Danilo Martuccelli: «El poder jamás ha podido infiltrarse en la conciencia de las personas»


Autor: Cristian

Quisimos profundizar respecto de la producción de subjetividades, para lo que conversamos con el sociólogo Danilo Martuccelli, quien además presentó su libro Cambio de rumbo. La sociedad a escala del individuo (LOM Ediciones), en el que revisa la discusión acerca del individuo de las últimas décadas. Horizonte liminar de nuestra percepción social, el individuo es el centro del saber cuando nociones como clase social, estados o sociedades ya no organizan la discusión de tal disciplina.

Martuccelli es profesor de Sociología en la Universidad de Lille 3, Francia, y entre sus obras destacan Sociología de la modernidad (1999), Gramáticas del individuo (2002) y La consistencia de lo social (2005). Nació en Perú y según cuenta «empecé estudiando filosofía en Argentina, luego hice una maestría en París, ciudad donde terminé haciendo mi doctorado y hace 2 años tengo una cátedra en la Universidad de Lille».


inmigrantes
¿Una trayectoria de inmigrante?

– Si hay en mi familia una neurosis de inmigración por cuatro generaciones. Partiendo con mis bisabuelos, quienes partieron a distintos puntos del mundo de principios del siglo XX, a mis abuelos los sedujo el mercado de trabajo que había en Estados Unidos en los años ’20. Por su parte, mis padres emigraron del sur de Italia y Francia por razones económicas a América Latina después de la guerra y yo partí por razones culturales de Perú. Lo que marcó toda esa inmigración familiar fue siempre lo económico.

Un argumento de quienes se oponen a la inmigración es que los inmigrantes quitan trabajo a los nacionales precarizando el empleo. ¿Qué hay de cierto en tal aseveración?

– Es un tema que se cruza mucho. Los inmigrantes no compiten de la misma manera por puestos de trabajo con todos los nacionales. Tradicionalmente son las clases bajas y medias bajas las que parten buscando mejores horizontes, pero no son las gentes de oficios más modestos quienes se encuentran en competencia con esa mano de obra. Además hay que considerar que hay dos tipos de inmigración: de oferta y demanda. A veces el país huésped necesita mano de obra producto de una fuerte expansión económica. Se dio en los años ’40 en los países latinoamericanos y hoy en Estados Unidos. La inmigración de oferta se produce cuando es más fácil circular por el planeta, por lo que muchos salen de los bolsones de pobreza para buscar nuevos horizontes. Esa migración produce fenómenos distintos. En las economías nacionales los inmigrantes producen autoempleo, al no poder competir por razones de papeles con los nacionales. Esto genera que con el tiempo hayan creado sus propias fuentes de trabajo, sean restoranes, pequeñas bodegas u oficios de servicios.

¿De qué marea afecta esa inmogración a las economías nacionales?

– Los inmigrantes se insertan en un sector de la economía nacional que paga bajos salarios y que es funcional al funcionamiento de la propia economía. Así las cosas, el sector informal de la economía hace funcionar a la economía entera. Globalmente la inmigración incrementa la generación de empleo en una economía, cosa que si bien puede ser real desde un punto de vista sociológico o económico, a veces choca con experiencias individuales que viven un efecto contrario.

¿Por ello el racismo muchas veces surge en los sectores más pobres de la sociedad?

– Sí, porque a ellos los inmigrantes los afectan. Por ello el racismo surge en esos sectores pobres. Las personas de más bajos oficios no tienen mecanismos como proteger su empleo como lo tienen las clases altas. El tema de la migración está cruzado por las posiciones sociales. Las personas más frágiles son las que tienen que convivir más de cerca con las poblaciones inmigrantes y ocurren fenómenos como lo que pasa hoy en Chile, donde altos crecimientos económicos de las últimas décadas no son percibidas ni usufructuadas por toda la población, por lo que en ese clima la llegada de contingentes extranjeros importantes puede activar sentimientos de frustración importantes.

Pero a la larga estas mismas clases bajas son el espacio de integración de los inmigrantes.

