No todos los economistas llevan ondeando la bandera del libre mercado desenfrenado en sus manos; durante la historia podemos encontrarlos, el más famoso es el británico Keynes que durante la depresión de los años ´30 (en el siglo pasado) propuso, defendió y estimulo la implementación de políticas fiscales y monetarias activas, a cargo del Estado, para contrarrestar las perturbaciones (a la baja generalmente) de la demanda e inversión privada.
En esta línea y más contemporáneos yo he encontrado varios a nivel nacional: Max Neef, Riesco y Fazio por citar a algunos; y al menos 2 de gran relevancia mundial(ambos estadounidenses y premiados con el Nobel de Economía): Stiglitz (Nobel el 2001) y Krugman (Nobel de Economía el 2008), que no tienen reparos en reconocer las fallas del modelo económico actual y confrontar sus teorías a los defensores (a veces enceguecidos) del liberalismo económico. Ambos no han perdido opourtunidad para, en estos tiempos de crisis económica mundial, manifestar (ahora con más tribuna) sus propuestas. De hecho en El País podemos leer siempre artículos de Paul Krugman y la semana pasada El Ciudadano traía un articulo donde se citaba a Joseph Stiglitz. Aprovechando un trabajo de un ramo que tengo en la Universidad, trataré acá de entregar mi visión sobre unos artículos de Krugman.
«Mal pero no tanto». Así define el economista el actual panorama de la economía mundial, que si bien se parece al Japón de los ´90 (que detono en la Crisis Asiática) y que ha tenido desplomes mucho mayores a los que vivió ese país; las medidas tomadas y las que NO SE TOMARON (como frenar el gasto público) le permiten aseverar que «ya no parece que estemos ante la segunda Gran Depresión, como pareció durante algunos meses». La propuesta de solución que nos entrega es implementar «un segundo plan de estímulo que considera «fundamental» para lograr una recuperación sostenible«.
Bajo el título «El gran miedo a la inflación» quiere preguntarse (y ojala responderse y respondernos) si se justifican los temores a las presiones inflacionarias que las medidas anti crisis podrían generar y los nocivos efectos que tendría en la economía un período hiperinflacionario. Krugman supone «que este miedo tiene que ver, al menos en parte, con la política, no con la economía».
Es importante, continua, darse cuenta que «no hay asomo de presiones inflacionarias», muy por el contrario, con precios más bajos que hace un año y sueldos estancados producto del alto desempleo, «el peligro claro y actual es la deflación, no la inflación». Si no hay alza de precios y no tenemos salarios en aumento que lo permitan en el corto y mediano plazo, «¿a qué se debe esta preocupación por la inflación?» Hay 2 versiones: unos creen que «la Reserva Federal está acuñando montones de dinero, lo cual tiene por fuerza que ser inflacionario», a juicio de Krugman esto «es sencillamente falso»; otros dicen «que el déficit presupuestario acabará obligando al Gobierno estadounidense a reducir su deuda mediante la inflación», que «podría ser correcto, pero no es así».
Es efectivo que las medidas («sin precedentes») de la Reserva Federal («comprando muchísima deuda, tanto pública como del sector privado, y financiando estas compras atribuyendo a los bancos reservas adicionales») en tiempos normales serían medidas pro-infalción: bancos comerciales llenos de dinero, aumentando sus prestamos, lo que elevaría la demanda y haría que subieran los precios. Pero hoy, «los tiempos que corren no son normales»: los bancos comerciales no están prestando sus reservas extra, es más «están devolviendo el dinero con rapidez a la Reserva Federal», «a fin de cuentas, la Reserva no está acuñando realmente dinero».
La discusión sobre el riesgo inflacionario recuerda lo que paso en el inicio de la «Gran Depresión»; y por esto cita a Ralph Hawtrey (economista británico contemporaneo y cercano a Keynes) que señalaba que en esos tiempos «cuando la depresión y el desempleo amainan es cuando la inflación se vuelve peligrosa».
«¿Corremos el riesgo de que suba la inflación cuando la economía se recupere?» Eso es lo que sostienen los que ven que la «deuda federal superará el cien por cien del PIB», lo que obligaría a que EUA reduzca su deuda «recurriendo a la inflación: es decir, subir los precios para que se reduzca el valor real de la deuda». Lo que podría ser, pero no existen ejemplos actuales que confirmen que se tome esta decisión.
Por el contrario, Krugman y otros economistas, «son partidarios de mantener una política deliberada de inflación moderada, como método para fomentar el préstamo y reducir la carga del endeudamiento privado». Entonces cabe plantearse «si la inflación no es un riesgo real, ¿por qué todas esas afirmaciones de que sí lo es?».
Antes las discrepancias de los economistas (que son muy probables en tiempos de crisis) surge con fuerzas el factor político en este tipo de discusiones. El temor «procede en gran medida de economistas que no tenían problema con el déficit causado por las rebajas de impuestos, pero que de repente se convirtieron en cascarrabias fiscales cuando el Gobierno empezó a gastar dinero para sacar la economía a flote. Y su objetivo parece ser el de presionar al Gobierno de Obama para que abandone los planes de recuperación».
El artículo culmina señalando que el gobierno de EUA no debiera oír estos temores ya que «la economía sigue teniendo grandes problemas y necesita una ayuda continua» y que esto sí redundará en un problema presupuestario a largo plazo, pero que el contexto actual exige soluciones también a largo plazo, ahora basta con sentar las bases para esas soluciones futuras. «Pero en lo referente a la inflación, lo único que debemos temer es al propio miedo a la inflación».