Por Luis Casado
Desde los años de la II Guerra Mundial, con la notable excepción de Charles de Gaulle, la elite francesa y sus políticos más destacados apostaron al llamado atlantismo, que se resume en confiarle la defensa del continente a los EEUU.
Para cualquier observador con dos sinapsis activas esto equivale a confiarle el gallinero al zorro. Sin embargo, durante más de 80 años el atlantismo ha formado parte de la caja de herramientas de la clase política gala.
La URSS y China primero, luego Rusia y una vez más China, son las pesadillas que perturban el sueño de unos y otros, a pesar de que notables historiadores han descrito los siniestros esfuerzos de EEUU para someter a Francia y a Europa al poder imperial.
Hoy por hoy Francia y la UE son un Protectorado de EEUU: no tienen una política exterior soberana e independiente de lo que decide Washington. Los Comisarios europeos, comenzando por Ursula von der Leyen y Josep Borrell, son obedientes ejecutores de los designios de la Casa Blanca.
Las elecciones legislativas francesas no dieron lugar a ningún cuestionamiento de esta dependencia.
Peor aún, el simple hecho de manifestar el horror que provocan las masacres de palestinos en Gaza por parte de Israel te gana la acusación de “antisemitismo”. Criticar al peón de la OTAN llamado Zelensky, que lleva adelante una guerra por procuración, te transforma en “Putinófilo” y por consiguiente en enemigo de tu propio país.
Las pocas voces que se han alzado contra la política belicista y agresiva de Emmanuel Macron provienen, curiosamente, del gaullismo residual.
Personalidades como Dominique de Villepin o Nicolas Sarkozy -y algún general en retiro-, han alertado de lo demencial de una política que dividiendo a Europa hace el juego de EEUU y de sus intereses.
La Francia Insumisa (LFI) se ha limitado a proclamar que hay que retomar el camino de la diplomacia, y facilitar un cese al fuego tanto en Gaza como en Ucrania, sin exponer taxativamente los lineamientos de una política exterior global.
Otros sectores, como el Partido Socialista francés, no hacen sino abundar en la rusofobia, el apoyo incondicional a Israel, y el atlantismo más ingenuo y patético.
Lo cierto es que la redistribución de la fuerza parlamentaria hará más difícil continuar entregándole ayuda militar y financiera a Zelensky, pero la redefinición de la política exterior francesa es una obra que aún está por hacer.
Los intereses de la industria militar y de los poderes financieros que controlan el país apuestan a proseguir el esfuerzo de rearmar a Francia y a Europa, con su promesa de cientos de miles de millones de euros de lucro.
La única duda reside en saber si ese dinero irá a parar al complejo militar-industrial yanqui, o a la poderosa industria bélica francesa.
Por Luis Casado
8 julio 2024
Fuente: Politika