La corrupción más dañina de una sociedad, tiene que ver con la compra de voluntades desde la punta de la pirámide defraudatoria, hacia abajo y una cadena de favores.
Cuando esta corrupción permea partidos políticos, policías, la crisis de las instituciones comienza a hacerse más visible, y uno se pregunta no sólo por el corrompido si no por el corruptor.
¿Dónde está el origen de la corrupción y el afán de defraudar al Fisco, al bolsillo del pueblo?
En el hipercapitalismo, en el que quiere tener más y más e históricamente ha visto al Estado como un mal necesario para que resguarde con sus policías sus intereses a cambio de alguna migaja.
Éste poder ultraconcentrado del dinero, no trepida ante la existencia de una materia de valor para el mercado, muy codiciada, o un servicio que el Estado ha externalizado y entiende como clave asumir.
Las formas de defraudación al Fisco en Chile son extensas y han sido cometidas por grupos económicos liderados por Clanes mediante la evasión fiscal, la existencia del multirut, los paraísos fiscales, la impresión temprana del dinero patrio, entre otras artimañas de un Chile hoy en extremo neoliberal y con niveles de educación deteriorados, trastocados.
Las correcciones al sistema que el gobierno puede hacer desde lo legislativo no son muy amplias con un parlamento adverso, al que parece se divide aún más con proyectos valóricos. No obstante, con proyectos transversales y de sentido común apoyados de movilización social, podría triunfar.
La educación y la política grandes herramienta que tiene el pueblo para combatir las injusticias del sistema económico y modelo, sumada a las artes y comunicaciones, nos pueden hacer volver a recuperar terreno.
Pero si la política se ve trastocada por actuaciones de personeros que en vez de llenarnos de orgullo logran producir los que los jóvenes han descrito como “cringe”, es que algo no anda bien.
La compra de jueces, parlamentarios claves o bancadas completas, llevará a nuestro país, poco a poco, a un nuevo ciclo de inestabilidad producto de los fallos de la institucionalidad que pierde crédito entre las personas con casos como el de Hermosilla.
Cuando la gente no cree en sus políticos y el sistema que ofrecen y se aburre de que quienes los financian y el sistema que promueven, el caldo de cultivo para un nuevo estallido social comienza su camino.
El último y masivo descontento popular que se volcó a las calles en estallido social de Arica a Punta Arenas, puso los pelos de punta a la clase dominante. La clase política salió a calmar las aguas, institucionalizando el proceso constituyente removiendo una institucionalidad “lenteja” que por décadas había permanecido como una estatua protegiendo el muro de la división y la desigualdad.
El proceso para Nueva Constitución fracasó, fue clausurado finalmente por la misma institucionalidad donde derecha e “izquierda”, se abrazaron tras un “empate”, con tirón de orejas de los administradores del capital por haber ido muy lejos. Se enterró ilusoriamente el malestar de la gente.
Así, al día de hoy, Chile y su institucionalidad siguen estando en deuda con la democracia y su profundización. Sigue estando en deuda con la transparencia y la fiscalización, sigue estando en deuda con la protección del medioambiente, con su pueblo y regiones que ha endeudado para subsistencia de un modelo carcomido, corroído que solo podrá ser corregido con el pueblo movilizado y organizado para un Tercer Momento Constituyente después que nuestra autoeducación cívica se haga expansiva.
Por Bruno Sommer
El Ciudadano