El colapso del sionismo

El historiador israelí Ilan Pappé señala toda una serie de indicadores que, según él, anuncian el fin del proyecto sionista, un proyecto colonial que sólo podría mantenerse mediante la violencia. Pero este colapso podría conducir a una situación particularmente peligrosa. Pappé mira a las generaciones más jóvenes del movimiento de liberación palestino para llenar el vacío.

El colapso del sionismo

Autor: Wari

Por Ilan Pappé

El ataque de Hamas el 7 de octubre puede parecer un terremoto en un viejo edificio. Las grietas comenzaban a aparecer y ahora son visibles en los cimientos. ¿Con más de 120 años desde su concepción, el proyecto sionista en Palestina –la idea de imponer un Estado judío en medio de un país árabe y musulmán en el Medio Oriente– podría estar enfrentando su colapso? Históricamente, una variedad de factores puede causar la zozobra de un Estado. Esto puede producirse por ataques constantes de los países vecinos o por una guerra civil crónica. Esto puede ocurrir después de un colapso de las instituciones públicas, las cuales son incapaces de proveer sus servicios a los ciudadanos. Frecuentemente esto comienza como un proceso lento de desintegración que se manifiesta con un impulso que, luego, en un periodo corto de tiempo, derriba las estructuras que alguna vez aparecieron sólidas y firmes.

La dificultad se constituye en identificar tempranamente estos indicadores. Aquí voy a argumentar que está más claro que nunca que este es el caso de Israel. Somos testigos de un proceso histórico –o más adecuadamente, del inicio de un proceso– que probablemente podría culminar con la caída del sionismo. Incluso si mi diagnóstico es correcto, estaríamos ingresando en una combinación de factores particularmente peligrosa. Si Israel se da cuenta de la magnitud de esta crisis, desarrollaría una fuerza desinhibida y furiosa para tratar de contenerla, como lo hizo Sudáfrica con el régimen del apartheid durante sus últimos días.

1.

Un primer indicador es la fractura de la sociedad judía de Israel. En estos momentos la sociedad judía está compuesta por dos facciones rivales, las cuales son incapaces de encontrar un fin común. Las anomalías comienzan con la definición del judaísmo como un nacionalismo. Mientras la identidad judía en Israel a veces ha aparecido un poco más que una cosa subjetiva y teorética, el debate entre lo religioso y las facciones seculares, ahora se ha convertido en una lucha sobre el carácter de la esfera pública y el carácter del Estado. Esto ha sido disputado no solamente en los medios, sino que también en las calles.

Una de las facciones puede denominarse como la del Estado de Israel. Esta es más secular y liberal y, mayormente, está compuesta –aunque no exclusivamente- por la clase media europea judía y sus descendientes, quienes jugaron un papel decisivo en el establecimiento del Estado en 1948 y se mantuvieron hegemónicas hasta el final del siglo pasado. No hay que omitir que su promoción de los valores liberales no afecta su compromiso con el sistema de apartheid, en distintas maneras, sobre todo los palestinos que viven entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Su deseo básico es que los ciudadanos judíos vivan en una sociedad democrática y pluralista de la que los árabes están excluidos.

La otra facción es la del Estado de Judea impulsada entre los colonos de la Cisjordania ocupada. Esta tiene niveles crecientes de apoyo dentro del país y constituye la base de apoyo de Netanyahu en su victoria en las elecciones en noviembre de 2022. Su influencia crece exponencialmente en las altas esferas del ejército y los servicios de seguridad. El Estado de Judea quiere que Isreal se convierta en una teocracia que se extienda por la Palestina histórica. Para alcanzar sus propósitos es determinante reducir el número de palestinos al mínimo indispensable, y planea la construcción de un tercer templo en el lugar de al-Aqsa. Sus integrantes creen que esto los habilita para renovar la época dorada de los reinos bíblicos. Para ellos, los judíos seculares son tan herejes como los palestinos si se rehúsan a unirse a su cometido.