– Las clases bajas al igual como producen racismo y xenofobia, a la vez son las que terminan integrando a los extranjeros porque se casan con ellos, conviven en los mismos barrios y se cruzan en los colegios. O sea, el agente que moviliza los prejuicios más fuertes del racismo, terminan en la práctica asegurando la integración de las poblaciones inmigrantes.

Aunque la inmigración no tiene una forma universal de operar…

– Sí, porque ahora los inmigrantes llegan con una transculturación más fuerte y los que llegan tiene una mentalidad más latinoamericanizada, por lo que se va en busca de la cultura en busca del trabajo y después de la participación política. Es un fenómeno de los últimos 30 años.

Algo muy distinto ocurre hoy a la forma como se recibió en Latinoamérica a los inmigrantes europeos.

– La inmigración es un proceso social. Las primeras inmigraciones en masa en Chile fueron un proyecto del gobierno chileno para transformar la identidad nacional. La inmigración de las últimas décadas tiene una lógica distinta.

A la élite latinoamericana le encanta codearse con inmigrantes del primer mundo…

– Es un fenómeno muy propio de las sociedades del sur, en las que la atracción de las elites para tener contactos con las elites del norte favorece ese tipo de mezclas culturales. Si Chile sigue mostrándose como un país de alto crecimiento económico va a seguir habiendo inmigración de sectores bajos y a la vez de mano de obra calificada. Muy por arriba y muy por abajo a la vez. Con el tiempo va a ver una inmigración en sectores altos que va a consolidarse y esa inmigración en los dos polos se va a acentuar si la distribución del ingreso sigue siendo tan desigual.

PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDADES

Pese a que en amplios espectros de la producción teórico social del siglo XX se acusaba el proceso de individuación creciente en las sociedad occidentales hoy pareciéramos asistir a la desaparición del individuo en el proceso productivo, una especie de eclipse del sujeto reemplazado por tecnología y hasta en las representaciones de lo humano.

– Creo que en el mundo de hoy hay una doble tendencia. Por un lado a la estandarización y la homogeneización creciente, y al mismo tiempo un proceso que tiende a la singularización, el sentimiento de ser cada vez más distinto a los otros, que la propia trayectoria de vida lo diferencie más de los otros.

El sentimiento de tener biografías cada vez más complejas es uno de los elementos más fuertes por los cuales se apuntala el sentimiento de individualidad. De la misma forma el aparato productivo estandariza, pero al verte como consumidor busca singularizarte. Quiere que tu creas que el polerón que llevas es un producto hecho para ti. La indivualización del consumo produce desde la propia lógica del capital fenómenos de individualización creciente al mismo tiempo que el individuo comienza a desaparecer del propio aparato productivo.

Pero esa singularización también es tensionada por una producción de sujetos, proceso amplificado por los medios de comunicación, que llega a producir subjetividades con las marcas que te visten, el consumo cultural y prácticas de gestión de la propia identidad que recurren al mercado para vestirla. En particular en Chile nos han llenado de cosas…

– El consumo de masas es un peligro para el individuo, pero hay que reconocer que el hecho de que las clases bajas puedan autoconcebirse como individuos pasó necesariamente por la masificación del consumo y la cultura de masas. En el consumo tienes todo, como la producción fordista de sujetos, pero también genera imágenes de iniciativa fuertes en autonomía que da el sentimiento de elección, de consumo para el obrero, que en otros ámbitos de la vida personal no tiene esa posibilidad de elección, como el acceso a la salud o a vivienda. Hay afirmación y placer en el consumo, como elemento incluso hedonista de fabricación del individuo es un elemento contradictorio. Hay una increíble tensión operando.

Concurrimos a una época donde la producción de identidades requiere a estas prótesis dadas por el mercado.

– La individuación quiere decir que los individuos son producidos por un tipo de sociedad. Uno no existe en el vacío. El individuo es el fruto de una economía monetarizada y la libertad individual fue dada para que fluyera el mercado de trabajo. Ese individuo es el producto de una manera de hacer sociedad.

Hay quienes consideran tal fenómeno una nueva barbarie frente a posibilidad de pensarse a sí mismos o tener más opciones desde la autonomía. Hoy por hoy los más desprovistos están más permeados a ser producidos por otros.

