Por Marco Enríquez – Ominami
Hace poco, poco tiempo, varios millonarios astutos empezaron a prestar mucho dinero a gente con baja solvencia. Sabían que esa gente no les iba a poder pagar, pero sabían también que eran préstamos lucrativos por sus altas tasas de interés y que podrían transformar esas deudas en productos, y venderlas. Así que ocultaron, en nombres pomposos esas deudas, y se las vendieron a otros millonarios, también de «buen corazón», que las compraron para cobrárselas a las familias que, literalmente, se habían empeñado para comprar una casa. El negocio cayó pronto, por su propio peso, cuando la gente no pudo pagar las hipotecas. Fue Una estafa tan extendida, que terminó por contagiar a todo el sistema. Fue en 2008 y la llamaron «crisis subprime».
Varios de los más grandes bancos y entidades financieras del mundo estuvieron involucrados directa o indirectamente en esta inmoralidad (porque prestar plata a gente que no puede pagar, para vender esa deuda a otros que iban a cobrar a esa gente que no iba a poder pagar, es, por todos lados, perverso). Sin embargo, el único banco grande que quebró fue Lehman Brothers, y, de todos los ejecutivos, millonarios, que participaron en eso, solo uno llegó a juicio y pagó una multa de menos de un millón de dólares. El resto de los bancos, sus ejecutivos y gerentes, todos ellos multimillonarios, fueron rescatados con el dinero de los contribuyentes: la gente de a pie, especialmente de Europa, a través de las famosas políticas de austeridad, que fueron coordinadas y decididas por la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, que, a nivel global, hace del tipo que si no pagas te viene a quebrar las piernas).
En Chile está pasando algo parecido con las ISAPRES, que vienen funcionando mal desde hace tiempo. Es difícil entender cómo un negocio que funciona casi como una pulpería pueda andar mal. Un grupo de gerentes que capturaron un trozo del Mercado, y han hecho dentro de él lo que han querido. En los países normales, los sistemas de salud son un plan general para toda la población, que es obligatorio y que se sostiene con impuestos o cotizaciones obligatorias, sobre el que funcionan seguros o planes de salud privadas.
En Chile está pasando algo parecido con las ISAPRES, que vienen funcionando mal desde hace tiempo. Es difícil entender cómo un negocio que funciona casi como una pulpería pueda andar mal
En Chile, el mercado le compite deslealmente al servicio público de salud, con las ISAPRES, que reciben el 7% de salud que deja de recibir FONASA, sobre el que, además, cobran una tarificación a cada cliente en función del riesgo y de los ingresos. Es un sistema tres veces perverso, porque le compite a quien no compite; el servicio público no busca la rentabilidad, sino que el bienestar; porque discrimina por riesgo; lo que busca son compradores sanos, que no requieran sus servicios. Los viejos, los enfermos y las mujeres que se vayan lejos. Y porque pese a que han tenido un trozo del mercado de la salud pública secuestrado para ellos, se han esmerado en cobrar no lo justo, sino que precios abusivos, subiendo los precios descriteriadamente. El chiste es que, aún así quebraron. Son ineptos.
Sin embargo, frente a este abuso y a este despilfarro, el Gobierno y los Parlamentarios han acordado hacer lo que hicieron la troika con la banca de la crisis subprime. Rescatar a los millonarios con la plata, en este caso, de los mismos clientes de las ISAPRES, a través de un proyecto que consiste, básicamente, en dar mucho tiempo a los dueños de las ISAPRES para que paguen, pero que además paguen subiendo los planes de salud, para que así sean las clases medias los que paguen sus orgías y las demandas que acarrean por esos cobros abusivos.
Hay otros caminos, y eso, un Gobierno dizque Progresista como el que hoy nos manda debiera saberlo. Los libertarios y la ultraderecha siempre reclaman por la privatización de las empresas del Estado porque serían, todas, ineficientes. Bueno, sigamos esa lógica entonces: Si son el Estado y la gente los que van a rescatar, con su plata, estos negocios arruinados por la avaricia y el abuso de sus dueños, lo justo y lo lógico es que el negocio rescatado pase a ser de administración del Estado.
En otras palabras: mataron a don Goyo, y los chilenos, que no estábamos ni de cerca en el arroyo, vamos a tener que ir a cargar con él. Es injusto ¿Por qué tienen que cargar con ese muerto los de a pie? ¿Por qué tienen que pagar los ciudadanos y los trabajadores los malos negocios y las demandas de los millonarios de la salud? Escondieron durante años estos cadáveres en el closet, y ahora, cuando la peste ya no se aguanta más, el Gobierno y el parlamento los rescata con la plata de nuestros bolsillos, para colmo, usando en su mensaje a «la vieja confiable» de los falsos dilemas: soy yo o el caos. O las perdonamos o se cae el sistema. Caluga o menta. Pura manipulación. Hay alternativas, por ejemplo, que el Estado o el Banco Central, o ambos, como hacen las economías liberales, capitalicen a las ISAPRES y que se les asigne un consejo temporal de administración. Lo importante es que, esta vez, ese muerto no lo cargue la gente, y que lo cargue, por una vez que sea, aquel que lo mató.