Estas dos facciones han comenzado a enfrentarse violentamente antes del 7 de octubre. Durante las primeras semanas después del asalto ellos aparentemente omitieron sus diferencias para enfrentar a un enemigo en común. Sin embargo, esto fue una ilusión. Los enfrentamientos callejeros se reactivaron y es difícil determinar qué podría posiblemente traer una reconciliación. El resultado más probable se desarrolla frente a nuestra vista. Más de medio millón de israelíes -parte del Estado de Israel– han dejado el país desde octubre, un indicio de que el país está sometido al Estado de Judea. Este es un proyecto que el mundo árabe, e incluso el mundo entero, no tolerará a largo plazo.

2.

El segundo indicador es la crisis económica de Israel. La clase política no tiene planes para hacer un balance de las finanzas públicas en medio de un conflicto armado perpetuo, más allá de ser cada vez más dependiente de la ayuda financiera de los Estados Unidos. En el último cuarto del año pasado, la economía se desplomó cerca de un 20%; desde entonces su recuperación ha sido frágil. La promesa de catorce billones de dólares por los Estados Unidos probablemente no va a revertir esto. Por el contrario, la carga económica solamente va a empeorar si Israel sigue con sus intenciones de ir a una guerra contra Hezbolá mientras aumenta su actividad militar en Cisjordania, al mismo tiempo que algunos países –incluyendo Turquía y Colombia– han comenzado a aplicar sanciones económicas contra Israel.

La crisis ha empeorado aún más por la incompetencia del ministro de Hacienda, Bezalel Smotrich, quien constantemente destina dinero a los asentamientos de judíos en Cisjordania, por el contrario, él parece incapaz de dirigir correctamente su ministerio. El conflicto entre el Estado de Israel y el Estado de Judea, en paralelo a los eventos del 7 de octubre, está causando que la élite económica y financiera mueva su capital fuera del Estado. Aquellos que están considerando relocalizar sus inversiones son un 20% de los israelíes quienes pagan el 80% de los impuestos.

3.

El tercer indicador es que Israel está incrementando su aislamiento internacional y se convierte gradualmente en un Estado paria. Este proceso comenzó antes del 7 de octubre, pero se ha intensificado desde el comienzo del genocidio. Esto está representado por la posición, sin precedentes, adoptada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y por la Corte Criminal Internacional (CCI). Asimismo, el movimiento internacional de solidaridad con Palestina ha sido capaz de incentivar a más personas en participar en iniciativas de boicot, aunque aún han fallado en avanzar en la posibilidad de implementar sanciones internacionales. En la mayoría de los países, el apoyo a Israel permanece inquebrantable entre el establishment de la política y la economía.

En este contexto, las decisiones de la CIJ y la CCI –que señala que Israel puede estar cometiendo genocidio, que debe detener su ofensiva en Rafah, que sus líderes deben ser arrestados por crímenes de guerra– podría ser visto como un intento para llamar la atención de la sociedad civil global, en lugar de simplemente reflejar la opinión de una élite. Los tribunales no han logrado evitar los brutales ataques al pueblo de Gaza y Cisjordania. Pero ellos han contribuido a incrementar las críticas en contra del Estado de Israel, las cuales provienen cada vez más desde arriba como desde abajo.

4.

Cuarto, un indicador interconectado es el cambio radical entre los jóvenes judíos de todo el mundo. Siguiendo los eventos de los últimos nueve meses, muchos de ellos ahora parecen descartar su relación con Israel y el sionismo y participar activamente en el movimiento de solidaridad con Palestina. Las comunidades judías, particularmente en los Estados Unidos, proveen a Israel una efectiva inmunidad contra estas críticas. La pérdida, o al menos la pérdida parcial de este apoyo, tiene consecuencias globales sobre la postura de Israel. La AIPAC (A National Movement of Pro-Israel Americans) todavía puede confiar en los sionistas cristianos para brindar asistencia y reforzar su membresía, pero no será la misma organización formidable sin un electorado judío significativo. El poder del lobby se está horadando.

5.

El quinto factor es la fragilidad del ejercíto de Israel. No hay ninguna duda que las IDF son una fuerza con armamento de vanguardia. Pero sus limitaciones fueron expuestas el 7 de octubre. Muchos israelíes sienten que su ejécito fue extremadamente afortunado, tanto así como la situación podría haber sido mucho peor si Hezbolá se hubiese unido en un asalto coordinado. Desde entonces, Israel ha mostrado ser extremadamente dependiente de una coalición regional liderada por los Estados Unidos para defenderse a sí mismo de Irán, quien en su ataque de advertencia desplegó alrededor de 170 drones, más mísiles balísticos y teledirigidos. Ahora más que nunca, el proyecto sionista depende de la entrega de cantidades enormes de armamento desde los Estados Unidos, sin el cual no podría ni siquiera luchar contra un pequeño ejército guerrillero en el sur.

