Uno de los síntomas inequívocos de las situaciones de crisis políticas es la pérdida de aquellos fundamentos que orientaban la acción. En efecto, cuando irrumpen situaciones complejas que conllevan una alta dosis de riesgo, los grupos tienden a desordenarse y a perder la “brújula” que los ha guiado por un largo periodo de tiempo. De un modo inadvertido todos parecen olvidar aquellos valores que les dieron origen. Esto es precisamente lo que acontece hoy con las huestes concertacionistas y su entorno.
El diagnóstico no es nuevo ni novedoso: La Concertación atraviesa una crisis que se arrastra por varios años. Ello explica las ya numerosas deserciones al conglomerado oficialista, mezcla de desencanto y personalismos. La legitimidad y la oportunidad de tales alejamientos es una cuestión histórica muy difícil de ponderar todavía. Lo cierto es que la mayoría de los actores involucrados en estas cuitas internas parecen haber olvidado las razones que justificaron su presencia en el gobierno.
Hace ya veinte años, una mayoría de chilenos les encomendó la delicada tarea de restaurar un sistema democrático en nuestro país. La cuestión fundamental era superar el trauma generado por la grosera presencia militar con toda su secuela de violencia, injusticia y dolor. Una amplia mayoría de chilenos se opuso a una derecha política y económica que deseaba perpetuarse en el poder detrás de la capa del general Pinochet. La Concertación y sus aliados representaron la fórmula democrática “contra” una derecha autoritaria en lo político y neoliberal en lo económico.
En la actualidad, la misma derecha aparece travestida en el rostro amable de un candidato empresario que reniega del autoritarismo, pero insiste en el camino económico trazado durante la dictadura como fórmula de éxito para nuestro país. La candidatura del señor Sebastián Piñera es el último engendro de la derecha económica para perpetuar un orden jurídico vetusto que garantiza el lucro y las utilidades de las grandes empresas.
La frivolidad y la liviandad con que algunos candidatos están abordando los temas del país parecen desconocer la trascendencia de lo que se juega en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Más allá de las diferencias y personalismos, más allá de las cuotas y plantillas, más allá incluso de los partidos políticos, nuestro país corre el riesgo de interrumpir un precario proceso democrático en marcha mediante un giro neoliberal hacia la derecha, realineando a Chile en el panorama latinoamericano.
Las cifras son elocuentes: El actual panorama de una Concertación escindida de facto en dos candidaturas, con una izquierda de bajo perfil no augura nada bueno en una segunda vuelta. Por ello, sin ningún ánimo alarmista, ha llegado la hora de volver a ciertas cuestiones fundamentales. Puede que una figura como la del ex presidente Ricardo Lagos resulte polémica para muchos, pero es innegable que representa a un gran número de chilenos con memoria cuando nos recuerda que: Por la Derecha, No.
por Álvaro Cuadra