El guión es conocido. Todos saben la obra que vamos a ver, cada paso que sucederá, casi todo es conocido. No se necesitan ni entradas ni boletos, mas nos disponemos a escuchar el conocido guión, con los mismos discursos, las mismas imágenes, las mismas escenas. Algunos están en palco, otros en vip, la mayoría en la galucha de la televisión.
El Día del Joven Combatiente ha marcado un año más con perdigones cruzando nuestro cielo azulado. Hay un saldo de Carabineros abatidos por insurrectos encapuchados, también hay vehículos del transporte público calcinado, barricadas en el centro de la injusticia, cien detenidos, etc. El guión es conocido.
La obra comienza a rodarse algunos días previos siguiendo al pie de la letra este conocido guión. Las autoridades anuncian el plan de contingencia para evitar disturbios. ¡Qué temor que en un país civilizado con su despampanante economía tenga disturbios! ¡Siempre hay inadaptados!
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Después, se activa la creación del imaginario de que esa noche será el caos y la policía estará para defender a la gente de bien. Luego anuncian que reforzarán algunos sectores… Durante la tarde del 29, la policía está desplegada practicamente en todas las esquinas en que llega un poco de sombra. Pero el guión entra en su fase crucial cuando el sol baja y la noche sin luna comienza a florecer. Ahí aparece -digamos que intensionadamente- esa sensación de miedo, de caos. Una estrategia conocida de tiempos de la dictadura, cuando el miedo entraba casi por osmosis a la población.
En las primeras horas de la noche es cuando se despliegan los medios de comunicación para difundir el terror (informar, dicen ellos). No está de más decir que la conmemoración es a penas un comentario casi obligado de los inútiles periodistas de guerra que aparecen con cascos de guerra, chalecos antibalas y un sinnúmero de datos policiales aprendidos de memoria… en cambio, Rafael y Eduardo Vergara casi no son recordados por la conmemoración que sus padres organizan año tras año, sino que simplemente pasan casi a ser la excusa de aquel operativo de seguridad que debe desplegar el gobierno.
Las cámaras se adentran en poblaciones de Santiago, las denominan como “emblemáticas” y otros epítetos similares, las hacen aparecer como “otra” zona de Santiago, donde aparentemente solo se puede andar con chalecos antibalas. Aparece el fuego incenciando las pantallas que transmiten casi en directo. No tardan en llegar los primeros balazos y perdigones, no son balas locas, son terroristas y deben ser masacrados, o al menos detenidos, por el bien del orden de nuestro país.
Si aún hay ánimo para continuar viendo el conocido guión, a medianoche, se informa de la situación en que se encuentra el país. Existe orden en casi todas partes, salvo en algunos agujeros negros que tienen algunas capitales del país. ¿Qué dirán los padres de esos jóvenes? Tan desordenados que son, comentará el público testigo de este conocido guión.
A la mañana siguiente, el sol aparece resplandeciente otra vez. Se enterará del balance nacional, detenidos, heridos, visitas oficiales a los heróicos policías heridos que sirviendo a la patria han salido lesionados. Este año no hubo muertos, pero ahí estaban los ministros a primera hora junto a ellos. Estaba en el guión hace tiempo escrito. Finalmente, anuncian querellas criminales contra los rebeldes encapuchados.
Lo increíble, es que aún con el Lollapalooza, la lluvia matinal del 30 de marzo, las ciclovías dominicales y miles de niños viendo cómo se inicia este otoño, el guión se cumple a cabalidad… como si el público testigo de esta obra de teatro no pudiera detenerla. Si el guión es conocido algo habrá que hacer el pŕoximo año. Este conocido guión está rancio.
Por Javier Karmy Bolton
El Ciudadano