Actualmente hay una percepción expandida de la falta de preparación y la incapacidad de la defensa de Israel entre la población judía. Esto pone una mayor presión en remover la exención del servicio militar de los judíos ultraortodoxos, vigente desde 1948, para comenzar a reclutarlos por cientos. Esto difícilmente haría una diferencia en el campo de batalla, pero refleja el pesimismo referente al ejército, el cual, a su vez, ha profundizado las divisiones políticas dentro de Israel.

6.

El indicador final es la renovada energía entre las nuevas generaciones jóvenes palestinas. Ellos están aún más unidos, orgánicamente conectados y tiene más claridad sobre sus perspectivas que la élite política palestina. Dado que la población de Gaza y Cisjordania está entre las más jóvenes del mundo, esta nueva generación podría tener una inmensa influencia sobre el curso de la lucha por la liberación. La discusión entre los grupos de jóvenes palestinos muestra que ellos están preocupados con el establecimiento de una organización genuinamente democrática ­–tanto como una renovada OLP o una completamente nueva– que persiga una visión de la emancipación opuesta a la campaña de reconocimiento de un Estado de la Autoridad Nacional Palestina. Ellos parecen estar a favor de la solución de un Estado en vez del modelo desacreditado de los dos Estados.

¿Podrán dar una respuesta eficaz al declive del sionismo? Esta es una pregunta difícil de responder. El colapso del proyecto de un Estado no siempre tiene una alternativa mejor. En otros lugares del Medio Oriente ­–en Siria, en Yemen, o Libia– podemos ver cuán sangriento y prolongado pueden ser los resultados. En este caso, se trataría de una cuestión de descolonización, y el siglo pasado ha mostrado que las realidades poscoloniales no siempre mejoran la condición colonial. Solamente la actuación de los palestinos puede movernos en la dirección correcta. Yo creo en esto, más pronto que tarde, una fusión explosiva de estos indicadores puede provocar la destrucción del proyecto sionista en Palestina. Cuando esto pase nosotros debemos esperar un movimiento de liberación robusto para evitar el vacío.

Por más de 56 años, lo que se denominó “proceso de paz” –un proceso que no llegó a ninguna parte– fue en realidad una serie de iniciativas estadounidenses-israelíes ante las cuales se pidió a los palestinos que reaccionaran. Hoy, la paz debe ser reemplazada por la descolonización, los palestinos deben ser capaces de articular su visión para la región con la respuesta de los israelíes. Esto marcaría un primer momento, por lo menos en muchas décadas, en que el movimiento palestino liderara en la disposición de propuestas para una Palestina postcolonial y postsionista (o como sea que la entidad resultante pueda ser llamada). Haciendo esto, probablemente se puede revisar Europa (quizá los cantones suizos o el modelo belga) o, más adecuado, las viejas estructuras del este del Mediterráneo, donde grupos religiosos secularizados gradualmente se transformaron en grupos étnicos y culturales que vivían uno al lado del otro en el mismo territorio.

Si la gente acoge con agrado la idea o la teme, el colapso de Israel se ha convertido en algo previsible. Esta posibilidad debería ser parte de las discusiones de largo plazo sobre el futuro de la región. Esta propuesta debería estar en la agenda mientras que el intento de un siglo, liderado por los británicos y luego los estadounidenses, de imponer un Estado judío en un país árabe está lentamente llegando a su fin. Su intento fue suficiente para crear una sociedad de millones de colonos, muchos de ellos segunda o tercera generación. Pero su presencia todavía depende, tal como cuando llegaron, de su habilidad para imponer su voluntad violentamente entre millones de palestinos, quienes nunca han renunciado a su lucha por la autodeterminación y libertad en su patria. En las décadas que vienen, los colonos tendrán que compartir con esta visión y mostrar su voluntad de vivir como ciudadanos con un trato igualitario en una liberada y descolonizada Palestina.

Por Ilan Pappé

Columna publicada el 24 de junio de 2024 en Revista Rosa.

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