Sobre la transición en Túnez

Entrevista a Choukri Hmed, Maitre de Conférences en ciencias políticas de la Universidad París–Dauphine

Sobre la transición en Túnez

Autor: Mauricio Becerra

In memory of Mohammed Bouazizi  http://en.wikipedia.org/wiki/Mohamed_Bouazizi

Tunisia-in-red: Una referencia a la memoria, que resulta ser un tema muy importante. El mito del joven Bouazizi ha sido casi totalmente borrado, no hubo ninguna foto suya en las manifestaciones que celebraban el aniversario de la revolución. Se trataba sin embargo de un mito especialmente interesante: un hombre humilde, sin poder, que se suicida. Lo opuesto de un héroe. ¿Cual es la razón de este olvido? El lugar de Bouazizi ¿ha sido ocupado por otros mártires como Choukri Nelaid? ¿Cómo construye Túnez la memoria de la revolución?

 Choukri Hmed: No es una pregunta fácil ciertamente. Me parece básica porque toda revolución se construye a través del tiempo, con diferentes grupos sociales, sectores diferentes y en la práctica se construye de diferentes modos, con manifestaciones, con sentadas, etc. en medio de la violencia. Pero se construye también con el discurso. Y el discurso es también un discurso público, no es solo el discurso privado de grupos diferentes en proceso de construir la propia existencia. Es un discurso que necesita ser publicitado. Sabemos que en Túnez este discurso público esta escindido en dos. Está el discurso mediático que no está alineado, pero los medios no han sido reformados. Existen muy pocos medios alternativos que tengan impacto o que tengan suficiente poder como para imponer otros puntos de vista, si exceptuamos algunos como Nawaat que realizan un importante trabajo y están también por otra parte y en sentido contrario los medios clásicos y algunos periódicos electrónicos a través de los cuales circulan todas las intoxicaciones, los rumores. El discurso sobre la revolución es un discurso sobre nosotros mismos. ¿Quiénes somos los tunecinos? No es posible eludir este tema. Es cierto que muchas personas opinan que el tema de la identidad es un tema subsidiario que ocultaría la verdadera cuestión social. Pero también existe otro tema fundamental ha sido un momento a partir del cual no se pueden seguir haciendo las cosas como anteriormente. Se interrumpen las rutinas y uno se ve obligado a preguntarse quién es: ¿somos árabes, bereberes, musulmanes, laicos, mujeres, hombres, mujeres de un determinado tipo, hombres de tal o cual tipo? Es necesario pensar quién nos va a representar y cómo representar esta diversidad descubierta de repente. Se plantea entonces el tema de la memoria, quién va a representarnos, quién va a representar a nuestra revolución. Es un desafío fundamental porque lo es internamente para los tunecinos pero también un desafío hacia afuera. Sabemos que Túnez esta bajo la luz de los proyectores, sobre todo ahora tres años más tarde. Pero durante estos tres años ha encabezado lo que se ha dado en llamar la “primavera árabe”. Y todo el mundo observa al país, trata de etiquetar a Túnez y a su revolución. Desde el principio los medios occidentales y algunos tunecinos han tratado de popularizar el nombre de “revolución de los jazmines”. Y frente a esta “revolución de los jazmines”, Mohamed Bouazizi constituye la antítesis total porque no es la figura mediática que podría simbolizar al Túnez moderno, abierto al exterior, políglota y globalizado. La revolución se inició efectivamente en Sidi Bouzid, a partir de un muchacho que no era profesional, un joven que pertenecía a un clan, la familia Bouazizi, de baja extracción. La identificación funcionó al principio porque fue presentado como un desocupado diplomado que había soportado al menos dos humillaciones: la humillación del Estado mismo y la humillación de una bofetada que le habría propinado una mujer. Un código de honor por lo tanto que no habría sido respetado, un honor mancillado. En realidad esa identificación funcionó al principio pero fue rápidamente borrada por varias razones. Porque es difícil de sostener. En primer lugar porque se trató de alguien que ejerció la violencia contra sí mismo y por lo tanto fue un héroe autodestructivo. Es difícil convertir en popular esta imagen aunque su nombre haya sido puesto a alguna calle próxima o hasta de forma tristemente irónica al centro sanitario especializado en quemaduras de Ben Arous. De modo que inmediatamente tanto en Sidi Bouzid como a nivel nacional, otras figuras han aparecido rápidamente y borrado esa memoria porque no se trata socialmente de una figura que las élites tunecinas, económicas y culturales o mediáticas puedan apropiarse y popularizar en el exterior.

