Debates que quedan a deber

El debate tuvo, al menos en teoría, tres temas: seguridad y justicia; desarrollo económico y social y finalmente otro llamado sociedad.

Debates que quedan a deber

Autor: Sergio Tapia

Este fin de semana, se llevó a cabo en nuestro Estado el debate entre quienes son los candidatos a gobernador de las tres opciones políticas existentes. Alejandro Armenta Mier (Morena); Eduardo Rivera Pérez (PRIAN) y Fernando Morales Martínez (MC). Como en otros casos, el formato privilegió mucho más los ataques personales, las mentiras o verdades a medias y las promesas imposibles e inútiles, antes que la presentación de propuestas reales y bien desarrolladas por parte de los candidatos.

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El debate tuvo, al menos en teoría, tres temas: seguridad y justicia; desarrollo económico y social y finalmente otro llamado simplemente sociedad. A pesar de ello, en realidad, el centro de la discusión se desarrolló en materia de seguridad pública, pues como bien lo indicó Fernando Morales (MC) ante los intentos del panista Eduardo Rivera de huir de sus propias responsabilidades en la materia, es central para las y los poblanos.

Algo preocupante en este rubro, es que las pocas propuestas presentadas cayeron en todos los casos en lo que podríamos llamar el populismo punitivista. Es decir, promesas que insisten en mejorar la seguridad a través de medidas escandalosas, pero imprácticas. El aumento de las penas (hasta 50 años por robo en transporte público, por ejemplo) propuesto por Movimiento Ciudadano no solo son imposibles jurídicamente, sino que tampoco tienen un efecto disuasorio para el delincuente. De la misma forma, la creación de un mando único, como lo propuso Morena, no traería aparejada absolutamente ninguna ventaja sin una reforma estructural de los mecanismos de impartición de justicia y de investigación. Finalmente, la mejora de las condiciones laborales de policías de Acción Nacional -algo que resulta totalmente necesario por razones de justicia social- no significarían mucho sin un impulso a la capacitación y la mejora sustantiva de los procesos de su trabajo.

Los estudios indican que en este momento de la contienda, la mayoría de la población tiene ya decidido su voto. Incluso, aquellos que se encuentran indecisos, saben bien por quién no van a votar y una gran mayoría de ellos sabe que probablemente no lo hagan por nadie. Debido a ello, hay poco que decir que pueda ahora, en realidad, cambiar la intención del voto de las personas, y una de las formas de hacerlo, es atacar de manera personal al candidato, de una manera tan amplia, que sea visto como imposible de votar por el electorado.

Hacer esto dista mucho de lo que cualquiera desearía para un buen proceso democrático. Pero como resulta efectivo, es difícil convencer a candidatas y candidatos para no hacerlo, especialmente cuando van perdiendo y sienten que con otras condiciones, podrían estar compitiendo de una mejor manera. Quizá por eso, Eduardo Rivera (PRIAN) centró toda su participación en intentar relacionar a Armenta (Morena) con personajes funestos, desde narcomenudistas hasta el “Gober Precioso”. Mala estrategia, debo decir, pues la gran mayoría de quienes fueron criticados por el panista, son en realidad personajes del partido que pertenecen a alguno de los partidos que ahora representa.

Esto, junto con el gran problema de que las poquísimas propuestas presentadas, parecen resultado o bien de un desconocimiento de la división de poderes y de las competencias de los estados y la federación, o bien un intento de engañar a la gente, muestra la manera en que este debate queda a deber a la ciudadanía. La “recuperación de fideicomisos”, el aumento de programas sociales federales o el combate coordinado a delitos de alto impacto como fueron presentados por los candidatos, son actos que se encuentran fuera de las posibilidades de un gobernador, sin importar las buenas intenciones que tenga. Quizá debido a la abrumadora ventaja de su candidata presidencial, Armenta (Morena) fue el único que lo presentó adecuadamente como actos de coordinación con autoridades federales, que se negocian políticamente y en lo que se ha ya adelantado.

Estoy seguro de que, para la gran mayoría, el debate no ha sido más que un momento de entretenimiento, parecido a cualquier reality show o a algún capítulo de la serie del domingo. Pero podría ser más que eso. Considero, al menos, que pagamos lo suficiente, como pueblo, para que al menos intente serlo.

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