El nombre de Marcelo Mena se hizo notorio tras su aparición como asesor en temas medioambientales del programa de Michelle Bachelet, mientras estaba en campaña. El hoy designado Subsecretario de Medioambiente ha trabajado asesorando también a Australis Power (controladora de Octopus) lo que fue denunciado a su tiempo por la Coordinadora Intercomunal contra el terminal marítimo de gas, gasoducto y central termoeléctrica. Es un hombre del sector privado en un ministerio clave.
Algunos datos
El tránsito entre el mundo privado y los gobiernos de parte de políticos y empresarios es un fenómeno que se da a nivel mundial. Lo singular de este caso, es que no se habla de un político o un empresario; el designado Subsecretario de medioambiente proviene del mundo académico, con distinciones que lo elevan a un nivel de eminencia poco visto en nuestro país. Es ingeniero civil químico egresado de la Universidad Católica de Valparaíso, experto en Ciencias Atmosféricas, director del Centro de Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello y profesor de la Escuela de Ingeniería Ambiental de la misma casa de estudios. Según señala el Periódico La Discusión es «Experto en Ciencias Atmosféricas, ha participado en numerosos proyectos de investigación y ha recibido distinciones a nivel internacional. De hecho, ha sido investigador posdoctoral en el Centro de Cambio Climático del Instituto Tecnológico de Massachusetts. «
Puede ser cuestionable que a una eminencia del ámbito medioambiental se le cuestione el dominio de su tema. Pero lo cierto, es que el nombre de Marcelo Mena no es conocido en la población local debido a su desarrollo académico, sino más bien a su rol en el desarrollo del proyecto Octopus.
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Marcelo Mena asesora a Australis Power en su relación con la comunidad y ha diseñado las modelaciones de emisiones de Octopus.
Su aparición en los medios
Ha sido entrevistado en numerosas ocasiones, pero en dichas entrevistas no ha hablado desde su dominio de los temas medioambientales, sino más bien desde su experiencia en intervenciones a pequeña escala (las instalaciones de su hogar y su estilo de vida) y en la relación con las comunidades. Y esto es importante destacarlo, porque en sus argumentos el nuevo Subsecretario de Medioambiente repite majaderamente su estrecha visión de la ciudadanía. En una entrevista a canal 24horas en la que se debatía la relación entre medioambiente, calidad de vida e industrias contaminantes indicó “las fábricas generan productos para todas las personas y son éstas las que deben, en primera instancia, tomar conciencia de lo que consumen” y agregó «Tu todos los días votas con el dólar que tú tienes, por tanto el ciudadano puede elegir qué mundo construir a través de lo que compra».
Esta visión es una postura ideológica errada en dos sentidos. En primer lugar, reduce la política del ciudadano a la elección de bienes, al rol de consumidor. Y en segundo lugar, complementando el error, establece su política medioambiental en el consumo, no en la producción. Lo que significa establecer una política medioambiental que no toca a la gran industria contaminante. De ahí la relevancia comunicacional que le dan los medios a este personaje, que han bautizado como el “hombre cero emisión” por implementar un sistema de vida [individual] sostenible, radicando la problemática de la contaminación y destrucción del medioambiente en el consumidor y no en la verdadera responsable: la industria contaminante, sobreproductora de objetos contaminantes cuyo último fin es producir a menor costo para sacar máximas ganancias.
Es decir, plantea como fundamentales los derechos relacionados con el mercado de consumo que con los derechos sociales, planteando una contradicción insalvable con las comunidades agrupadas en la Coordinadora intercomunal contra Octopus, quienes señalan como elementos principales de su lucha la defensa de la tierra, el aire y el mar. Lo que es preocupante pues este personaje asumirá un cargo en una institución pública.
Es, sin duda, llamativo el intento de dotar de irracionalidad la postura de las personas que se oponen a los proyectos energéticos a base de gas -una de las principales propuestas del gobierno de Bachelet ante lo contaminante y destructivo de los proyectos energéticos existentes-. Hablando desde su disciplina particular, su defensa al proyecto Octopus se basa fundamentalmente en la comparación con las centrales a carbón y sus emisiones atmosféricas.
Nada dice de la utilización de aguas del río Diguillín y del Itata, que serían devueltas al caudal en otras condiciones modificando su ecosistema -tema sensible en la región por la escasez de agua-. Nada dice tampoco de la utilización de una red de cañerías en Talcahuano no reparadas tras el 27/F, muchas de ellas en pésimas condiciones, o que el suelo marino de la Bahía de Concepción tras el tsunami cambió considerablemente, cuestión que no se tomaba en cuenta en el Estudio de Impacto Ambiental. Nada dice de la intervención del Marisma Rocuant Andalién y del impacto en la flora y fauna local.
Y nada dice tampoco de la devastadora forma de extraer el gas que alimentaría a estas centrales.
Es decir, el académico juega un rol propagandístico relacionado con la aprobación de proyectos energéticos, no con su trayectoria académica. Ello no sería importante si ostentara solo un cargo en su ámbito de estudios: la Subsecretaría de Medioambiente no es una instancia para servir de puente o facilitar la consumación de proyectos energéticos contaminantes, sino proteger el bien común velando por la aplicación de una política de fomento, conservación y protección del medioambiente.
¿Una nueva matriz energética?
Cabe reconocer sus intenciones de establecer una política energética transicional a una matriz energética más limpia, a través de la conjugación de Energias Renovables No Convencionales y los proyectos existentes. Es de hecho la apuesta por el gas lo que sostendría este importante paso. Pero el error tras esta postura no tiene que ver necesariamente con Mena, sino más bien con el axioma comunicacional que plantea la producción de energía como una cuestión fundamental. La demanda energética crece por presión de las mineras y de las mismas generadoras de energía, y es una de las principales bases de un modelo extractivista depredador. Con una economía que exporta materias primas y se queda con la destrucción del medioambiente, fuentes laborales de jornadas extensas, inestables y sin posibilidades de desarrollo personal, con una precariedad inusitada a nivel mundial.
La postura del subsecretario es insensata pues parte de una base completamente falsa: la «necesidad» que tendría la población de producir energía. Reconoce que solo una mínima parte de la energía producida por estas centrales va para los hogares, pero señala que hay una necesidad de energía que consumen las empresas para la producción de bienes que consumimos.
Esto es cuestionable debido a, por ejemplo, la sobreproducción de cobre de los últimos años, principal motor de la economía chilena. Esas toneladas de cobre se acumulan en bodegas chinas, en una economía que ha creado una burbuja inmobiliaria a punto de estallar. Han construido ciudades enormes que no tienen ni un solo habitante para dar vida al negocio inmobiliario. ¿Qué pasará cuando esa burbuja estalle? ¿qué pasará con la economía chilena? De hecho y como lo ha reconocido el mismo Banco Central, Chile está viviendo un proceso de desaceleración económica.
Es entonces, la irracionalidad de los proyectos devastadores, que buscan beneficiarse a cualquier costo -incluso el colapso económico de los países- lo que produce el malestar de la población y la conflictividad social . No son, como se pretende mostrar, las comunidades quienes crean el conflicto al oponerse a esos proyectos y que ven con impotencia cómo estas iniciativas privadas, se apropian de los recursos colectivos.
Pubilcado originalmente en versión impresa de Resumen nº53 (Marzo, 2014).
Ilustración de FOCO.
El Ciudadano