar para frenar el alza de delincuencia en Chile.
LAS RAZONES DE FONDO DE QUIENES SE OPONEN AL ACUERDO
El acuerdo entre agencias de seguridad chilenas y venezolana fue firmado por el subsecretario, Manuel Monsalve, y el viceministro del Sistema Integrado de Investigación Penal de Venezuela, José Humberto Ramírez Márquez, en enero de 2024. Uno de sus puntos establece concretar las vías para el intercambio de información “necesaria para la investigación de delitos contra las personas, delitos violentos, cibernéticos y delitos financieros, entre otras expresiones de la criminalidad organizada”.
El rechazo a dicho acuerdo entonces se puede entender articulado en torno a dos ejes: el primero es que todo sirve cuando se trata de Venezuela y sacarla a colación permite instalar una división entre la base gobernante, fraccionada entre las militancias que apoyan la democracia venezolana y quienes se han prestado para las narrativas que han querido instalar el gobierno títere de Juan Guaidó. Estos últimos parecieran desconocer que la crisis económica venezolana es producto del bloqueo a su economía reforzado desde el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, insistiendo en culpar al gobierno de Maduro, al que califican como dictadura. Obligar al gobierno a mantener la discusión en este nivel también les permite mantener el control de la agenda mediática.
El segundo eje es más opaco, dando cuenta que no pocos sectores políticos, como Demócratas y las derechas, unido a medios masivos apuestan a boicotear dicho convenio con el objetivo de mantener a las policías a ciegas ante bandas transnacionales, manteniendo así los índices de delincuencia que se han disparado en la última década.
El caso del Maldito Cris sirve para ilustrar de este modo, como políticos tan hambrientos de fama como faltos de ideas, unidos a medios sobreideologizados, están en plena campaña de populismo penal. Contaminan así la discusión pública, usan el control que tienen de los medios para confundir a la ciudadanía. Hablan en nombre de la seguridad, pero en el fondo apuestan a que exista una delincuencia impune con una policía a ciegas.
Mauricio Becerra R.
El Ciudadano