– Yo no lo creo tan así. En América Latina hay más individuos en el sentido positivo y fuerte del término que en los países centrales. Allá la vida está centrada y protegida desde las instituciones, acá la mayor parte de la población está sola. Hay más posibilidades que sean autores de su propia existencia, la capacidad de salírselas o arreglárselas con pocos sostenes exteriores es mucho más infinita a este lado del mundo por la misma precariedad.

¿Qué influencias ves en todo esto que ejercen los medios de comunicación cada vez más omnipresentes?

– La oferta cultural que hacen los medios de comunicación de masas no necesariamente implica el tipo de recepción que hacen las personas. Dallas fue un éxito en Estados Unidos porque se asociaba al capitalismo salvaje; en Europa lo fue porque le daba seguridad a los europeos de que los americanos eran unos putos salvajes capitalistas; fue un fracaso en Japón porque les chocó ese tipo de capitalismo; y fue un éxito en Africa del norte porque les dio una noción de un capitalismo familiar. Las recepciones son múltiples y se hace desde filtros culturales diversos. Además lo impactante de la producción mediática de hoy es que todo circula tarde o temprano.

Pero igual los medios generan relatos sobre lo posible y lo plausible que, pese a que jamás pueden controlar los efectos finales de la recepción, asignan nociones de verdad y posibilidad a unos actos y otros no.

– No creo que produzcan una subjetividad tan acabada. No creo en que las clases dominantes impongan determinadas formas de concebir la realidad. Hay un lugar donde el poder jamás ha sido capaz de infiltrarse y es en la conciencia de las personas. Siempre ha habido resistencia. Hay un lugar que siempre escapó a los constreñimientos del poder y ese lugar es el imaginario, el carnaval, los sueños de los dominados. Hoy los con los medios las capacidades de regulación del pensamiento han aumentado muchísimo, pero cada vez más son un artefacto que cada vez más gente utiliza. Otras cosas pasan afuera de la televisión, en la vida social y cuando la experiencia empírica da cuenta de una realidad muy distinta a la que entregan los medios, los efectos no pueden ser tan acabados. Hay experiencias sociales directas, la intuición social del dominado a veces es más fuerte que lo que quieren hacer pensar. Como hay resignación práctica, también hay desconfianza de lo que le cuentan.

SUBJETIVIDAD Y EMANCIPACIÓN

¿Qué contradicción ves en el actual modelo de desarrollo?

– La principal contradicción del capitalismo es el consumo, que te dice que la vida es ahora y que el placer es fácil y se puede tener todo lo que quieras. A la vez, el mundo del trabajo te exige disciplina, obediencia y espera. Esa contradicción cultural es lo que provoca ese tipo de fenómenos que pueden llegar a crear serios problemas de integración social.

Fenómenos que en Chile se están dando cada vez con más fuerza, como la protesta urbana que ha vuelto luego del letargo de la transición pactada.

– El carnaval y las expresiones de revuelta social forman parte de las historias colectivas. Eso demuestra que existen resistencias culturales, ya sea descompuestas o activas, muy fuertes en este tipo de sociedad y eso hasta ahora nadie lo ha controlado.

Los primeros discursos que apuntaban a las subjetividades trataban de configurar un sujeto colectivo y comprendido en términos emancipadores ¿qué ocurrió con ese sujeto?

– La gran crisis de los ’60 fue romper esa idea de que el sujeto obrero llevaba en sí el proyecto de emancipación colectiva. Eso hoy se ha debilitado y han aparecido muchos rostros en su lugar. Lo que hay que hacer es un nuevo conglomerado, lo que llaman las multitudes, las que confluyan pero en un actuar diverso. También hay quienes creen que en la vida de cada actor individual se produce la emancipación y que hay individuos que se subjetivizan y hay muchos otros que no logran llegar a hacerlo, pero cada vez más la vida personal se ha convertido en una aventura. Cada vez más responsables del destino personal que quieran darse, esa necesidad de decirse que algo hay que hacer con su vida.

¿Y que pasó con la emancipación?

– A veces veo sujetos emancipados… a veces.

Mauricio Becerra


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