 Túnisia-in-red: Desde el mes de agosto Túnez parecía seguir el mismo camino que Egipto. ¿Quién y porqué jugó la carta del golpe de Estado y que es lo que permitió evitar esa solución? ¿Cuál es la diferencia entre estos dos países cuyas trayectorias parecían tan similares?

 Ch.Hmed: es cierto que las situaciones tunecina y egipcia son al mismo tiempo similares y diferentes. Túnez por muchas razones decidió adoptar como solución la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Era una elección peligrosa. Pero es una decisión, no el resultado de un complot. Es una elección que se fue solidificando a través de momentos históricos excepcionales, momentos de rebeldía del primer gobierno provisorio, los momentos de la Kasba 1 y de la Kasba 2. Esos momentos han sido borrados un poco de la memoria. Son temas que la gente no trabaja demasiado, tampoco mis colegas ni menos aún los estudiantes de doctorado mientras por el contrario yo pienso que es en esos momentos donde se produjeron las conexiones entre los diferentes grupos políticos y los grupos sociales, las diferentes militancias activistas, sindicalistas, políticas que acordaron de manera poco intencional sin embargo – no pensamos en el complot – la solución de la Asamblea Constituyente. Eso garantizó una base. Digo esto porque precisamente después del asesinato de Chokri Belaid, se produjo una primera crisis política. Todo el mundo lo sabe. Y la troika fue acusada de complicidad. Todavía lo sigue siendo porque la Liga de los Derechos del Hombre sigue pidiendo que a Ali Laarayed y a Lofti Ben Jeddou le sea prohibido salir del país porque siguen siendo considerados cómplices, sobre todo del asesinato de Mohamed Brahmi el 15 de Julio pasado. Este odioso asesinato fue la ocasión para que todos los partidos de la clase política no gubernamental dijeran “ ustedes ven, ellos quieren vernos muertos, suprimirnos. La culpa la tiene la Asamblea constituyente que no ha mantenido su palabra, que se ha excedido en su mandato, el mandato de un año, que solo comete errores, que no sabe tomar decisiones. Los diputados no están capacitados para decidir porque son incompetentes y el gobierno también es incompetente y todo lo que salga de esta Asamblea es ilegítimo”. Y detrás de todo esto hay grupos que han vuelto a reencontrarse en una misma plataforma alrededor, desde luego, de viejos dirigentes del antiguo régimen, antiguos cuadros de Beji Caid Essebi, Taieb El Baccouche, alrededor de figuras conocidas como sostenedores del regreso burguibista y luego grupos de izquierda, de una izquierda que se autocalifica de moderna, progresista, que ha encontrado, como diría Hamma Hammami, «plataformas de entendimiento» con Nida Tounes a partir de la idea de que es absolutamente necesario disolver la Asamblea Constituyente, porque somos nosotros los verdaderos héroes de la revolución y los verdaderos representantes del pueblo. En todos estos temas es la cuestión de la representación la que se plantea. Estas mujeres y estos hombres políticos dicen: “Nosotros somos los portavoces del auténtico Túnez y lo que sucedió el 23 de octubre de 2011 fue una equivocación, un error del pueblo tunecino, de una parte de ese pueblo que, poco educado, sensible a la tradición, alentado por militantes islámicos y apoyados por militantes falsamente laicos, de Ettakatol y del CPR, se han dejado arrastrar. Pero en realidad pensamos que ha sido un error”. Pienso sinceramente que esa izquierda es antidemocrática. Porque para ella el democrático no es un proyecto en el que verdaderamente crean. Y es en nombre de la democracia que por el contrario trata de anular completamente el proceso y proponer que en lugar de la legitimidad electoral se hable de la legitimidad histórica que en realidad es el proyecto bourguibista. La diferencia entre Egipto y Túnez reside precisamente en el proceso a que dio lugar esta Asamblea Constituyente. También el hecho de que contrariamente a lo sucedido en Egipto, los islamistas tunecinos han comprendido en cierto modo, han aprendido una lección, han aprendido por experiencia lo que es llegar demasiado rápidamente a tomar las riendas del poder. Otra de las diferencias es que también en Túnez existen experiencias como las del 18 de octubre de 2005 en la que también hubo y hay aún individuos y grupos que han tejido vínculos con diferentes abordajes políticos para crear una cultura política original, puentes entre el islamismo y pensamientos de izquierda, nacionalismo árabe e islamismo, liberalismo económico, liberalismo cultural y conservadurismo social. Y la cultura del compromiso, que no es una cultura en sí misma y las tentativas de mediación muy peligrosas y complicadas que se han desarrollado a lo largo de estos tres años se han producido finalmente bajo la presión interna y la presión externa. Porque también existen las presiones internacionales.

