Foto de portada: Protesta de organizaciones y pueblos indígenas en la previa del INC-4.
La inundación mundial de plástico es un hecho innegable. La producción anual de este material alcanza los 415 millones de toneladas, y se prevé que para el 2050 esa cifra se cuadruplique. De continuar en este ritmo, para ese año habrá más plástico que peces en el mar. La proyección es, sin duda, desalentadora. Sin embargo, este es un año clave para cambiar el rumbo y comenzar a actuar en pos del planeta y las especies que lo habitamos.
Este martes 23 de abril comienza en Ottawa, Canadá, la cuarta sesión de negociación del tratado para detener la contaminación por plásticos. El INC-4 (por sus siglas en inglés) es el espacio en el que los gobiernos miembros de la ONU continuarán las negociaciones para redactar este documento que, en principio, debería estar listo para noviembre de este año, cuando se realice el INC-5 en Corea del Sur.
El evento se extenderá por siete días en las dependencias del Shaw Center, en pleno centro de la capital canadiense. La delegación chilena estará compuesta por cuatro delegados: Francisca Aguayo y Cristóbal Hernández, del Ministerio de Medio Ambiente, y Macarena Quezada y Gonzalo Guaiquil, de Relaciones Exteriores. Además de las delegaciones gubernamentales, en este INC también participan “observadores”, que agrupa representantes de la industria y de las organizaciones de la sociedad civil.
¿Cómo lograr un tratado ambicioso y de peso?
Las negociaciones hasta ahora no han sido fáciles. Ya van tres sesiones en las que se logró elaborar un “Borrador Cero” del tratado. Sin embargo, este borrador ha sido puesto en duda por algunas delegaciones de países productores de petróleo, materia prima con la que se fabrica el plástico. Hay otro aspecto que aún no se aclara respecto a la toma de decisiones: los artículos del tratado pueden aprobarse por votación o por consenso. Si bien la votación pareciera ser la opción más democrática, hay delegaciones que insisten en el consenso como única forma válida de resolución. Esto, con el fin de poder bloquear decisiones que no se alineen con sus intereses.
Otro aspecto que resultará fundamental para el valor del tratado es si tendrá obligaciones globales vinculantes o si las medidas serán voluntarias y decididas a nivel nacional. El INC se crea tras el mandato de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA 5.2), que ante la crisis generada por la megaproducción de plásticos y sus consecuencias en los ecosistemas, ordena redactar un tratado que detenga la contaminación de este material que contiene alrededor de 16.000 sustancias químicas. Ante esta realidad, la Alianza Global por Alternativas a la Incineración (GAIA), lanzó un informe, en base a la investigación realizada por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (LBNL), que asegura que “Para evitar superar el límite de 1,5°C establecido en el Acuerdo de París, a partir de 2024, la producción de plásticos primarios debe disminuirse entre al menos 12% y 17% por año.”
Por otro lado, un elemento promovido por delegaciones radica en la transparencia que deben tener las empresas productoras de plástico respecto a las sustancias químicas que se añaden con el fin de modificar el material. Existen 14 tipos de plástico y, hasta el momento, se estima que contienen 16.000 sustancias químicas, de las cuales un 3.600 son de preocupación que no están reguladas globalmente; y cerca de 66% son químicos que carecen de toda información y podrían ser considerados peligrosos, de acuerdo a un informe de PlastChem. Los gobiernos deben exigir que la industria transparente los químicos que usa para fabricar plásticos, sobre todo los aditivos tóxicos del plástico ya que es un tema que conlleva costos en salud de la población y, por ende, económicos para los estados.
Colonialismo de la basura: la exportación de residuos plásticos
Estudios recientes realizados por la Alianza Basura Cero Chile revelan que una gran cantidad de países, muchos de ellos desarrollados, exportan la basura plástica que no tienen capacidad de reciclar o gestionar. En consecuencia, hay otras naciones que reciben estos residuos. En muchos casos, los importadores son países con menos recursos que los exportadores, lo que significa una contradicción tremenda, ya que tendrán aún menos capacidad para gestionar estos residuos. Ante el nulo seguimiento y trazabilidad de estos materiales, lo más probable es que terminen enterrados o incinerados.
Chile vive una dicotomía respecto a los residuos plásticos. Por un lado, se comporta como país exportador: entre 2015 y 2022 envió, a través de barcos de carga, un total de 88.000 toneladas de residuos plásticos a Perú, Ecuador y otros países. Pero eso no es todo. Chile es también el mayor importador de ropa de segunda mano en América Latina: 180.000 toneladas de residuos textiles llegaron a Chile entre 2015 y 2022, provenientes mayormente desde Norteamérica y la Unión Europea.
Esta nueva forma de colonialismo es una de las temáticas que las organizaciones de América Latina, Asia y África abordarán en este INC-4 y que demuestra tanto lo trascendental de este tratado, como la importancia de la participación ciudadana en estos hitos que conllevan decisiones que marcarán el futuro respecto a la crisis de los plásticos y sus consecuencias para la salud ambiental y los derechos humanos de las actuales y futuras generaciones.
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