Somos mujeres de diferentes edades, estudiantes, trabajadoras asalariadas, sin salario o desarrollando un triple rol, de los pueblos originarios, de distintas orientaciones sexuales, del campo y la ciudad, de Chile y de esta América mestiza, organizadas o de manera individual. Las mujeres todas, las de la historia, las del presente y las del mañana; nuevamente en la calle para Conmemorar el Día Internacional de la Mujer, en la reivindicación, el reconocimiento y respeto pleno de todos nuestros derechos. Somos mujeres hablando desde nuestras especificidades, desde la sociedad en la que nos encontramos sostenidas y que propicia otras desigualdades.
El 8 de Marzo, es el hito que nos recuerda las históricas luchas de las mujeres: la sublevación de las obreras textiles; marcha de 15.000 obreras al grito de «¡Pan y rosas!», sintetizando en la consigna demandas por aumento de salario y mejores condiciones de vida; 140 mujeres jóvenes mueren calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban. Por eso, a principios de siglo se establece el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en homenaje a aquellas luchadoras que realizaron las primeras acciones de protesta por sus derechos.
En Chile, la discriminación y la desigualdad marcan la presencia de las mujeres en la historia. Desde comienzos de siglo 20 se re conoce ampliamente quede las mujeres irrumpen en la escena pública del país asociadas a las luchas en el acceso a la educación superior y la participación cívica. En este andar, trascendentes han sido organizaciones de mujeres y partidos políticos integrados por ellas, destacando el movimiento de mujeres que enarboló las banderas sufragistas del derecho a voto de la mujer. Desde 1935 el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, MEMCH, demanda el voto, la protección de la madre y defensa de la niñez; el derecho al trabajo e igual salario por mismo cargo que un hombre, sindicalización de las trabajadoras domésticas, aboga por la defensa del régimen democrático y por la paz, por la “emancipación de la maternidad obligada”, propone la divulgación estatal de métodos anticonceptivos y el “reconocimiento del aborto a fin de que pueda ser practicado científicamente” y en condiciones de seguridad. Plantean los problemas que desnuda el aborto clandestino, de la prostitución, de la madre soltera. Temas que hasta el día de hoy seguimos abordando y reivindicando.
A principios de los años 70’, el movimiento feminista latinoamericano irrumpe con fuerza. La participación de las mujeres en lo social, económico y político crece significativamente. Desde los 80’, el feminismo latinoamericano adquiere especificidad: se analiza la relación etnia-clase-sexo; se generan alianzas y se respaldan la lucha de diferentes sectores explotados y excluidos. Con la instauración de la dictadura cívico-militar, hace ya más de 40 años, los logros del movimiento de mujeres, son arrebatados. Sin embargo, muchas desarrollan una creciente organización autónoma con acciones de oposición y movilización política. Las consignas son: “Democracia en el país y en la casa”; “No hay feminismo sin democracia y no hay democracia sin feminismo”. A los 40 años de la Dictadura, el neoliberalismo, bien ensayado en nuestro país, ha profundizado las condiciones de discriminación de las mujeres violentando directamente sus derechos, en la salud, en las remuneraciones, en la precariedad laboral, entre otros. La democracia que le ha seguido, funcionado dentro de los límites de la Constitución dictatorial, aun con sus reformas, se ha transformado en un enunciado sin la fuerza de la legitimidad social y como tal ha quedado impedida de salvaguardar las libertades, la dignidad, la igualdad y la equidad en una sociedad abocada a la priorización del interés privado por sobre el interés público y al lucro y enriquecimiento sin límites de unos pocos, en contra de una justicia distributiva y equidad social. La lucha contra la discriminación hacia la mujer y la reivindicación integral de sus derechos sigue siendo un proceso inconcluso, con brechas hasta nuestros días.
Este 8 de marzo, marchamos propositivas, críticas y movilizadas en un contexto político en tránsito ante la salida de un Gobierno de Derecha que se sustenta, en la ideología de un modelo ultra mercantilizado, en temáticas moralistas sobre el “rol de la mujer en la familia” y su capacidad reproductiva, muy cercanas a los fundamentalismos religiosos conformando la evidencia que patriarcado y neoliberalismo conforman una alianza criminal que profundiza la precariedad de la situación de vida de las mujeres. Ante la entrada de un Gobierno de la Nueva Mayoría; que poco habla de las transformaciones estructurales al neoliberalismo. Marchamos por la conquista de nuestros derechos.
Denunciamos que la articulación entre patriarcado y capitalismo neoliberal en nuestro país son avalados por una Constitución ilegitima, autoritaria, heredada de la Dictadura. Se requiere de manera urgente una institucionalidad política, emanada desde un proceso constituyente participativo que considere la plurinacionalidad, un modelo de desarrollo basado en la justicia social en el reconocimiento de nuestros derechos humanos, donde las mujeres seamos sujetas, protagonistas, actoras de estos cambios. Una institucionalidad que albergue con fuerza la ampliación de los mecanismos de inclusión al poder y de los espacios en que éste poder se produce. Una Nueva institucionalidad política que promulgue la existencia y aceptación democrática de las diferencias y el derecho a construir la realidad desde la reivindicación de la subjetividad de las mujeres, para retomar el tema de la ciudadanía en la construcción de opciones más emancipatorias. ¡Una Institucionalidad que reconozca, respete y garantice plenamente todos nuestros derechos ahora!
La diversidad de organizaciones en las que participamos cada una de nosotras, debe permitirnos abrir caminos de convergencia a una política y estrategia feminista y de mujeres, que fortalezca nuestra articulación para construir una Agenda Común y potenciar la incidencia política hacia la autonomía y la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos-sociales. El género nos une, las otras diferencias nos dan la especificidad. Por eso jugamos un papel clave en el diseño y construcción de una nueva sociedad, más justa, diversa, digna, fraternal y sororal.
¡Sepan todas y todos que nosotras las mujeres y feministas, seguiremos marchando y luchando: los derechos arrebatados se recuperan, los ganados se defienden, los pendientes se conquistan!