Una pregunta sobre Ennahda, sobre sus divisiones internas y su política ¿cual es la verdadera relación existente entre el partido islámico y Europa?¿Sostienen a Ennahda los países occidentales?¿Ha cambiado la posición de Ennahda luego del golpe de Estado en Egipto? ¿Desea realmente Ennahda construir una democracia o su objetivo es tan solo crear un clima favorable para los negocios y la economía?

 – Sobre las divisiones internas en el seno de Ennahda, le diré que entre todos los partidos que componen actualmente la escena política tunecina, creo que el partido islamista, aunque les pese a sus detractores, es un partido muy organizado, muy jerarquizado y muy controlado, muy disciplinado y que deja ver muy poco las divisiones internas. Evidentemente se transparentan algunas divisiones entre algunas posiciones. Una franja radical (la de Habib Ellouz) y una franja más moderada, en la línea de de Abdelfattah Mourou o Samir Dilou. Y luego existen hombres de estado que han construido sus competencias como hombres de estado. Por ejemplo Ali Laârayed y hasta Hamadi Jebali, dirigentes que han sabido ocupar y desempeñar el papel de Primer ministro evitando en todos sus discursos connotaciones ideológicas. Se trata por lo tanto de un partido islamista en el que la mayor parte de sus miembros, en sus discursos oficiales, movilizan muy poco los referentes islámicos, a diferencia de los Hermanos musulmanes y de su partido de la Libertad y de la Justicia en Egipto. Los islamistas tunecinos se dan cuenta que no pueden hacerlo porque la fuente religiosa no aporta más que una muy débil legitimidad a sus discursos y a sus políticas. Sus detractores denuncian con énfasis su “doble discurso” llamando la atención sobre el hecho de que, sobre el terreno,, invadían mezquitas, organizaban mítines en los cuales se expresaban con lengua viperina: es cierto que a principios del gobierno de la troika, algunos líderes islamistas hablaban de califato, mientras otros se expresaban despreciativamente sobre las mujeres, los impíos, etc. Pero en realidad el programa islamista no es uno solo, en el sentido de que hay poco islamismo en lo que proponen. La islamización de la sociedad tunecina fue obra, paradójcamente, de los últimos años de Ben Alí y yo diría que no tienen mucho más que agregar a lo ya realizado. Ahora bien, pueden – y ya lo han hecho o han intentado hacerlo – hacer de las mezquitas y de otros lugares de culto espacios de infraestructura electoralista. Pero han recurrido poco a la idea de que el Islam era la solución, simplemente porque en Túnez en los años 2010, no fueron capaces de imaginar esas soluciones islámicas, es decir convertir el bien común (la moralización de la vida cotidiana, la islamización de la vida cultural, la centralidad en el estatus de la mujer) en un bien o en un programa político. No hay que olvidar tampoco que es un partido que tiene fuertes vínculos con la Unión europea, con los países occidentales y que ha sabido también, gracias a sus cuadros y a sus experiencias de gobierno, entretejer fuertes vínculos con las élites de esos países. La mayor parte de sus cuadros vienen de Gran Bretaña, han sido formados en los países occidentales, hablan francés e inglés aunque no desean usarlos por razones ideológicas. Han