La claudicación ética de la SECH

El 30 de julio del presente año, el directorio de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh) invitó al alcalde de Providencia, coronel (R) Cristian Labbé, a compartir un cóctel en la Casa del Escritor tras serle otorgada la Medalla “Oreste Plath”


Autor: Director

El 30 de julio del presente año, el directorio de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh) invitó al alcalde de Providencia, coronel (R) Cristian Labbé, a compartir un cóctel en la Casa del Escritor tras serle otorgada la Medalla “Oreste Plath”. Allí se brindó y compartió gratamente con la visita. Los directores, encabezados por su presidente, mostraron sus mejores sonrisas y la conversación estuvo plagada de anécdotas. Por ejemplo, el invitado les narró como había traído desde Londres el comedor de Pinochet, que hoy luce orgulloso en su municipalidad. Los contertulios rieron de buena gana con esta simpática anécdota. Después de los whiskies (quisiera pensar que fue por eso) ningún director recordaba que el señor Labbé fue guardaespaldas de Pinochet y agente de la DINA, acusado de violaciones a los derechos humanos. Cristian Labbé nunca se ha arrepentido de su participación junto a Pinochet y defiende su “obra” a brazo partido. Y todos sabemos que parte de la obra del capitán general fue dejar chilenos torturados, ejecutados, desaparecidos y exiliados. Mayores antecedentes en: http://www.memoriaviva.com

Tras saberse de la amistosa tertulia hubo un repudio general, sobre todo porque desde el mismo 11 de septiembre de 1973 la Sociedad de Escritores de Chile fue un baluarte de resistencia y dignidad contra la tiranía militar, que también persiguió, torturó y asesinó escritores. Durante los diecisiete años de dictadura jamás un alcalde de Pinochet pisó la SECh y menos Pinochet, que habría estado feliz de hacerlo. Los escritores resistieron con la frente en alto, a pesar de que la DINA, y luego la CNI, merodeaban permanentemente la Casa del Escritor. Por estas razones resultan de una grosería absoluta los argumentos en defensa del directorio de SECh por parte de la escritora Virginia Vidal, que apela a que “No se puede cuestionar la decisión de la SECh, porque tales reglas del juego se impusieron desde el momento en que la Concertación  estableció un acuerdo con Pinochet y se aceptó la democracia tutelada”. Si ella aceptó esta condición social, es su problema, pero que no pretenda endosárselo al resto de la sociedad.

Otro desaguisado es la declaración de la Academia Chilena de Literatura Infantil y Juvenil (Achli) fechada el 6 de agosto, cuyo vicepresidente es el actual presidente de SECh, señor Reynaldo Lacámara y uno de sus directores el señor Sergio Bueno, actual secretario general de SECh. La presidenta de ACHLI es la señora Estela Socías, directora de SECh. Dice el punto dos de la declaración (copio textual de la carta que circula en Internet): “Cada año la Achli, prevía deliberación de su Directorio, otorga la Medalla “Oreste Plath” a escritores, autoridades o gestores culturales que se hayan destacado por su compromiso real con la cultura en todas sus aréas (creación, producción, edición, gestión, mecenazgo, etc.). El criterio de selección y premiación está vinculado a estos criterios y no a visiones de carácter ideológico o seudo judiciales, que no forman parte de nuestro pérfil como Academia”. Me parece que los comentarios sobran.

Pero lo más patético de todo es como el directorio de SECh (aunque ya no debería sorprendernos), en su reunión del lunes 10 de agosto, cerró filas para justificar su relación fraternal con el ex agente de la DINA, incluidos los directores comunistas que son amplia mayoría dentro del directorio. El señor Fernando Quilodrán argumenta que se debe trabajar con amplitud y sin sectarismo. Se olvida el señor Quilodrán, director del diario El Siglo (el otrora “cañon de largo alcance”) de todas las denuncias que el periódico hizo acerca de los “trabajos” del señor Labbé cuando era un militar activo. Se olvidan por ejemplo, con su silencio cómplice, los socios Rolando Carrasco y Santiago Cavieres de su paso por las prisiones de la dictadura, las cuales justifica el señor Labbé. Qué memoria tienen los señores Ángel Pizarro y Óscar Aguilera de cuando escribían poemas contra la dictadura.  Por su parte, el presidente de SECh, Reynaldo Lacámara, continúa dentro del comando del candidato presidencial Jorge Arrate, como si nada anormal hubiese ocurrido. El vicepresidente, Gregorio Angelcos, no lo hace mal tampoco, trepando por las palabras de la desmemoria.

Estamos viviendo momentos insólitos en la política chilena, aunque entre tanto travestismo y alianzas transversales quizá sea normal que esto ocurra. He tratado de imaginarme al directorio de la SECh frente al señor Labbé, y lo único que se me viene a la mente, a modo de analogía, es la conversión de Clodoveo rey de los francos en el año 496, cuando arrodillado ante el Obispo de Reims éste le dice: “Inclina dulcemente la cabeza, sicambro, y adora lo que has quemado y quema lo que has adorado”. También me vino a la mente una frase de Stella Díaz Varín, homenajeada en estos días en la Casa del Escritor: “A esta casa jamás entrarán los fascistas compañero”. Hoy se debe estar revolcando en su tumba.

Por Alejandro Lavquén


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