En 1922, Alice Milliat inauguró las primeras Olimpiadas femeninas desafiando la exclusión femenina en el deporte olímpico, un hito que pasó desapercibido por los líderes olímpicos masculinos. A pesar de la oposición de figuras como Pierre de Coubertin, Milliat persistió en su lucha por la inclusión de las mujeres en todas las disciplinas olímpicas.
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Su esfuerzo culminó en 1928, cuando se permitió por primera vez la competencia femenina de atletismo en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, aunque limitada a cinco pruebas. A pesar de los avances, Milliat continuó presionando por la igualdad total en los deportes olímpicos, enfrentándose al escarnio y la oposición de su época.
Sin embargo, Milliat siguió presionando. Se celebraron juegos en los que solo participaron mujeres en 1926 (en Gotemburgo, Suecia), 1930 (Praga) y 1934 (Londres, con más de 300 participantes). Se denominaron oficialmente Juegos Mundiales Femeninos, aunque algunos medios de comunicación se refirieron a ellos como Juegos Olímpicos Femeninos.
Pero la ola del feminismo se frenó en la década de 1930, en medio de una depresión mundial y la preparación de la Segunda Guerra Mundial, que canceló los Juegos Olímpicos en 1940 y 1944.
Las federaciones deportivas internacionales incluían a más mujeres, pero estaban dirigidas por hombres, que ejercían el tipo de control blando que Milliat había temido. En 1934, el COI se planteó eliminar por completo a las mujeres del programa; ellas conservaron su escasa participación por diez votos a favor y nueve en contra.
El crecimiento del deporte femenino se orientó hacia actividades consideradas más femeninas, como la gimnasia y el patinaje sobre hielo.
Alcanzar algo similar a la paridad ha tomado su tiempo. En 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, apenas una de cada diez atletas era mujer. En los Juegos de Los Ángeles, en 1984, no llegaba a una de cada cuatro. En Pekín, en 2008, las mujeres apenas superaban el 40 por ciento.
A lo largo de los años, el Comité Olímpico Internacional (COI) ha avanzado hacia la equidad de género, reflejado en la próxima participación igualitaria de hombres y mujeres en los Juegos Olímpicos de 2024. Sin embargo, la lucha de Milliat sigue siendo relevante en un movimiento global por la igualdad en todos los aspectos del deporte y más allá.
El legado de Milliat se conmemora con biografías, documentales y exposiciones, reconociendo su papel crucial en el avance del deporte femenino. Aunque en vida fue marginada, su influencia perdura, inspirando a generaciones de mujeres a perseguir sus sueños deportivos y desafiar las normas establecidas.
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Foto: Redes
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