estado apoyados por los países occidentales, especialmente Francia, porque han sido considerados como garantes de una cierta estabilidad y los garantes además de la protección de determinados intereses de la Unión europea sobre muchos temas, sobre acuerdos comerciales, sobre emigración, sobre la división internacional del trabajo. La gestión del tema inmigratorio, por ejemplo, es para mí una verdadera catástrofe que ilustra lo que acabo de contar. Nada ha cambiado: ni los acuerdos bilaterales, ni los reclamos de Túnez a la UE, ni las políticas de seguridad, ni siquiera el idioma usado. La reivindicada “dignidad nacional” permanece escarnecida. Entonces los gobernantes le dirán: “nosotros somos un gobierno administrador de negocios corrientes, no podemos hacer reformas”. Pero no hacer reformas ya es en sí una reforma. Hacer nada ya es hacer algo, “laissez faire” ya es hacer algo. En términos del «código de inversiones», en términos de acuerdos con la UE, en términos de acuerdos comerciales, en términos de gestión de la inmigración, en términos de política internacional existen continuidades que son muy visibles y que no muestran ninguna diferencia con el pasado presuntamente «revolucionado». Ennahda es en tal sentido un partido claramente neoliberal. Sus miembros son adictos a la fundamental creencia del libre mercado, al mercado liberado, al mercado por el mercado mismo, al consumo por el consumo, a las inversiones como principales motores de la economía. No han propuesto – tampoco la oposición por otra parte – una refundación del modelo económico tunecino. ¿Se acuerdan de uno de los primero discursos de Rached Ghannouchi en 2011, que tuvo lugar en un hotel de Hammamed, en el que dijo que no era cuestión de poner en tela de juicio al turismo masivo? Se trataba de darles prebendas a los inversores internacionales y a los países occidentales “amigos”, y ocasión de reafirmar también que el “modelo económico” tunecino construido por Ben Ali y las élites que lo apoyaban era un modelo viable y eficaz (con un poco de “moral” islámica y un poco menos de corrupción). Pues bien ¿ de qué modelo estamos hablando? Lo sabemos: 1) este es generador de desocupación y no responde para nada a las características, a las legítimas aspiraciones y necesidades de los jóvenes profesionales, de la estructura social tunecina. 2) es generador de fundamentales desigualdades entre las regiones y en el seno de ellas mismas. Está en manos de operadores turísticos occidentales que logran considerables beneficios a costa de los tunecinos Ahora bien todo el mundo sigue diciendo “es genial, llenemos todo de turistas, vuelve el turismo!”, como si el síntoma de la buena salud tunecina fuera ver turistas en las calles. Cualquier persona con un poco de mundo se cuestiona esta absurda economía. Se sabe bien que el turismo de masas tal como está pensado en nuestro país constituye una gran pérdida para Túnez, una pérdida económica, ecológica, y también política y cultural. Es un verdadero desastre pero a nadie conmueve verdaderamente o solo a muy pocos en ciertos pequeños colectivos y sin duda no a Ennahda,

Una pregunta sobre la oposición. La izquierda, el Frente Popular particularmente ¿ha cometido un error estratégico al aliarse con Nida Tunes?

