La “beatificación” de Sebastián Piñera a cargo de sus apóstoles de Tolerancia 0

Nada más inadecuado que el nombre de Tolerancia 0 para un programa político, animado por un conjunto de periodistas de lo más “obsecuentes” con el poder que existe en el país

La “beatificación” de Sebastián Piñera a cargo de sus apóstoles de Tolerancia 0

Autor: Sebastian Saá

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Nada más inadecuado que el nombre de Tolerancia 0 para un programa político, animado por un conjunto de periodistas de lo más “obsecuentes” con el poder que existe en el país. Cuando se dice que en el Chile reina la libertad de prensa, no sé si es sólo una ironía o expresan en serio: todos los Diarios impresos son de derecha, lo mismo ocurre con los canales de televisión y, en esa dirección actúan las radios emisoras.

Como esta es la tierra de la casta de los hipócritas, en los medios de comunicación se colocan programas que, a veces, simulan una especie de pluralismo político, pero, en el fondo, están dominados por la línea editorial que impone el dueño del medio de comunicación: la reunión de pauta determina los contenidos que se incluirán en la programación. Los patudos fariseos de derecha y los democratacristianos se atreven a condenar a Venezuela, Ecuador, Bolivia y a otros países, cuando en Chile la libertad de expresión es un sarcasmo.

Los periodistas del programa televisivo, mal llamado Tolerancia Cero, en su edición del domingo 9 de marzo de 2014, no pudieron ser más serviles ante el Presidente Piñera sólo porque les faltó tiempo: todas sus preguntas eran blandas, como hechas a la medida para que el narcisismo de Sebastián Piñera pudiera manifestarse en toda su magnificencia, y estos periodistas parecían más cortesanos que ágiles cuestionadores, y no se planteó ninguna pregunta que incomodara a nuestro monarca saliente, en proceso de beatificación.

Los pobres televidentes, que cada vez tienen más dificultad para comprender lo que subyace en un discurso auto laudatorio de Piñera – acordémonos que un 50% no comprende lo que lee, mucho menos lo que escucha. Piñera tiene la habilidad de presentarse como una especie de santo, humanista, mecenas, un Médici contemporáneo – lo malo es que padece de La avaricia, muy propia de gotosa y repugnante casta plutocrática chilena; habría podido donar parte de su enorme fortuna para una obra cultural, que dejara, en verdad, alguna huella en el tiempo – pero lo que hemos visto es sólo acrecentar su fortuna por obra y gracia de quien se hizo cargo del fideicomiso ciego.

Si seguimos el discurso del “beato” Piñera, al parecer, los malagradecidos chilenos no se han dado cuenta que nuestro Moisés chileno nos condujo a la tierra prometida, según él – la cesantía desapareció, no queda ningún empleo precario, todos los chilenos trabajan felices, con sueldos muy “convenientes” y, como nunca, el dinero les alcanza para ahorrar, comprar viviendas, cada día más amplias e incluso vacaciones en paraísos soñados. Ningún gobierno ha construido tan buenos y modernos hospitales, con profesionales de la salud de excelencia, donde las personas de escasos recursos son atendidos y tratados mejor que, por ejemplo, en la Clínica Alemana o la de Las Condes; qué importa que desaparezca la salud pública y los nuevos hospitales sean entregados a los privados.

Según nuestro millonario que deja el mando, su gobierno fue el que más ha favorecido a la familia y a las madres, prolongando el posnatal a seis meses, además ha instituido un bono para premiar a las parejas que hayan cumplido 50 años de matrimonio, ¡qué proeza más sin sentido! Y, como son pocas las que lo logran, el gasto fisto fiscal es irrisorio, pero el beato Piñera queda muy bien con el cardenal Medina y el padre Raúl Hasbún. Piñera tiene la habilidad de presentarse como una especie de niño con un cuerpo de adulto y sus tics, y “piñericosas”, lugares comunes que, en vez de perjudicarlo, termina provocando efluvios de ternura y emociones profundas en los ingenuos súbitos de esta farisaica monarquía.

Al escuchar a Piñera, cualquiera creería que Chile vive en “Jauja”, por desgracia, la realidad es diametralmente distinta: en cuatro años, la desigualdad ha aumentado a cifras alarmantes, aún más que en los 20 años de los gobiernos de la Concertación.

Como vivimos en el mundo de la verdad comunicativa, cuando el rey-presidente posee todos los medios de comunicación a su servicio y algunos vasallos periodistas que están dispuestos a propagar sus “logros” – ningún fracaso – es evidente que los súbditos, ingenuos, bondadosos e ignorantes, puedan hasta creer que el paso de Sebastián Piñera por el gobierno fue un verdadero milagro para un país que, según él, estaba en decadencia, en manos los “inútiles” gobiernos de la Concertación.

Con esta ofensiva publicitaria, que se ha instalado durante los últimos meses, Piñera se ha convertido en el único líder de la derecha, eliminando a todos los envidiosos de ese sector, que durante mucho tiempo, lo tuvieron por las cuerdas acusándole de carencia “de relato” – palabra muy siútica, usada por Pablo Longueira -. Cuando el periodista, Matías del Río, en forma muy patera, le preguntó si para el próximo período iba a ser candidato presidencial, le respondió con hábil evasiva que, realidad significaba la afirmación. En suma, este país no tiene caso: pasamos intercalando personajes del duopolio. Piñera, con su beatificación mediática, ya tiene tomado un número para la rifa de 2017.

Por Rafael Luis Gumucio Rivas


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