El pasado martes, los noticieros y las redes sociales se volvieron locas tras conocerse que un cuerpo fue hallado al interior de una maleta en la comuna de Ñuñoa. Los rostros televisivos se llenaron la boca de mensajes grandilocuentes hacia las autoridades y la crisis de seguridad. Los dardos apuntaban al crimen organizado, sin embargo, las involucradas eran monjas.
Según se supo 24 horas después, la fallecida y la imputada tenían un pacto. La religiosa detalló a la PDI que la víctima falleció hace un año atrás y que «la mantiene en el lugar por el cariño que le tenía».
La motivación detrás para ir a dejar el cuerpo a la calle, fue que su hija venía desde el extranjero a Chile, y pese a que no aclaró el porqué, probablemente haya querido evitar que se encontrara con eso.
Cabe destacar que el cuerpo no estaba descuartizado, ni presentaba signos de fractura o violencia. Sólo encontraba esqueletizado, debido a que la mujer en cuestión falleció hace un año producto de un cáncer no tratado.
En relación a la anterior, el Arzobispado salió al paso de las dudas y señaló que ni la mujer fallecida, ni la imputada (a estas alturas) son religiosas «ni pertenecen a un instituto de vida consagrada de la Iglesia Católica».
Además, se manifestaron en contra de la inhumación de los restos mortales, en la fe de la resurrección y por la dignidad humana dada por el Creador, respetando la legislación y normativa de cada Estado donde ella se encuentre».