 El destino de las ideas y de los grupos de izquierda en este país es un problema crucial. Cuando digo izquierda, hablo por supuesto de la izquierda radical, fiel a sus ideales como los de democracia social, solidaridad, lucha contra las desigualdades sociales, culturales y políticas. Me refiero a la democracia social y no a la social-democracia o, dicho de otro modo, a como lograr la igualdad de las condiciones como lo planteaba Tocqueville, la igualdad de oportunidades, pero también la reducción de las desigualdades de posición entre los individuos. ¿Es que acaso existe actualmente y luego de tres años un proyecto de cualquier grupo que plantee este tema? Personalmente, no lo veo. Todos los proyectos propuestos por diferentes agrupaciones del Frente Popular, ya sean de tradición comunista, stalinista o árabe nacionalista al estilo de Watad u otros, formulan proyectos que son histórica, política y socialmente invalidados. Quiero decir que quiéranlo o no, el único beneficio, el único crédito de este proyecto es la legitimidad de las referencias ideológicas: tenemos un proyecto ideológico común, un mundo universal, etc., o en todo caso un proyecto que revolucionó al mundo árabe en los años 60/70 para los nacionalistas árabes. Su discurso es también un discurso que reivindica la pureza militante asociada a una cultura de la victimología que también es compartida por la derecha, en el Ennahda por ejemplo. Según mi opinión los “espacios de entendimiento” que se han planteado entre Nida Tounes y el Frente Popular han contribuido demasiado a mezclar las cartas y me parece que en las próximas elecciones van a sufrir un nuevo revés, favoreciendo la abstención y el descontento de una gran cantidad de electores. Son ciertamente organizaciones diferentes. Con un punto en común, el estar poco dispuestas, en sus respectivas prácticas, a la autocrítica. Hasta ahora no he leído nunca una autocrítica de esos dirigentes de extrema izquierda, de izquierda o de derecha sobre sus pasados errores, el fracaso del 23 de octubre de 2011, los errores de campaña, los errores en los discursos, los errores del programa. No es que no haya habido ocasiones de hacerla. Pero en lugar de esta autocrítica subsisten programas sedimentados y escleróticos que son como monumentos momificados. Algunos agitan un colectivismo desconectado de las realidades del 2014, que hacen que Túnez evolucione hacia una economía abierta: otros agitan el panarabismo que en los términos en que se expresa no tiene nada de revolucionario y que ha mostrado sobre todo sus perjuicios. Cuando se podría pensar en la cuestión económica, la de los vínculos entre los países árabes y la de la refundación del vínculo político árabe, y más especialmente en el apoyo por ejemplo a la revolución o a la guerra civil siria, o en Egipto. De modo sorprendente una gran parte de esos dirigentes, seguidos por sus militantes- del campo que fueren ,“demócratas” gauchistas o nidaístas– se alegraron con el golpe militar en Egipto en julio de 2013 convocando a la réplica de ese escenario en Túnez. Sabemos actualmente cuales son las características “democráticas” de ese golpe de estado. Todo eso conduce a relegar los reclamos de justicia social, de justicia revolucionaria o de justicia transicional a un segundo plano, diciendo “después se verá”. Por el momento – de una visión de corto plazo extremadamente irritante – lo que importa son los acuerdos electorales, incluso si la izquierda tunecina corre el riesgo de ser «tragada» por la máquina RCdista, siempre más o menos bien ubicada. Es sin duda un doble error estratégico y no veo por ahora cómo podría la izquierda salir de él, ante la inexistencia de un discurso alternativo, de una autocrítica sobre las experiencias vividas, sobre su “programa” tanto como sobre su estructura y su integración con las jóvenes generaciones-

 ¿Quién detenta el verdadero poder en el Ministerio del Interior?. En el sector de la justicia , ¿cuál es el papel de los magistrados vinculados a la dictadura de Ben Ali? ¿Y en la economía? ¿ Cuales son las fuerzas más importantes en Túnez?

 – Lamentablemente no podré contestar esa pregunta porque no tengo datos sobre las misiones y las reformas en el Ministerio del Interior, solo podría decir banalidades que todo el mundo conoce. Carecemos de investigacionbes serias y profundas sobre ese tema, prueba de que la democratización de esas instituciones no ha sido encarada y que aún son raros en el país los periodistas de investigación (o que pueden acercarse a esas inexpugnables fortalezas). Se sabe que ese ministerio no ha sido reformado. Tampoco el de la justicia. Tal es el resultado de transacciones secretas entre los diferentes grupos que se reformaron luego del 14 de febrero, De manera más coloquial: “ yo te tengo, tú me tienes por la barba”, te dejo trabajar en el gobierno y a cambio tú no debes hacer reformas ni amenazar con hacerlas. Hay negociaciones tácitas visiblemente acordadas. Eso se ve todas las semanas en asuntos que ponen en evidencia que están en juego poderosos intereses y que – continuidad en la ruptura – no es para mañana que quienes están a la cabeza de esos dos ministerios tendrán las manos libres para transformarlos en instituciones republicanas respetuosas de los derechos de los ciudadanos.

