Existe una marginalidad que no pasa por el enfrentamiento con el poder sino que se acomoda en la ilusión de salir de la tragedia de la vida misma con el fin de tocar un poco de la brillantina lujosa que tiene el resto. Acceso es la historia de un hombre que creció mirando el brillo de las casas que están del otro lado de la ciudad y entonces dio el paso y tropezó, como correspondía que tropezara, como tenía que tropezar.
Sandokán es un personaje intenso, histriónico, alaraco, choro. Tiene esa violencia flayte que está a flor de piel y que en cualquier momento estalla en llanto o en lluvia de combos en el hocico. Un vendedor de chucherías de micro que te ofrece las clásicas baratijas brillantes que uno puede comprar sabiendo que no sirven para nada y en ese transcurso de ofrecerte libros, peinetas y sacapelusas va revisitando su propia historia y entonces quedamos nosotros en medio de su imaginario feroz en el que aparece la pobreza, la violencia, la ternura y la segregación. Una muestra representativa de aquella atrocidad que está en la vida de toda esa gente que nació con un letrero en la frente que dice Pobre.
Roberto Farías reitera con este personaje que es un actor irreductible, brillante y feroz que puede pasar de la ternura al asalto; de la humildad a la versión más ronca de la crueldad. Y esto ya lo sabíamos, habíamos comprobado que es un actor que puede llegar al límite y seguir adelante porque es de los pocos que puede absorber con entereza un abanico amplio de personajes distintos, complejos e intensos. Lo hemos visto actuando en roles tan diversos como en El secreto de los caracoles, La Buena Vida, Secretos en el Jardín, Los archivos del cardenal o en Mi último round y siempre encontramos en él ese magnetismo que le da un punto esencial de apoyo a cualquier narración en la cual participe porque tiene el poder de conducir y canalizar historias que a cualquier actor podrían írsele a negro o transformarse en caricatura, pero que sabe tomar, crear, interpretar y llevar con certeza e identidad de principio a fin. En el caso de Acceso Roberto Farías tiene la brillante elasticidad de sostener una historia que es fragmentada y peligrosa como un espejo quebrado el cual si no te corta te desfigura (como en el afiche). Entonces el espectador es parte de una catarsis violenta y conmovedora que te conduce por un callejón del que probablemente nunca seremos parte y que no se parece en nada a la versión televisiva de la realidad, pero que gracias a Sandokán podemos entrever y quizá comprender, acceder, husmear.
Pablo Larraín y Roberto Farías le apuntan con crear este guión a dos voces que se dan la mano en Plaza Italia, con una espalda apuntando al oriente y la otra al poniente, para escribir una obra que tuvo la inteligencia de no echarle mano a la dictadura para contar la vida de las víctimas de una sociedad desequilibrada como la nuestra.
La palabra Acceso se me repite (entre paréntesis) luego de haber visto la obra.
«Acceso» como posibilidad y como puerta a la vida negra que ocurre afuera mientras miramos tele en nuestra casa.
Acceso como cinco lucas en la mano de una niña con los calzones en los tobillos.
Acceso como un cabro chico de rodillas frente a un grupo de curas para que abusen de él a cambio de tener en la garganta un poquito de Dios.
Acceso como el primerizo que pierde las zapatillas en la casa número uno del sename.
Tenemos la oportunidad (acceso) de mirar a los ojos a un choro que nos mira de vuelta sin dejarnos entrar en su cabeza. Un tipo que nació con todas las posibilidades cerradas y que abrió una de ellas para agarrar algo del otro lado, pero que en ese tránsito tuvo que dar el paso terrible que yo no daría porque hay que ser valiente para agarrarse a combos con la bestia y tratar de salir ileso, si es que sale.
Acá la realidad está pintada tal y cual es, sin la moralina de la rehabilitación y sin el intento estúpido de reparar al flayte para la típica foto de catálogo que reparten en las municipalidades con el fin de dar cuenta del trabajo social que hacen para prometer la falsedad de un futuro mejor o de una vida digna, porque la gente pobre no tiene las mismas posibilidades y no se parece en nada a la gente con plata aunque la peinen, la desparasiten o la obliguen a disimular la procedencia.
por Arturo LedeZma
Funciones del 05 de abril al 31 de mayo, jueves, viernes y sábado 21:00 horas.
Jueves popular, estudiantes, tercera edad $ 2.000
Entrada gral. $ 6.000. Convenio estacionamiento Clínica Santa María.
+INFO: http://www.fisura.cl/2014/03/acceso-con-roberto-farias-teatro-la.html