 ¿Se aprobará la ley sobre la Justicia Transicional? ¿ No hay necesidad de reformar el Código Penal?

La Ley sobre la justicia transicional representa a mi entender otro síntoma de esta hipocresía general pero también de la irresponsabilidad de una parte de la élite política en el poder (la troika) tanto como de la oposición. En lugar de haberla instalado como una causa nacional tratando de reunir el más amplio consenso político, los distintos partidos políticos la han instrumentalizado: los islamistas no han sabido explicar este fundamental proyecto: y, frente a ellos, Nida Tounes y sus aliados han aprovechado para denunciar que esa ley solo serviría para indemnizar a los partidarios de Ennahda. En ambos lados se han utilizado los peores argumentos, sin servir ni a la causa de los mártires y de los heridos de la revolución, ni a la de la justicia a que todo el país tiene derecho. Porque sin justicia o, dicho de otro modo, sin procesos equitativos y sistemáticos de todos los responsables de las exacciones ocurridas bajo el régimen autoritario, es decir sin el esclarecimiento y la reparación de todos los delitos y crímenes cometidos, no podrá construirse un estado imparcial y soberano. Me temo que un blanqueo y un recibo de «cuentas saldadas» que no establezcan clara y firmemente las responsabilidades de unos y de otros, especialmente en el seno del partido-Estado RCD y que no restablezca los derechos de unos y otros es lo peor que podría sucederle a Túnez y a su “transición democrática”. El gran sentido cívico de los tunecinos les ha impedido luego del 14 de febrero – y es muy saludable- recurrir a la violencia privada, a la vendetta y a las represalias, cuando realmente hubieran podido hacerlo, especialmente con relación a sus verdugos locales que todo el mundo conoce y reconoce en todos los barrios. Todas las redes de “soplones”(qawwada) que permitían al régimen existir y reproducirse, se han evaporado como por arte de magia sin que quienes los conformaban se hayan sentido preocupados después del 14 de enero. La ausencia de vendetta me parece un verdadero sentido de Estado y nada tiene que ver con la llamada cultura “pacífica” o “consensual” de los tunecinos. Esta sociedad es una sociedad organizada y basada en instituciones que no nacieron en 1956 y menos aun en 1987. Si no cumplieron totalmente sus funciones y fueron parcialmente desviadas, no llegaron sin embargo a desarraigar ese sentido del Estado entre los tunecinos. De modo que existiendo este sentido cívico, esta “alta visión” entre los ciudadanos, que ubica el interés general sobre el interés privado, no debería ser burlada por esas mismas instituciones y sus dirigentes. Estas se hallaban ocupadas por individuos al servicio, hasta hace poco, de un régimen sanguinario, mafioso y arbitrario, que se apoyaba en textos vaciados de sentido para poder aplicar leyes inicuas. Los “vestigios” jurídicos se mantienen todavía y con ellos los agentes encargados de aplicarlos. El código penal y el arsenal legislativo represivo forman parte de esos vestigios de los que habría que desembarazarse rápidamente – esto se ve por ejemplo con la ley 1993 /52 sobre el uso de estupefacientes – pero sin amateurismo, como suele suceder con este tipo de expedientes. El asunto de la “justicia transicional” que yo preferiría llamar “justicia revolucionaria”, si no existiera la connotación de Robespierre en esa expresión, es demasiado grave para ser tratado con desenvoltura política o confiando solo en los profesionales para reglamentarla. No es solo a los jueces ni a los abogados o a otros profesionales que les incumbe el derecho de revolucionar la justicia, sino a todos los ciudadanos del país, que deben tener voz, y a sus representantes políticos legales. Desde este punto de vista, me parece necesario desarrollar un debate público sobre el tema de “la ofensa a lo sagrado”, un debate que no sirva solo a los extremistas de todo tipo para confiscar la palabra e imponer sus puntos de vista, siendo en tal sentido el extremismo salafista el contrapunto estructural del extremismo modernista que no solo es anticlerical sino más bien erradicador. Los tunecinos tienen necesidad de un discurso conducido por verdaderas utopías, que se inscriba en realidades sociales y culturales que les son conocidas y que no constituya una importación pura y simple de modelos prefabricados y listos-para- usar bajo otros cielos, ya fueren árabes, musulmanes o «ilustrados».

La aprobación de la constitución ha sido un paso muy importante sobre todo a un nivel simbólico, porque como tú decías en tu último artículo, eso demuestra que mundo árabe y democracia no son incompatibles. Pero como tú mismo subrayabas la mayoría de la población ha quedado al margen del debate constitucional en el seno de la Asamblea Constituyente y la “cuestión social” permanece siempre abierta. Hasta ahora las clases y las zonas menos favorecidas del país no han obtenido nada del proceso revolucionario.¿Qué camino debe emprender Túnez para instalar una mayor equidad y justicia social en un momento de crisis económica global que aún en los países ricos ha significado una pérdida de los derechos democráticos? ¿La pobreza, el desempleo, la marginalidad en ciertas regiones del país constituyen un riesgo para el proceso en curso?

 – La adopción de la Constitución ha significado, no tengamos miedo de decirlo, un momento excepcionalmente intenso para la clase política pero también para una gran parte de los tunecinos. Pienso que no hay que subestimar la importancia de ese logro, que termina no solo con la idea heredada sobre la incompatibilidad de los árabes con la democracia sino también con la idea, muy tunecina y post colonial,de que los “árabes no llegaron nunca a nada y mucho menos a igualar a los ex-colonizadores” Ese momento ha sido también el de la institucionalización del conflicto, su traducción en términos jurídicos y constitucionales. Ha desempeñado y lo hará aún más, ciertamente, un papel muy importante en la construcción de un consenso democrático entre élites heterogéneas que no siempre comparten los mismos significantes y significados. Su aprobación, con 200 votos sobre 217 está lejos de ser un epifenómeno circunscripto a la cúpula del Palacio del Bardo. Remite más en general, según creo, a un compartir de ideales republicanos y democráticos que tiene todas las posibilidades de difundirse en la sociedad. Este análisis no tiene nada de triunfalista: no debe conducirnos a sobrestimar el peso de esta constitución, a considerarla por lo que no es. Por un lado y contra toda esperanza, el texto supremo ha sido aprobado aún cuando una buena parte de quienes se atribuyen hoy sus méritos y virtudes clamaban – con toda la vehemencia y la violencia que los caracteriza – por la disolución de la Asamblea nacional constituyente. Eso, no hay que olvidarlo. El verano pasado comencé a redactar un texto con Hela Yousfi (1) que defendía la legalidad y la legitimidad de esa sola institución que permanecía en medio del caos existente y el riesgo de una guerra civil: la Asamblea Nacional Constituyente. Es poco decir que ese texto fue mal recibido por una parte de los que ocupaban la plaza del Bardo y con quienes sin embargo compartíamos las inquietudes respecto de la incuria de la troika. Desde este punto de vista, es necesario darle su justo valor a la magnitud del camino recorrido comparativamente también con los demás países de la región en la que algunos se siguen obstinando en la restauración autoritaria que muestra una vez más la imprevisibilidad de estas históricas convulsiones.

En un artículo reciente Tahar Ben Jelloun calificaba a la constitución tunecina como “revolucionaria” pero pensamos que hay dos errores en esa apreciación. El primero es que no se trata de una constitución revolucionaria y en segundo lugar no fue aprobada, como lo afirma Ben Jelloun, gracias a los laicos y contra los islamistas, porque era una asamblea en la que la mayoría de los diputados eran de Ennahda, que fue la que la aprobó, mientras que la oposición laica era la que quería la disolución de la asamblea.

 –  Exactamente, pero por otra parte hay que cuidarse de fetichizar la constitución considerándola la “más bella y la más democrática del mundo árabe” como lo pretende una expresión que ha sido consagrada. El texto de Tahar Ben Jelloun es en tal sentido un verdadero florilegio. Solo un desconocimiento de la realidad tunecina y del análisis constitucionalista puede llevar a pensar que todo lo va a solucionar ese texto. No solo este último deja en la sombra una cantidad de mecanismos y de dispositivos dejados a criterio de los actores y de la futura Corte constitucional; además y a despecho de sus avances en el terreno de los derechos y de las libertades, permanece balbuciente en lo referente al Estado del Bienestar y a la seguridad social (2). Este punto me parece central y sobre todo porque no está siendo objeto de ningún debate o de casi ninguno en el seno de la clase política. Dado que las revoluciones son momentos críticos de inédita aceleración de la historia, me parece que a la mayor parte de nuestros dirigentes y de nuestros representantes, fueren del lado que fueren, les cuesta comprender. La integración de las masas a la política solo se piensa en función electoralista: es la vulgar –aunque necesaria – “caza de votos”. Mientras que esta integración plantea otro tipo de cuestiones más vastas y complejas a la democracia, que es tanto social como política: ¿cómo integrar a los excluidos del interior que no solo residen en ciertas regiones del país, sino también en Túnez, en su corazón geográfico pero no en su corazón político y económico? Es, sin duda, un tema espinoso que entraña desafíos fundamentales en términos de contrato social y de integración económica, política y cultural. Tanto más que la sociedad tunecina, como toda sociedad, está dividida, jerarquizada y fraccionada en clases sociales. El primer episodio revolucionario y sobre todo la forma como ha sido narrado por diferentes ensayistas y periodistas tunecinos y occidentales difundió la ilusión de que todo un pueblo se levantaba contra su dictador, sin ideología y sin líder. Es olvidar muy pronto que los intereses de los grupos sociales se mantienen divergentes y antagonistas aún en una revolución, como lo testimonian hoy en día los diferentes diagnósticos sobre los beneficios resultantes de esa misma revolución: entre los que critican a la troika (inclusive si ha dejado pacíficamente el poder), los que la adulan (aunque sea responsable de exacciones y de faltas políticas) los que añoran los tiempos de Ben Alí, el de Bourguiba, los que apoyan a la UGTT, los que se horrorizan de ella, los que solo juran por la UTICA o la LTDH. Los que piensan que todo ha fracasado, o que nada realmente ha pasado, los que permanecen totalmente indiferentes a la realidad política. Todos esos grupos dispares no se hallan socialmente distribuidos en el país sino que forman la Túnez actual enfrentándose con recursos y con medios diferentes, en el espacio publico y en el espacio político. De la vitalidad de esos enfrentamientos pacíficos nacerá , espero, una nueva Túnez, más abierta y menos segregacionista para los suyos. Esto puede parecer naif. Me parece sin embargo que la historia y las experiencias revolucionarias comparadas enseñan que sin una garantía poderosa, en este caso de un Estado, que defina las reglas de juego y permita que se apliquen pacífica y equitativamente entre todos los protagonistas pero que aseguren también la igualdad de condiciones para todos los individuos, no es posible esperar que una constitución – ni tampoco las elecciones legislativas y presidenciales – por más democrática que fuere, pueda solucionar todos los males de la sociedad.

Tunisia in Red

NOTAS: 

1) Choukri Hmed, Hèla Yousfi et al., http://www.lemonde.fr/idees/article/2013/07/29/en-tunisie-la-revolution-ne-doit-pas-mourir_3455077_3232.html

2) Choukri Hmed, «Heurs et malheurs du modèle révolutionnaire tunisien» Tunisia in Red 24 gennaio 2014, et Choukri Hmed, «Quand dire la Tunisie, c’est la faire: le projet de constitution est-il révolutionnaire?», Nawaat, le 14 juin 2013.


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